Comunidades

sucoturbanookEl reciente artículo de Jonás Bergstein sobre Panamá y su comunidad judía me pareció interesante como tema, dado todo lo que "se habla" al respecto y la cantidad de judíos uruguayos de todas las edades que han emigrado a ese país. Es más, yo mismo tengo en mi agenda viajar a conocer Panamá y en especial su gallina de los huevos de oro, el canal. Pero cuando avancé en la lectura me di cuenta que en realidad Panamá había servido más como excusa que como objeto para acometer las carencias de la comunidad judía de Montevideo.

Me pareció un recorrido curioso tener que ir hasta Panamá para visualizar la comunidad donde vivimos. Tal vez sea un recurso del lenguaje: si Panamá está tan idealizado para tantos judíos uruguayos, la comparación permite arrojar más luz sobre nosotros mismos aquí.

Como decía hace muchos años un viejo profesor, para comparar dos elementos se precisa por lo menos una cosa en común entre ambos; vale decir, cuando comparamos algo la mayoría de las características deberían ser diferentes, porque de lo contrario serían dos "cosas" simplemente, iguales. Asumo que tal es el caso entre la comunidad panameña y la montevideana: lo común es que son comunidades judías; del resto no puedo opinar porque no conozco aquella. Pero como sí conozco ésta, la de Montevideo, quería rescatar algunos puntos que parecería que el Dr. Bergstein no ha calibrado de la misma manera que yo.

Da la impresión que la comunidad panameña es muy unida y uniforme a la vez que muy observante de los preceptos y tradiciones. No sólo lo sé por lo que describe el artículo, sino que, como todos, lo hemos escuchado desde que se afincaron allí los primeros uruguayos hace menos de tres lustros. También tengo entendido que es una comunidad muy demandante y celosa de su forma de ser donde la adaptación es fundamental a la hora de tener éxito o simplemente "sobrevivir". Por lo que yo entiendo, y puedo equivocarme, no es una comunidad especialmente plural.

Sucede que la montevideana sí lo es, de lo cual personalmente estoy muy orgulloso. Debo admitir que es un poco cómico tanta fragmentación entre tan pocos, pero así es; seguramente se pueda rastrear este rasgo "separatista" a lo que trajeron de Europa nuestros ancestros, o al mero hecho de la diversidad de orígenes de nuestros abuelos. Sea como sea, nos dividimos por partidos políticos israelíes (por anacrónico que sea), por corrientes religiosas, por corrientes no-religiosas, por pertenecer o no a la BB, por ir  a la sinagoga todos los viernes, sólo en Iom Kipur, o jamás... BH, nos dividimos. Hay un lugar para cada uno.

La vida espiritual judía en Montevideo es tan intensa como elija cada uno. Ofertas no faltan: NCI, Yavne, Jabad. En Iom Kipur se puede elegir no ir a la sinagoga pero sí a alguno de los "debates", lo que yo llamo el espacio no-religioso de Iom Kipur: hay uno en la NCI y otro que organiza el movimiento de judaísmo secular. En mi comunidad, NCI, los servicios de Kabalat Shabat son el evento central de la semana; me consta que lo mismo sucede en Yavne, Jabad, Maimónides... ¿alguien sumo alguna vez cuántos judíos asisten a kabalat shabat en total? Seguramente no suficientes, pero no son pocos. Lo que sé con certeza es: los contenidos de los servicios y las prédicas (dvar torá) son tan diversos como excelentes. Es más: hasta en el tema de la "mikvah" (baño ritual) tenemos diversidad. Bait Jadash tiene una "mikveh" funcionando con gran demanda, dándole usos cada vez más creativos y significativos.

