El director de documentales Ori Gruder se inspiró en el episodio "Master of my domain" de la serie Seinfeld para dar a conocer cómo lidia con la prohibición de "desperdiciar la semilla" la sociedad ultraortodoxa.
Hace trece años, después de que el director de cine Ori Gruder adoptara un estilo de vida observante desde el punto de vista religioso, se topó con el difícil desafío que les plantea la religión a los varones adolescentes y a los hombres en general. Gruder, que ya conocía la prohibición religiosa de "desperdiciar la semilla", quedó asombrado al descubrir la seriedad con la que el judaísmo ve el acto de masturbarse. Se dio cuenta de que no tenía otra alternativa que hacer todo lo que pudiera para expiar los muchos pecados que había cometido anteriormente en ese aspecto. En su nuevo documental, Sacred Sperm, presenta una variedad de prácticas en las que se involucraba como forma de hacer penitencia: «Me sumergía en una mikve llena de cubos de hielo, ayunaba mucho, daba mucho dinero para beneficencia, y hay algo de lo que sigo acordándome de hacer: todos los años, voy al Monte Jermón y me revuelco en la nieve», dice mientras la cámara lo muestra quitándose la ropa y revolcándose desnudo en la nieve mientras reza, esperando poder purificarse.
En su película, que se proyectará el martes por la noche en la cinemateca de Tel Aviv y tres veces en la cinemateca de Jerusalén a partir del sábado, Gruder comienza una investigación sobre la prohibición judía de masturbarse, y rompe con la conspiración del silencio que rodea el tema en la sociedad ultraortodoxa (o jaredí). Habla sobre la dificultad que les plantea esta prohibición a los hombres que no están casados, conversa con los rabinos para aclarar los motivos de la prohibición, y hace preguntas de los hombres jaredíes para entender cómo debe educar a su hijo en ese contexto.
Por ejemplo, le pregunta a un amigo, al rabino Israel Aharon Itzkovitch (un jasid de la secta Vizhnitz y jaredí de nacimiento), si alguna vez vio semen. « ¿Dónde voy a ver semen? ¿Dónde? », pregunta Itzkovitch riéndose, lo que lo hace preguntarse a Gruder: « ¿Cómo se le puede enseñar al hijo de uno si uno sabe lo que sale del cuerpo? »
Itzkovitch le comenta que la educación de los hijos se basa, entre otras cosas, en la adquisición de hábitos, estando en primer lugar el hábito de nunca mirarse o tocarse el órgano sexual. « ¿Y por qué es así? Porque el ojo ve y el corazón desea, y estos son los medios para cometer la acción», señala. «Desde temprana edad se le enseña al varón jasídico a vigilarse, en otras palabras, a guardarse las manos».
Gruder se soprende al enterarse de que los varones jaredíes tienen que orinar sin tocarse los órganos sexuales, y que, a partir de los trece años de edad, todo hombre ultraortodoxo usa una especie de ropa interior larga y especialmente ancha que le permite orinar sin tocarse el pene.
Pero Gruder también sabe que todas estas cosas no impiden totalmente lo que se supone que deben impedir. Por tanto, pregunta lo siguiente: « ¿qué sucede con los adolescentes varones que hacen todo lo que deben hacer y aun así tienen erecciones? » «Se meten las uñas entre las piernas, se paran sobre los dedos de los pies, hacen ejercicios de relajación, lo dejan fluir y pasan a otra cosa», dice Itzkovitch de manera completamente natural. « ¿Eso es lo que te dicen cuando eres adolescente? », pregunta Gruder sorprendido. «Respirar profundo también puede ayudar. Saltar, caminar rápido», añade Itzkovitch.
Sacred Sperm, que se realizó con el apoyo de Canal 8, se estrenó el pasado mes de diciembre en el Festival de Cine judío, en Jerusalén, y ya ha conseguido un contrato de distribución para los cines estadounidenses, un logro extraordinario para un documental israelí. La identidad de Gruder como hombre ultraortodoxo le permite investigar los lugares en los que la sociedad jaredí no tiene ningún apuro en desvelar, a la vez que su personalidad poco común lo motiva a salir y a poner su cámara específicamente en los lugares más sensibles y más vulnerables sobre los que se habla muy poco en su sociedad. Mientras tanto, sus talentos cinematográficos y su pasado laico lo ayudan a traducir lo que va descubriendo en el lenguaje coloquial de la sociedad laica y en un fascinante documento cinematográfico.
En su película, Gruder dedica unos cuantos minutos conversando con los rabinos que le hablan sobre lo grave que es el pecado de masturbarse, y cómo lidia con ello la sociedad ultraortodoxa al educar a los niños y a los adolescentes, a quienes se les exige que vayan en contra de sus impulsos naturales en nombre de la religión. «Para mí ese es el tema más importante de la película y el tema más importante de los seres humanos: cómo le hacemos frente a algo que no va conforme a las leyes que nos enseñaro», le expresa Gruder a Haaretz. «El abordar el tema dando látigos no da resultado, y ahora los educadores del mundo jaredí se dan cuento de eso. Hoy en día, el método consiste en que si alguien cae, no lo debe ocultar, sino que debe venir a contárnoslo, porque entendemos que aquí hay algo que no está funcionado bien».
