Gracias, Jabad

The-Shalom-Hartman-InstituteokEl domingo de noche bailé en un hangar del puerto de Brooklyn con cinco mil de los judíos más valientes y más dedicados del planeta. Era la reunión anual de los emisarios de Jabad, los tipos que usan sombrero negro y traje negro que siempre están a la orden para cualquier judío, en cualquier momento y en cualquier lugar, desde Ucrania hasta North Dakota y hasta Corea del Sur.

Nos hemos acostumbrado a ellos, damos por sentado que están presentes entre nosotros. Pero qué regalo que son para el pueblo judío. En una época en la que aumenta el odio hacia los judíos en todo el mundo, ellos responden con coraje, devoción y abnegación. En muchos lugares, son la cara visible del pueblo judío. Ser el judío en las calles de Europa, África del Norte; ¿cómo lo hacen? ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué dejan el confort y la seguridad de las comunidades jasídicas en las que se criaron y salen a los confines más remotos del mundo judío? ¿Por qué crían hijos jasídicos en lugares en los que van a ser los únicos niños jasídicos, siendo a menudo los únicos judíos observantes? ¿De dónde sacan la energía y el entusiasmo inagotables para viajar por todo el mundo para conseguir que los judíos se pongan los tefilín y enciendan las velas de Shabat?


Lo hacen porque creen que estamos viviendo en la época de la redención, ¿y quién sabe si esa mitzvá que logran que cumpla ese judío no va a ser el punto de inflexión? Porque creen que, debido a los estragos por los que pasó la vida de los judíos en los últimos 200 años, se requiere una contra-fuerza espiritual.


Pero por sobre todo, lo hacen por el Rebe. Aunque más de la mitad de los hombres que había en el hangar, según uno de los que habló, eran muy jóvenes como para haber conocido siquiera al Rebe, que murió en 1994, ellos son sus emisarios. Partieron hacia el desierto judío porque les pidió a sus jasidim que fueran sirvientes del pueblo judío, que cuidaran del alma judía. Y aún sigue estando con ellos. «Nada sucede sin el Rebe», me decía un emisario de una remota ciudad de Argentina de la que nunca había escuchado nombrar.


En mi billetera tengo un dólar, que recibí del Rebe, junto con su bendición. Lo conservo como algo que me mantiene conectado con él. Otros líderes jasídicos trabajaron para reconstruir sus comunidades luego del Holocausto; el Rebe trabajó para reconstruir al pueblo judío. Por eso es que hay jabadniks procedentes de Marruecos e Irán; por eso es que el zapatero bukhariano de la calle Emek Refaím de Jerusalén tiene un póster del Rebe colgado en su tienda. El Rebe es el Rebe del pueblo judío.


Difiero con Jabad en muchas cosas. Pero no importa. Eso no les importa ni a ellos ni a mí. Lo que nos une es el amor. Me aman por la sencilla razón de que soy judío.


Me invitaron a la reunión mis amigos, el rabino Zalman Shmotkin y el rabino Motti Seligman, quienes dirigen los extraordinarios medios de divulgación e información de Jabad que funcionan de enlace para con los judíos. Lo que los hace especialmente extraordinarios a estos medios de divulgación e información es que no solo tratan de conseguir que los periodistas escriban sobre Jabad, sino que estos participen de los festejos de Jánuca o de un séder, porque los periodistas, por sobre todo, son hermanos judíos, que comparten la responsabilidad de contribuir a que llegue la redención al mundo.


En estos días me he sentido especialmente identificado con Jabad y con el Rebe. En parte es porque he estado leyendo la maravillosa biografía que escribió Joseph Telushnik sobre el Rebe, la cual lleva el simple título de "Rebbe". Pero también me he sentido identificado con ellos porque, a raíz de la masacre que hubo en una sinagoga de Jerusalén la semana pasada, siento una conexión especial con la mitzvá de los tefilín. Cuando es literalmente cortada una mano con los tefilín puestos, creo que ponernos los tefilín con mayor devoción constituye una forma de responder noblemente como judíos.


Cinco mil emisarios bailaban en círculos desordenados que se fusionaban, se desintegraban y volvían a formarse, mientras cantaban nigunim rusos, melodías sin letras que se escribieron en fríos y hostiles lugares para mantener viva la fe judía. Un baile de alegría, de victoria. Por supuesto que de victoria. ¿Que hay antisemitismo? ¿Que hay odio hacia Israel? Los jabadniks se ríen. ¿Acaso no ves los milagros con los que convivimos a diario? ¿Acaso no ves que Dios está presente en Israel y en el pueblo judío? ¿Acaso no ves la redención que se avecina?


Mientras tanto, hay cosas que hacer en Des Moines y en Katmandú.


Cuando terminó el baile, le pregunté a mi amigo, Motti: « ¿Terminó? »
Me refería al evento.


«Nunca se termina», dijo Motti.

Fuente: Times of Israel


Traducción al español: Rodrigo Varscher

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