Tenemos siete "tnuot noar". Sí, siete: dos concentran la mayoría de los chicos, dos o tres tienen una asistencia apenas suficiente, y dos se ubican tenazmente en el medio del espectro en cuanto a cantidad. Que los responsables de turno "peleen" por sus asistentes, los "janijim", me parece una demostración única de militancia y compromiso. Así como pasamos rituales de una generación a otra, los movimientos juveniles pasan los suyos. Los chicos no "se matan" entre ellos peleando cada nuevo "janij", más bien "viven" por ello. Ni Jonás Bergstein ni yo ni ningún judío uruguayo que se sienta tal sería lo que es hoy si no hubiera formado parte del fenómeno de las "tnuot noar". Seguramente no estaríamos escribiendo en Semanario Hebreo porque nada nos importaría demasiado; mucho menos, no sabríamos hacerlo en forma civilizada, escuchando al prójimo y respetando a nuestras propias minorías. Eso se aprende en las "tnuot noar", se llamen Hebraica o Hashomer; el resto es comentario.

Tenemos dos escuelas "integrales" de tiempo y currícula completa: la Integral y el Yavne. Tenemos una escuela complementaria , la Alex Barmaimon en la NCI; otra de las mismas características tiene CIPEMU en Punta del Este. Así como compiten las "tnuot", compiten las dos escuelas mayores, aunque con métodos más sutiles. La principal forma de "competir" es a través de las propuestas. Una vez más ambas han demostrado una creatividad e ingenio enormes para mantener a sus alumnos interesados en lo judío (religioso y no religioso) frente a la avalancha de nuestras propias demandas exitistas como padres: inglés, informática, robótica, BI. ¿Estarán por incluir chino como opcional? Sin mencionar la verdadera competencia: los colegios ingleses.

De las "tnuot noar" y las escuelas a "Or-Avodatí", Tzedaká, la Bnei-Brith, o los populosos movimientos de rikudim hay sólo un paso: el de la adolescencia a la adultez. Somos una comunidad que "cría" líderes comunitarios potenciales. Después que estudiamos, nos casamos, cumplimos con el precepto de multiplicarnos, y logramos un pasar estable, cada uno de nosotros es un líder comunitario potencial. Sabemos a qué apuntamos, sabemos trabajar en equipo, sabemos que siempre somos un colectivo, y sabemos (deberíamos saberlo al menos) que cuando nuestro ciclo termine otros nos sucederán. Así como en las "tnuot noar" uno es "mazkir" y otro "javer meshek" o "rosh-jinuj", en el "ishuv" todos tenemos un rol que cumplir. Sólo falta que queramos hacerlo.

La familia Bergstein está ligada a la mejor y más capaz tradición comunitaria de Montevideo. Por eso tal vez me sorprendió tanto esa mirada escéptica sobre nuestro "ishuv". En nuestra generación nos hemos achicado en un cincuenta por ciento: hoy somos menos de la mitad de los que éramos cuando fuimos niños. Sin embargo no hemos perdido calidad, pujanza, empuje, ni ambición. No dejamos de transformarnos, fusionarnos, construir (literalmente, edificios), ni proponer. Escribimos "sifrei-torá", organizamos Limud Uruguay, nos visita el Rabino Zacks, y generamos permanentemente recursos para sostener no sólo a nuestros hermanos sino apoyar a la sociedad toda. Por otro lado, así como no hemos perdido nada de eso, tampoco hemos perdido las mañas: todavía hay dirigentes comunitarios de miras estrechas, que aman los sillones, repetir sus mandatos hasta que se los permitamos, y declamar largas piezas oratorias; todavía peleamos por poder y no por ideas; todavía omitimos nombrar al otro no sea cosa que lo "reconozcamos", aun cuando lo vemos cada día y sabemos que está ahí, que es un dato de la realidad; todavía nos cuesta aunar criterios en cuanto a aportes y recursos. Sí, todavía falta mucho.

Pero lo esencial está: somos pocos, diversos, libres, sionistas, muy comprometidos, y muy interesados en lo que nos sucede. De lo contrario no se explica que Jonás Bergstein haya escrito su artículo disparado por la visita a Panamá ni que yo hubiera escrito estas líneas disparado por el artículo del Dr. Bergstein.

¡Gracias Jonás!

Fuente: Semanario Hebreo

 

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