El festival de cine de Nueva York que saca a relucir al “otro” Israel

otherisraelokEl Other Israel Film Festival cree que es fundamental tender puentes entre las díscolas comunidades del país, en especial en este momento.

En el mes de julio, mientras se iniciaba el enfrentamiento en Gaza, Carole Zabar concurría al Festival de Cine de Jerusalén. La fundadora del Other Israel Film Festival (y esposa de Saul Zabar, del emporio Zabar´s de Nueva York, que hace los sándwiches de bagel y salmón ahumado) se encontraba revisando los trabajos para su propio evento cinematográfico.

Muchos participantes no se presentaron al intensificarse los bombardeos e incluso los de izquierda parecían estar mucho más preocupados por la seguridad de Israel que por el aprieto en el que se encontraban sus ciudadanos árabes. «Los ánimos estaban muy decaídos», recordaba Zabar la semana pasada. «Saul me miró y dijo: "Muchacho, este año se va a tener que retroceder el evento" ».

Pero no fue así. Al finalizar la semana pasada el octavo Other Israel Film Festival en el Manhattan JCC, Zabar indica que el festival nunca había tenido tanto éxito como esta vez, el cual contó con 10.000 concurrentes, entradas agotadas y salas llenas, así como con paneles de debate; siendo todo esto un testimonio del lema de este año: "Ahora más que nunca".

«Creímos que, tras un verano tan polarizante, había una verdadera necesidad de tender puentes y ver la otra cara», indica el director ejecutivo del festival, Isaac Zablocki. «Carole y yo creíamos firmemente en la capacidad que tiene el cine de crear los cambios. Ella realmente quería que la comunidad estadounidense comprendiera la complejidad de la vida de los árabes en Israel y viera más allá de los eslóganes».

El reparto de este año no rehuyó de eso, el cual inició el festival con la película "Life Sentences" ["Cadenas perpetuas"], que trata sobre un hombre israelí cuyo padre era un oficial de alto rango de la Organización para la Liberación de Palestina y líder de Hamás, y cuya madre era una judía ortodoxa. Su partida identidad es quizás la mejor metáfora para un país dividido que está cada vez más en las garras de los grupos extremistas.

La película, co-dirigida por Nurit Kedar, se llevó a casa el premio a mejor documental en el Festival de Cine de Jerusalén en el pasado mes de julio, y recibió el mismo entusiasmo en las costas estadounidenses, aunque algunos se erizaron por la forma en la que se representó a los judíos en el documental. Sin embargo, tal como observa Zablocki, los judíos estadounidenses tienen distancia y perspectiva para lo que son los temas que se presentan en la película.

«El hermano de Saul, que nunca comprendía la importancia de este festival en años anteriores, pudo finalmente comprender lo importante que es luego de haber visto esta película», señala Zabar. «Entendió, en la historia de este mismísimo hombre, lo dividido que se encuentra el país».

Aunque son pocos los individuos que están tan fragmentados como el protagonista de la película, Nimer Ahmad (que también se llamaba "Shlomo", "Mommi" y "Salomón", dependiendo del lugar y de las personas con las que estuviera viviendo), muchos cineastas y panelistas hablaron de sus identidades conflictivas y lo a menudo que se sienten atrapados entre la espada y la pared.

«Los palestinos más radicales dirían que soy un traidor», dice el actor y cineasta árabe-israelí Mohammad Bakri, quien estaba allí para presentar su cortometraje, "Blackness" ["Oscuridad"], y cuyo documental del año 2003 "Jenin, Jenin" fue censurado al principio y casi lo ponía en la cárcel.
No me voy a ningún lado
Para los que afirman que el festival de Zabar es redundante porque está el Festival de Cine de Israel en Nueva York, el cual presentó dos de las películas de su reparto, Bakri señala que esta otra perspectiva que no fue censurada es única.

«No se suelen escuchar las otras voces de Israel en los Estados Unidos y es muy importante traerlas a la comunidad judía de aquí, en especial en este momento», indica. «La mayoría se ahoga en el miedo o es manipulada. Y las cosas se han puesto graves. ¿Pero perdí las esperanzas? No. No estaría aquí si me sintiera así. Soy israelí y no pienso irme a ningún lado».

Esos sentimientos contrastaron fuertemente con el escritor árabe-israelí y columnista de Haaretz Saied Kashua, quien integró un panel el sábado pasado luego de haberse emitido su exitoso programa de televisión "Arab Labor". Declaró que estaba contento de no haber comenzado una quinta temporada de su humor negro.

«No me quedan más esperanzas por Israel», dijo, haciendo eco de la columna que había escrito en Haaretz en el mes de julio, "Why Sayed Kashua is leaving Jerusalem and never coming back" ["Por qué Saied Kashua se va de Jerusalén y no regresa nunca más"]. Luego comentó que se había mudado a Champaign-Urbana, Illinois, donde, al inscribir a sus hijos en la escuela y al completar las solicitudes de inquilino para alquilar una vivienda, se enteró de que no se le consideraba una minoría en los Estados Unidos.

