Un selecto estante judío de la gran biblioteca universal

librosjudioslaicosokLa ambiciosa tarea de intentar definir un nuevo canon judío fue emprendido por un grupo de intelectuales judíos de todo el mundo. Lo hicieron en el campo de la literatura solamente: intentar abarcar todo el compendio escrito de la vivencia histórico-cultural judía habría sido tal vez arrogante. Incluso así, la lista diseñada durante un año y medio de trabajo podría ser discutida. Lo que no se le puede discutir es su buena intención, empezando por la de difundir la literatura judía entre los propios judíos.

El 10 de diciembre del año pasado el National Yiddish Book Center de los Estados Unidos dio a conocer la culminación de un ambicioso proyecto que llevó más de un año y medio de trabajo a un calificado grupo de expertos: la elaboración de una selección de las "100 mayores obras de la moderna literatura judía". El criterio para lo que se denominó "la redifinición del Canon Judío" fue establecido por el fundador y presidente del Yiddish Book Center, Aaron Lansky: son libros judíos los que exploran la experiencia o la sensibilidad judía y han sido escritos por judíos. El período a considerar iba desde la Haskalah (Iluminismo) hasta hoy y serían considerados libros en todos los idiomas, hayan sido o no traducidos al inglés. El término "literatura" abarcaría un amplio espectro de géneros que incluye poesía, teatro, ficción y memorias, excluyéndose la no-ficción en todas sus manifestaciones.

"La lista es un testamento a la diversidad de la moderna literatura judía", dijo el Dr. Jeremy Dauber, profesor asistente de ídish en la Universidad de Columbia y director del proyecto. El Prof. Dauber fue acompañado en el jurado por Glenda Abramson, de la Universidad de Oxford , el Prof. Robert Alter, de la Universidad de Berkeley en California, los críticos literarios israelíes Hillel Halkin y Gershon Shaked, Kenneth Turan, del Los Angeles Times, Ilan Stavans del Departamento de Lenguas Romances del Amherst College de Massachusetts y la Prof. Ruth Wisse de la Universidad de Harvard.

La lista de alguna manera rinde un gran tributo a la enorme vitalidad de la literatura israelí moderna. Treinta de los libros pertenecen a esta literatura, 25 a la literatura ídish, 17 al mundo de habla inglesa y 28 al resto de los países en los idiomas alemán, francés, ruso, español, portugués e italiano.

En un intercambio de mensajes electrónicos, Ilan Stavans, un mexicano profesor del College Amherst y único miembro latinoamericano del jurado, me describió en estos términos el método de trabajo empleado por el grupo: "El método de selección fue extraordinariamente riguroso. Nos reunimos los miembros del jurado por largas horas durante dos fines de semana completos en el 2000 y el 2001. Cada miembro ofreció al principio su propia lista. Los títulos fueron agregados en una lista maestra de unos 350 libros o más. Luego se hizo una deliberación pormenorizada de cada uno de estos libros, seguida por una votación; el libro pasaba a la lista final si tenía mayoría o bien era descartado. En el proceso también podían agregarse otros libros más".

Una de las muchas objeciones posibles a la lista es que hay una representación considerable de la literatura anglo-sajona y una demasiado magra de América Latina. Los tres títulos latinoamericanos incluidos son inobjetables: Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff, La vida a plazos de Don Jacobo Lerner de Isaac Goldenberg y O centauro no jardin de Moacyr Scliar, pero sin duda habría otros títulos latinoamericanos que merecerían figurar en la lista, en primer lugar, La gesta del marrano de Marcos Aguinis. A esta objeción me respondió Stavans que La gesta... es un libro que él admira y aspira a publicar en los Estados Unidos, pero que quedó en una de las listas anteriores a la final.

NOTABLE PUNTERIA

Desde mi óptica personal, el grupo mejor elegido en la selección es el de la literatura ídish. Por supuesto están los tres grandes, Mendele Mojer Sforim, Scholem Aleijem y I. L. Peretz, pero también están los autores de los dos clásicos del teatro judío: S. Ansky, autor de El Dybuck y H. Leivick autor deEl Golem, novelistas enjundiosos como Schalom Ash y Jaim Grade, autores judíos soviéticos asesinados por el stalinismo como David Bergelson, Peretz Markish, Der Nister y Moishe Kulbak, y poetas de envergadura como Katia Molodovsky, Itzig Manger,Yacov Gladstein y Abraham Sutzkewer. Naturalmente no falta el único Premio Nobel de Literatura, Isaac Bashevitz Singer, al igual que su hermano mayor I. J. Singer, representado por su obra maestra Los hermanos Ashkenazi.

