“Este verano me di cuenta de que había perdido mi guerra”IV

keretyamigook19 DE SEPTIEMBRE. 13:23. CORREO DE ETGAR KERET (TEL AVIV) A SAYED KASHUA (CHAMPAIGN, ILLINOIS)
Hola Sayed:
Tu última carta ha sido difícil de digerir, pero no es culpa tuya, sino de la situación, que pesa una tonelada. Hace solo unos días paré en la calle a un taxista muy amistoso.

Después de enseñarme fotos de sus hijos, me ofreció un caramelo de menta y me invitó a ver algunos vídeos de las decapitaciones del EI en su teléfono ("Le advierto que no es para remilgados") y luego se puso a hablar de cómo se gana la vida. "La gente no ha puesto el pie en la calle durante la guerra", decía, "estaba de pésimo humor.

Y cuando la gente está de pésimo humor, yo no me gano la vida". Su monólogo pasó enseguida a la política, y sorprendentemente, dijo de repente. "Ya basta. Estoy harto. Una guerra cada año y medio. Nunca lograremos acabar con ellas, así que deberíamos darles un país y dejarles que se atraganten con él. El caso es que nos dejen en paz". Me pedías que intente explicar por qué siguen ocurriendo las injusticias que describes, y añadías que no debía decir que es por el miedo. Así que intentaré explicarlo, aunque ni siquiera estoy totalmente seguro de entenderlo yo mismo, y no diré que es por miedo, porque lo que sentí a mi alrededor durante la pasada guerra no fue miedo sino una sensación general de impotencia y desesperación.

Durante la guerra leí los resultados de un sondeo que afirmaba que casi el 90% de los israelíes está a favor de ocupar toda Gaza y deponer a Hamás, pero el día antes, me encontré con los resultados de un sondeo distinto que indicaba que casi el 80% de los israelíes no cree que la ocupación de Gaza provoque la caída de Hamás. Una sencilla operación matemática demuestra que la mayoría de los israelíes que apoya el uso de fuerza y más fuerza no piensa realmente que eso vaya a resolver el problema, simplemente no cree que haya alternativa. "La violencia es el último refugio del incompetente", decía Isaac Asimov, y en la última guerra, en muchos ciudadanos israelíes, el deseo colectivo de imponerse por la violencia estuvo inspirado por la misma necesidad que lleva a alguien a patear una máquina expendedora que se ha tragado su moneda sin soltar la lata de refresco: no lo hace porque piense que eso vaya a ayudarle a llevarse el refrescante líquido a sus resecos labios, sino porque no se le ocurre qué otra cosa hacer.

Las explicaciones que oigo de muchos conocidos son: el fundamentalismo islámico está cobrando fuerza en todo el mundo, los Gobiernos de la región son inestables, y todas las negociaciones acabarán con la pérdida de territorio sin compensación, porque de todos modos allí no hay nadie a cargo. Y eso es solo lo que oigo de personas que procuran ser racionales. Otros muchos rechazan sin más cualquier idea o iniciativa alegando cosas como que "no quieren la paz, y no van a dejar de luchar hasta quedarse también con Tel Aviv y Jaffa". Pero todas estas afirmaciones dudosas no logran ocultar un sentimiento: la desesperación. Y la desesperación es un sentimiento mucho más peligroso que el miedo. Porque el miedo es un sentimiento intenso, y aunque pueda resultar momentáneamente paralizador, al final exige acción, y sorprendentemente, también puede crear soluciones. Pero la desesperación es un sentimiento que exige pasividad y aceptación de la realidad aunque esta sea insoportable, y que ve cada chispa de esperanza, cada deseo de cambio como un enemigo taimado.

Me es fácil entender por qué tantos israelíes han escogido la desesperación. La historia de este conflicto es infinitamente deprimente. Hemos visto tantas oportunidades perdidas, demostraciones de desconfianza y falta de valentía en ambos bandos a lo largo de los años, con una persistencia similar a la de las fuerzas de la naturaleza. Pero incluso si todos tenemos la culpa del fracaso, los israelíes (siento arrastrarte también a ti a esto, Sayed, pero ni mil tarjetas de residencia te servirán de nada; para mí, tú siempre serás israelí), somos los únicos capaces de empezar un proceso que nos rescate de esta situación inhumana. Israel es el bando más fuerte de este conflicto, y como tal, es el único bando que puede de verdad iniciar el cambio. Y para hacerlo, tiene que desprenderse de esa desesperación.

Y yo creo que ocurrirá. Creo que esta desesperación es temporal aunque haya bastantes elementos políticos que prefieran vernos desesperados. (...) Cuando miro a mi alrededor, aparte de la minoría de judíos mesiánicos que hacen cabriolas en la cima de los montes y en el Kneset [Parlamento israelí], no veo a nadie contento con la situación actual y dispuesto a aceptarla. Solo algunos de ellos tienen un problema moral con la ocupación, pero incluso los que no lo tienen comprenden que mientras los palestinos no tengan un país, a nadie le va a ir bien aquí. (...) Sí, esta situación temporal es terrible, pero paradójicamente, cuanto más empeore, más inevitable se hace el cambio.

Lo sé, Sayed, lo sé, siempre que me entusiasmo con algo parezco un hippieebrio, así que voy a acabar esta carta con una historia algo menos deprimente, para equilibrar las cosas.

Hace unos días, Shira me contaba que Lev le había pedido que dejásemos de hablar de que la gente desea la paz. Cuando Shira le preguntó por qué, él se sorprendió. "Mamá, ¿no te han enseñado nada en el colegio? ¿Sabes quiénes dijeron que querían la paz? Rabin, Sadat, John Lennon, y a todos los asesinaron. Yo también quiero la paz, pero quiero aún más a mis padres".

Cuando Shira me lo contó, sentí escalofríos por todo el cuerpo. He aquí a mi inteligente y curioso hijito de ocho años y medio, que el año pasado participó en un muy promocionado programa antirracista del Ministerio de Educación, y la única verdad que consiguió sacar de la locura de mundo que lo rodea es que desear la paz es peligroso. Perdona, corrijo: querer un futuro no violento en el que todos los habitantes de la región puedan definir su identidad y ejercer todos sus derechos básicos está bien, pero decirlo en alto o, Dios no lo quiera, intentar hacer algo al respecto, es demasiado peligroso.

Cuidaos tú y tu familia, amigo, y prometo ir a visitaros pronto a Urbana, Illinois, que en opinión de Lev es el mejor lugar del mundo.
Etgar

P. D. Y ya que hablamos de política, zalma, dime, ¿de qué va todo ese asunto del Estado Islámico?

Fuente: Elpais.com

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