«Busqué el casillero que dijera "árabe", en el renglón donde tenía que marcar mi origen étnico», dijo. «Pero no vi nada. Entonces le pregunté a la propietaria qué era lo que tenía que hacer. Dijo: "Eres caucásico". Así que heme aquí, finalmente siendo parte de la mayoría. Se siente muy bien ser blanco. Allí no tengo futuro. Aquí sí».

Pero la visión de que la sociedad israelí alcanzó su nadir fue enérgicamente refutada por Sammy Smooha, profesor de sociología de la Universidad de Haifa, quien estudió relaciones étnicas comparadas y el conflicto en Israel a lo largo de las últimas décadas. «Las actitudes están cambiando y hay una mayor tolerancia en general», afirmó mientras citaba los resultados de un estudio demográfico llevado a cabo en 2012. Les preguntó cuáles eran los pasos que los israelíes estarían dispuestos a dar para asegurar que los árabes se sintieran más como iguales, y el 73 por ciento dijo que deben participar en las coaliciones de gobierno y el 55 por ciento cree que los ciudadanos árabes deben recibir fondos en proporción a lo que ocupan dentro de la población.

«Las cosas están mejorando y no está tan polarizadas como pensamos», dijo Smooha, antes que lo callaran los demás panelistas.

La periodista árabe-israelí Lucy Aharish hizo referencia a una entrevista que condujo en el verano, en la cual un seguidor del difunto rabino Meir Kahane le dijo que ella no tenía lugar en la sociedad israelí. La cantautora y actriz Mira Awad habló sobre la forma en la que los medios de comunicación social contribuyeron a aumentar la división en vez de tender puentes. «Durante la guerra de Gaza, mi página de Facebook daba miedo», señaló. «Recibí amenazas de muerte de ambos bandos».

Espíritu de armonía

Pero la condena no logró desanimarla del todo. El fin de semana pasado acompañó a David Broza en una actuación en vivo, luego de haberse proyectado su película "East Jerusalem, West Jerusalem" ("Jerusalén Oriental, Jerusalén Occidental"), la cual trata sobre la grabación de su último álbum que se realizó en el Estudio Sabreen del músico palestino Said Murad, en Jerusalén Oriental.

Si bien su documental ofrece un atisbo de la hermosa música que se puede hacer cuando se juntan en un espíritu de armonía los palestinos de Cisjordania, los árabes de Jerusalén Oriental, los que viven en los campamentos de refugiados y los judíos, termina con hombres ultra-ortodoxos gritando "Muerte a los árabes", lo que provoca que los árabes respondan con "Muerte a los judíos".

Broza inició un programa musical para acercar a los estudiantes del campamento de refugiados Shoafat de donde proviene el músico de G-Town que se invitó a participar en el álbum. Sin embargo, no ha sabido nada del rapero desde que comenzó la guerra de Gaza. «Todo está a la espera», indica. «Pero esperamos poder continuar».

Otras películas captaron los relatos de los filipinos, los cristianos y los judíos iraquíes. Uno de los actores más afanosos de la semana fue Menashe Noy, quien co-protagoniza en "Arab Labor", "Farewell Baghdad" (también conocido como "The Dove Flyer"), en "Sweets", así como también en "Gett", que no se proyectó en el festival pero se llevó a casa el mejor premio en los Ophir anuales y es el aspirante israelí a ser premiada como la mejor película extranjera en la entrega de los Oscar en 2015. El actor judeo-iraquí integró varios paneles y llevó a su país el mensaje del festival: "Ahora más que nunca".

«Luego de la segunda intifada, Israel se encontraba en un punto bajo desde el punto de vista moral», indicó. «Pero llevó a que se hicieran trabajos muy importantes en materia de cine. Creo que tenemos que aprovechar este momento como artistas y actores, escritores y cineastas».

Dror Moré, en cuyo documental "The Gatekeepers" se entrevistó a seis ex jefes del servicio de seguridad de Israel Shin Bet y en el que se describió la ocupación como una amenaza para la democracia de Israel, fue más retorcido. « [El primer ministro Benjamín] Netaniahu nunca tuvo un entorno tan fuerte como este», dijo el domingo pasado.

Pero quizás les lleve un tiempo a las semillas del cambio para que puedan crecer. Es verdad, la premisa del Other Israel Film Festival es audaz, pero al concluir el festival el jueves pasado, el público se fue con una comprensión más profunda de los desafíos a los que se enfrenta Israel y a los que se enfrentan las "otras" poblaciones.

Si los que concurrieron al festival se ven estimulados a cambiar, Zabar los deriva a uno de los patrocinadores, tales como Hand in Hand, el cual promueve la educación árabe-israelí en Israel. Pero no es su objetivo llevar a cabo reformas sociales propiamente dichas.

«Lo importante es humanizar a los árabes y a las tantas otras minorías que viven en Israel, ir más allá del cliché», dice ella. «Una vez que se haga eso, el diálogo es más fácil. La sociedad israelí es compleja y está cargada de matices. El cine tiene la capacidad de mostrar las cosas en profundidad. Y recién entonces podemos comenzar a entendernos los unos y los otros».

Fuente: Haaretz.com


Traducción al español: Rodrigo Varscher

 

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