Si bien Gruder parece totalmente ultraortodoxo y su discurso está lleno de citas de la ley judía y de los rabinos, su pasado laico se asoma una y otra vez a lo largo de nuestra conversación y no hace ningún intento por negarlo. Por ejemplo, cuando menciona qué fue lo que lo inspiró para rodar la película, dice algo sorprendente. «Cuando hice Sacred Sperm, todo el tiempo tenía en la cabeza el episodio de Seinfeld que había mirado cuando era laico, "The Contest" ("La Competencia"). Ese es el episodio en el que deciden que nadie se va a masturbar y hacen una competencia para ver quién gana», indica Gruder con una sonrisa.
Gruder, nacido en Hertzlía en el año 1970, tomó el camino que toman los israelíes laicos de hacer el servicio militar, luego de lo cual hizo un largo viaje por el mundo y estudió cine en la Universidad de Tel Aviv. A los 30 años de edad, se hizo observante, justo dos años después de haber comenzado a trabajar en televisión.
«Carecía de paz interior», recuerda. «No lograba descansar, no estaba tranquilo. Había algo dentro de mí que estaba a punto de estallar y no sabía cómo calmarlo». El punto de inflexión llegó cuando lo enviaron a filmar algo en Uman, Ucrania. «Mi espíritu quedó muy impresionado con lo que vi allí», dice. «Sabía muy poco sobre Rabí Najman, pero cuando llegué, recibí algo muy fuerte que estaba extrañando en el mundo en el que me encontraba: un tipo de sentimiento general de calidez y de amor por el pueblo judío». (El tzadik del siglo XVIII está enterrado en Uman, y su tumba se ha convertido en un lugar al que peregrinan anualmente miles de jasidim en Rosh HaShaná).
Saciar la necesidad
Para Gruder, el hecho de volverse observante puso fin a su deseo. «Creo que en efecto todo artista es una persona inquieta, y expresa hacia afuera las cosas que le provocan inquietud», señala, mientras recuerda que luego de hacerse observante, dejó de trabajar en la televisión, rechazó muchas ofertas de trabajo, y se dedicó al estudio de la religión. Pero esa tranquilidad duró por un año más o menos. «Los rabinos que me orientaron se dieron cuenta de que en cierto momento tenía que volver a trabajar porque había vuelto la inquietud», dice. «Tuve suerte de tener un rabino que me comprendiera. Me dijo: "Escucha, tienes que volver a trabajar. De lo contrario, no estarás tranquilo". Yo también sentía que había algo dentro de mí que ardía de verdad, que necesitaba algo más. Así que el rabino me dijo: "Tienes que volver a trabajar en el área en la que trabajabas" ».
Así es como Gruder recibió un heter (dispensa religiosa) para volver a hacer películas. Actualmente, es un jasid de la secta de Breslav, está casado, tiene seis hijos y vive con su familia en Elad, en el centro de Israel. Todas sus películas tratan temas relacionados con la religión, el judaísmo y la fe, y están orientadas a un público laico.
Gruder indica que el hecho de haber optado por hacer películas específicamente para el público laico es la forma en la él que se mantiene en contacto con el mundo que abandonó. «No me desvinculé de ninguno de mis amigos», señala. A su vez mantuvo contacto con los productores Galit Benglas e Ido Zukerman, con quienes trabajó en Zoom Productions; son los que le sugirieron que aprovechara su acceso al mundo ultraortodoxo para proponerle temas a Canal 8. Pero cuando le dijeron que les habían dado el permiso para comenzar a rodar Sacred Sperm, Gruder se asustó, y no estaba para nada seguro de que los rabinos le permitieran rodar una película que tratara sobre ese tema. Con aprensión les preguntó qué opinaban, y le advirtieron que era un tema recatado, complejo y complicado, y que podía ser que no encontrara jaredim dispuestos a hablar sobre el tema. Pero le permitieron hacer la película.
«En mi humilde opinión, creo que lo permitieron debido a cómo se presenta la situación actual», señala. «Antes era imposible poder hablar de un tema así. Pero hoy día, los adolescentes jaredíes pueden encontrar cualquier cosa presionando nomás unos botones, y eso lo cambia todo. Dado que el mundo ultraortodoxo es un lugar tan cerrado como un invernadero, en cuanto se mete algo que no es bueno, es capaz de propagarse rápidamente y hacer mucho daño. Me parece que los rabinos creen que llegó la hora de poner estos temas sobre la mesa y hablarlos».
Gruder observa que, durante las últimas semanas, muchos jaredim descargaron la película por Internet y ahora está corriendo por los grupos de WhatsApp de los estudiantes de las yeshivot como reguero de pólvora. «No hay siquiera una persona dentro de la sociedad ultraortodoxa que no se haya enterado de la película», indica, mientras agrega que así es como la película logró sacar otro problema a la superficie y forzar a que los rabinos lo trataran: el hecho de que muchos jaredim consuman los contenidos de la Internet, a pesar de la rotunda prohibición de hacerlo en la sociedad ultraortodoxa.
Fuente: Haaretz.com
Traducción al español: Rodrigo Varscher