La Hagadá: una historia judía, pero no la única

Birds-Head-Haggadah 1okUn millón y medio de judíos en Europa no creen estar viviendo en una generación en la que estén por ser destruidos.

Una de las cosas que me traje conmigo de las cuatro semanas de viaje que hice el mes pasado por las comunidades judías de Europa fue una sensación de insulto. No podían entender la "alegría" con la que los políticos israelíes y los columnistas estadounidenses pueden aconsejarles que abandonen sus casas y sus vidas porque hayan determinado que no hay futuro para la vida judía en Europa. ¿Cómo pueden exigir que se dé un éxodo desde Europa, como si tuvieran los derechos exclusivos de la historia judía?

De niño tenía una Hagadá con ilustraciones que era bien doctrinaria. Aún recuerdo la emoción de cada año cuando justo antes de comenzar el séder se sacaba la bolsa blanca en la que se habían guardado las Hagadot de la familia el año anterior, que las protegía de cualquier trocito de jametz, y reclamaba la mía. Quienquiera que haya hecho las ilustraciones, o al menos quienquiera que haya sido el que las haya encargado, debe de haber sido un jaredí antisionista. Una de las secciones más detalladas era la de los Cuatro Hijos en la que el sabio era un estudiante de yeshivá con cara de ángel, en la que los inocentes se presentaban como un montón anónimo de sobrevivientes del Holocausto en un barco de refugiados, y en la que el hijo malvado era integrante de un kibutz en Israel que esperaba para tentarlos con el estado de los herejes judíos. El ilustrador anónimo no les tenía ni el mínimo respeto ni les tenía la mínima confianza a las personas no judías. En la parte de Shfoj Jamatjá (Derrama tu ira sobre los Goím), aparecía una mano enorme que descendía de los cielos y destruía las iglesias, las mezquitas y una sede del partido nazi. Era tal como Marvel Comics en ejecución.

Pero la imagen que más me impactaba y que solía repetirse en mis pesadillas era la que se encontraba junto al pasaje de "que en cada generación hay alguien que nos quiere destruir". Era la imagen de un monstruo de las profundidades con muchas cabezas, una toma de la Hidra de la mitología griega, y hombres barbudos que le tronchaban las cabezas y le salía una y otra más. Si hubo algo que grabó la precariedad de la existencia judía en mi sensible alma, fue esa imagen. Por cierto, esta Hagadá se publicó y se imprimió en los Estados Unidos de América.

Guía de supervivencia

La versión de la Hagadá de Pésaj que surgió en la Edad Media y que usamos hasta el día de hoy es una guía de supervivencia. Fue recopilada y codificada por generaciones de rabinos que vivieron en los primeros siglos del largo exilio y la larga dispersión luego de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén. Fue escrita para generaciones de judíos para quienes era muy real la posibilidad de tener que convertirse a la fuerza o de ser aniquilados, y era vital la necesidad de tener una noche al año en la que pudieran sentirse como si hubieran nacido libres. Si uno lee la verdadera Hagadá, despojada de las melodías hogareñas y de las costumbres pintorescas, sin toda esa comida y sin todo ese vino, uno se da cuenta de que es un texto muy tétrico. Nos cuenta (como si aún no lo supiéramos) que es realmente peligroso ser judío, que el hecho de serlo bien puede costarnos la vida; pero nos dice que recordemos que Dios intervino por nuestros antepasados en Egipto y que nos llevó a la Tierra Prometida. Nos dice que mantengamos la fe, que nos adhiramos a la familia y a las antiguas tradiciones, que creamos en Dios sin dudarlo, y que un día él volverá, se vengará encarnizadamente de todos los goím y nos hará regresar a una Jerusalén reconstruida sobre las alas de las águilas.

Todos los intentos de convertir la Hagadá y la historia de Pésaj en otra cosa, ya sea en una visión universal de redención, como lo hacen muchos hoy en día en lindos sedarím liberales y multiculturales, como el que celebra Barack Obama en la Casa Blanca, o en una defensa secularizada del sionismo político, como se viene festejando desde el año 1948 en muchos hogares israelíes, distorsionan su verdadero mensaje. La Hagadá es la historia cruel y sangrienta de la supervivencia judía contra viento y marea en un mundo hostil, una supervivencia que solo pudo ser posible gracias a una devoción fanática a la palabra del Señor y a sus profetas. Y si se acepta la verdadera Hagadá, entonces sin duda alguna el no judío de quien siempre se sospechará de estar ocultando algún mal no tiene nada que hacer al celebrar un séder ni tampoco debe estar presente como invitado. Y no, el hecho de eliminar fragmentos incómodos, como el de Shfoj Jamatjá, de la forma en la que uno hace el séder es una manera de evitar la responsabilidad. No está bien volver a escribir la Hagadá, no solo porque, entre otros motivos, a veces resulte ser cierto, sino porque principalmente tenemos que tratar de ver nuestras vidas por lo que son, no como querían que las viéramos los rabinos medievales.

En lugar de fingir, se puede tratar la Hagadá por lo que es, un testimonio histórico de los aprietos que hemos tenido los judíos en muchas épocas de nuestra historia, los cuales han sido demasiados, pero también como narrativa de la cual vienen tratando de escapar los judíos de los tiempos en los que seguía siendo un libro nuevo. Porque la verdad es que en muchas generaciones los judíos sacaban la mesa y guardaban los platos de Pésaj, y no se apresuraban por empacar y marcharse para reconstruir Jerusalén. Volvían a trabajar luego de descansar un día e intentaban adaptar sus vidas al mundo goishe del exterior. Y si bien la historia de la Hagadá era muchísimas veces algo trágicamente cierto, cuando los goím los echaban o los mataban antes de tener la oportunidad de irse, existían muchos otros lugares donde no era así, donde eran alcanzables la paz y la prosperidad y donde los goím eran vecinos y amigos amables. La Hagadá permanecía guardada en un armario, y se la sacaba solo una noche al año.

Una narrativa de la que se abusa con facilidad
El verdadero arte de la supervivencia judía es poder evaluar en cualquier momento o lugar si estamos viviendo en la Hagadá o no. Es la narrativa que evocamos en la noche del séder, nuestra realidad o un rasgo de nuestra historia, y quizás, Dios libre y guarde, un plan alternativo para la peor de las perspectivas que esperamos nunca tengamos que usar. Es una narrativa valiosa y con fuerza, que nunca debemos abandonar, pero la usan y abusan de ella con muchísima facilidad un primer ministro israelí que es manipulador y mal pensado, así como dirigentes y expertos judíos que son presumidos y condescendientes, los cuales dan cátedra desde los Estados Unidos.

Un millón y medio de judíos en Europa no creen estar viviendo en una generación en la que estén por ser destruidos, y si hay alguien que puede decir eso, son ellos. Algunos judíos cumplieron con el mensaje de la Hagadá y reconstruyeron Jerusalén. Quizás sea el mayor triunfo de la supervivencia judía, aunque aún haya que hacer mucho por la nueva construcción. Pero bajo ningún concepto se les puede faltar el respeto a aquellos que, luego de decir "el año que viene en la Jerusalén reconstruida", añaden mentalmente que "pero para nosotros es mejor vivir a gusto en Babilonia (o en París, Londres, Moscú o Washington)".

Fuente: Haaretz.com


Traducción al español: Rodrigo Varscher

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