Extranjeros en su propio país

etgar 620okLiberales y demócratas israelíes se sienten ajenos a su gobierno. Las elecciones que se avecinan podrían zurcir esa ruptura.

«Desde que tuvo lugar la guerra, siento como si no estuviera aquí», dice mi vecino izquierdista mientras su perro me hace pis en la reja de mi casa. «Camino por la calle y siento como si la suela de mis zapatos ni siquiera tocara la inmundicia que está toda esparcida alrededor de mí.

Como si estuviera suspendido en el aire a 20 centímetros de la vereda. ¿Sabes a lo que me refiero? Soy como un turista en un país del cual no se siente parte. Es un sentimiento espantoso ».

Esa no fue la primera vez en que oí a alguien hablar sobre el momento en que se volvió un extranjero en su propio país. Algunos estadounidenses me mencionar algo parecido cuando George W. Bush fue elegido para un segundo mandato, y otros, en el lado opuesto del espectro político, comentaron haber tenido esa experiencia cuando Barack Obama asumió el poder. La situación en la que el ciudadano cree en una administración en particular y termina siendo distinta es algo común y normal en todos los países democráticos. Pero existen otros momentos, menos frecuentes y más difíciles, en los que el votante siente que la administración electa no solo no representa su visión, sino que tampoco representa el espíritu de su pueblo.

Ha habido un número de momentos así en la breve historia del Estado de Israel, y parece que cuanto más se debilita la cohesión social, más frecuentes y más intensos se vuelven. En la época de los Acuerdos de Oslo, muchos de los que defendían un Gran Israel creían que el gobierno se estaba desviando de su mandato al intentar darles a los palestinos un territorio que creían que Dios se lo había dado. Con el correr del tiempo, ese sentirse ajeno al gobierno condujo al asesinato de un primer ministro que estaba en funciones. Un acontecimiento que fue igual de traumático para el pueblo del Gran Israel fue la retirada de Gaza, cuando muchos de ellos vieron al ejército, enviado para evacuarlos a la fuerza, como una fuerza cruel y extranjera y no como el ejército de su pueblo.

Y en la actualidad, bajo el gobierno más anti-liberal y racista de la historia del Estado de Israel, a un público distinto le ha llegado el turno de sentirse no representado y distanciado de su propia dirigencia. El nombre que utilizan los líderes del ala derecha para catalogar a ese público, el cual fue amenazado y boicoteado el verano pasado, es el de "la izquierda radical". Pero esa designación populista no es para nada cierta: prueba de ello es el hecho de que el presidente de Israel, Reuven Rivlin, un integrante importante del ala derecha de Israel, sea uno de los que más abiertamente critica al gobierno y el camino no democrático por el cual nos está llevando. Por tanto, "izquierdistas" es una denominación equivocada para todas aquellas personas que sienten que el espíritu de la dirigencia del país se apartó del espíritu de su pueblo. Con mayor precisión se los podría llegar a llamar liberales y demócratas porque creen que la igualdad y la libertad de expresión son aspectos vitales de la actual sociedad judía, en particular a la luz de la persecución y de las injusticias que sufrió nuestro pueblo a lo largo de la historia.

Durante los últimos seis meses, Israel ha pasado por muchos acontecimientos que socavaron su carácter democrático y liberal. A nivel político, durante la operación del Margen Protector, oíamos cómo pedía nuestro ministro de Relaciones Exteriores que se boicoteara a los comercios árabes puesto que sus dueños se identificaban con el sufrimiento de los civiles de Gaza. Vimos lo provocador que fue el hecho de que ingresaran familias judías a los barrios árabes de Jerusalén Oriental, y vimos la visita, igual de provocadora, de un miembro de la Knéset al Monte del Templo. En la esfera legislativa, se llevaron varias leyes problemáticas a la mesa de la Knéset, siendo la más flagrante la Ley de los Inmigrantes Ilegales y el proyecto de ley por un Estado judío, que tanto una como la otra fueron pensadas para distinguir entre los ciudadanos judíos del país y los que tienen creencias religiosas distintas. Pero es solo en los pasillos de la Knéset donde arrasa este espíritu combativo: desde el secuestro y asesinato de tres chicos adolescentes en Gush Etzion el pasado mes de junio, hemos sido testigos de una ola de crímenes de odio que comenzó con el horroroso asesinato de un joven palestino, continuó con las revoltosas manifestaciones durante la boda de un hombre árabe y una mujer judía en Iafo y culminó, hace algunas semanas, en la escuela bilingüe que fue incendiada, la cual ha sido uno de los mejores ejemplos y más conmovedores de la coexistencia árabe-judía en Israel.

No existe mejor momento que una nueva campaña electoral para hacerlos bajar a tierra a mi vecino izquierdista y a su perro. En lugar de meter la cabeza en un buen libro, se verá obligado a observar la realidad a los ojos y colocar una papeleta dentro de la urna en lo que podría llegar a ser las elecciones más importantes de la historia de Israel. Y si opta por no hacerlo, será en parte responsable de toda aquella injusticia que suceda. En el fondo, todos los ciudadanos de este país saben que las próximas elecciones determinarán no solo nuestro futuro político y económico, sino principalmente el futuro social y moral de este país. ¿Aspiramos a ser un país que primero que nada sea judío y recién después democrático, como lo exigen los formuladores originales del proyecto de ley por un Estado judío, o trataremos de ser una sociedad igualitaria que, mientras mantiene su identidad judía, no distinga ni discrimine contra los ciudadanos que tienen creencias religiosas distintas? Algunos dirán que si no optamos por tener el Tercer Templo, estaremos como en Sodoma y Gomorra. Otros afirmarán que si no nos aferramos al modelo occidental, acabaremos como en Irán.

En lo personal creo que un Israel liberal y no discriminatorio no es solo un estado con un mayor espíritu judío que cualquiera de los demás modelos que pueda llegar a proporcionarnos el proyecto de ley por un Estado judío: es también un estado mucho más fuerte y mucho más duradero. Pero para poder alcanzar eso, vamos a necesitar que mi vecino izquierdista y el resto de sus amigos desesperados vuelvan a la acción, mientras enfrentamos el difícil presente de este país al encaminarnos, con suerte, a un futuro mucho mejor.

Fuente: tabletmagazine.com

Traducción al inglés: Sondra Silverston
Traducción al español: Rodrigo Varscher

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