La catástrofe de 2015: Los israelíes deben aprovechar la oportunidad de recuperarse rápidamente

parabibiokLa crisis horrenda del triunfo de la derecha constituye una oportunidad inédita para que aprendamos de nuestros errores y creemos un nuevo movimiento de masas.

En primer lugar, hay que reconocerlo. La gente expresó su voluntad. La elección se llevó a cabo de manera libre y limpia. Si es que los medios tergiversaron la situación, la tergiversaron en contra de la derecha.

Y tomando una decisión contra la corriente, la mayoría decidió que Biniamín Netaniahu fuera primer ministro, que Likud fuera el partido oficialista y que los partidos ultraortodoxos y nacionalistas fueran una parte esencial del gobierno.

Todo aquel que esperaba ver una repetición del año 1999, cuando se convirtió en primer ministro el laborista Ehud Barak, se topó con una versión intensa del año 1996 cuando Netaniahu se convirtió en primer ministro: una rebelión silenciosa y una noche de sorpresa, siendo coronado Netaniahu como emperador. La persona comprometida con la democracia no puede sino aceptar estos resultados porque eso es lo que decidió la mayoría, y la mayoría es soberana. En un proceso legítimo, Israel volvió a definirse como el Israel de Netaniahu.

Y, sin embargo, lo sucedido fue una catástrofe. A último momento, Israel tuvo la oportunidad de virar rápidamente para no estrellarse con el glaciar de la deslegitimación, pero optó por chocar con él. A último momento, tuvo la oportunidad de evitar el enfrentamiento con los palestinos, pero optó por enfrentarse con ellos. Una vez más, con los ojos bien abiertos, los israelíes optaron por seguir estando ciegos. En su sano juicio, optaron por la embriaguez.

Cuando se derrame sangre, se la derramará porque la antigua-nueva mayoría optó por no ver ni a los palestinos ni los asentamientos ni la ocupación. Cuando impacten las sanciones, impactarán porque la antigua-nueva mayoría les dio la espalda a los vientos del tiempo. Una turbia y vil campaña electoral terminó con una clara decisión que enterró la oportunidad de ser serios antes de darse de frente con la realidad.

Mejor dicho aún, lo que sucedió aquí fue un terremoto. La intensidad de la conmoción de 2015 fue igual a la intensidad del temblor de 1977, cuando Likud ascendió al poder, e igual a la de 1981, cuando ganó de forma inesperada.

No es coincidencia que hoy día estén deprimidos alrededor de un tercio de los israelíes. Basta con echarle un vistazo a la lista de la nueva Knéset: solo un cuarto aproximadamente de los miembros de la Knéset están plenamente comprometidos con la democracia. Basta con echarle una mirada a la conformación del gobierno que se espera que se forme: ultraortodoxos, colonos, nacionalistas y populistas.

Este país tiene varias tribus, y la dinámica violenta que se da entre ellas provoca que la tierra se abra una y otra vez y se trague la esperanza. En lugar de forjar un centro cuerdo y de progreso que dirija a las distintas tribus, hemos emprendido una constante guerra tribal que hace que tomemos decisiones irracionales e irresponsables.
Yair Garbuz sembró el odio y Netaniahu recogió lo sembrado. Los medios intentaron imponerles su opinión a las masas, pero las masas se rebelaron. El círculo vicioso de la guerra de las elites contra el pueblo y viceversa permitió que el mago convirtiera el país de ensueño en una tierra seca.

Es enorme la tentación de zambullirse en la desesperación. Luego del impacto, no es difícil aceptar la idea de que los israelíes son sionista-religiosos, medio racistas e incorregibles. Tras haber tomado conciencia de lo que se avecina luego de esta sombría noche, no es difícil sucumbir a un pesimismo irremediable.

Pero desesperarse no es una opción. Esta crisis horrenda constituye una oportunidad inédita. La inminente catástrofe es una orden para que actuemos. Debemos escarmentar, y debemos hacerlo rápidamente. Debemos aprender de nuestros errores. Debemos reinventar la rueda y crear un nuevo movimiento de masas que haga una labor ideológica y política fundamental.

La victoria de Netanyahu no es un pecado sino un castigo, un castigo por haber sido confiados y arrogantes. Es un castigo por haber sido superficiales y delirantes. Si los israelíes ilustrados entran en razón luego de este golpe aplastante, habrá esperanza. Habrá alternativa. Habrá otra oportunidad.


Tras haber fracaso de manera tan vergonzosa en las elecciones de 2015, debemos empezar la nueva campaña de inmediato. No podemos esperar un año. No podemos esperar ni un mes. Es esta semana. Hoy. Ya.

Fuente: Haaretz.com

Traductor: Rodrigo Varscher

 

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