En la literatura hebrea, la selección es muy amplia y generalmente tiene una notable puntería. Por ejemplo, de la obra de Amos Oz, el jurado no optó por ninguna de sus novelas más conocidas, como Mi Mijael o La tercera condición , sino por su estupenda "nouvelle": Ad mavet (Hasta la muerte) uno de los más sutiles estudios de la patología del antisemitismo de toda la literatura universal y al mismo tiempo una exquisita obra de arte por sus refinamientos de escritura.

En cambio, no me pareció feliz la elección hecha en el caso de S. Yzhar. Creo que una selección de sus cuentos breves lo hubiera representado mejor que la demasiado extensa, repetitiva, retórica y estática novela río Yimei Ziglag (Los días de Ziglag). En cuanto a A. B. Yoshúa yo hubiera preferido El señor Mani a Molko, el libro elegido por el jurado. Pero es necesario admitir que la lista de escritores israelíes no registra ausencias significativas, desde Agnón y N. Alterman a Meir Shalev y Sami Michael. Por razones sentimentales lamento la ausencia de poetas queridos como Abraham Schlonsky o Lea Goldberg pero puedo entender las razones del jurado para preferir a Yehuda Amijai y Natan Zaj (además de los clásicos Bialik, Tchernijovsky, Rachel y Uri Z. Grinberg).

Curiosamente no figura en la lista la compañera de Agnón en el Premio Nobel de 1966, Nelly Sachs. En cambio sí figura la gran poeta judeo-alemana Else Lasker-Schüller, fallecida en Jerusalem al igual que el poeta rumano en lengua alemana Paul Celan que sobrevivió al Holocausto y se suicidó en París en 1970.

Con ello, a mi juicio, la literatura centro-europea no está suficientemente representada. Es cierto, no faltan ni León Feuchtwanger ni Elías Canetti ni Joseph Roth y por supuesto Kafka ocupa un lugar de privilegio en la lista. Asimismo han sido incluidos los escritos judíos de Heine. Sin embargo, sería fácil elaborar una larga lista de ausencias injustas empezando por Arthur Schnitzler y terminando por Stephan y Arnold Zweig.

Si hay un reproche que no puede hacerse a los integrantes del jurado es que dejaron de lado el tema del Holocausto. Por lo menos 10 de los 100 libros se ocupan de una forma u otra del tema. Si en general, el Comité de Selección se ha atenido estrictamente al criterio de incluir en la lista ficción y sólo ficción, ha sido flexible en el caso del Diario de Ana Frank que sin duda es una historia real y desde el punto de vista del género es un libro de memorias. Asimismo ha sido flexible con la polémica inclusión de la novela en historietas Maus: la historia de un superviviente de Art Spiegelman.

Un aspecto interesante del trabajo es el descubrimiento de algunas joyas ignoradas o desconocidas. ¿Quién escuchó hablar alguna vez de El revelador de secretos de Alfred Perl (1819) o de Cenizas en la manga de un joven (1954) de Dannie Abse?

Naturalmente esta no es ni la última palabra ni es un canon indiscutible. Uno de los miembros del jurado, Robert Alter, fue muy honesto en declarar aThe Jewish Week de Nueva York: "Por supuesto que existe un elemento de arbitrariedad. Podríamos hacer otra lista, igualmente representativa y los libros comunes no pasarían del 25%."

Sin embargo, es indiscutible que con esta valiosa iniciativa el National Yidish Book Center de los Estados Unidos ha rendido un valioso servicio a la cultura judía contemporánea. Ahora será necesario editar, traducir, reeditar y difundir los libros en la mayor cantidad de idiomas que sea posible. Será una tarea titánica pero sin duda valdrá la pena.


Egon Friedler - Mar - 2002

 

 

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