En una escala del 1 al 10, ¿cuánto quiero a Israel? 10.

israelokMuchas de las mejores personas que haya podido conocer viven en Israel: judíos, árabes, mezclas e inmigrantes. Muchos de los que más quieren a este país son izquierdistas. Son héroes.

Estoy a punto de escribir sobre algo que ni yo mismo entiendo, ni en lo más mínimo. Ténganme paciencia.

Comienza con una pregunta que me hizo mi esposa la semana pasada. Estábamos hablando sobre lo desalentadoras que se están poniendo las cosas aquí, sobre lo opresivo y desesperanzador que se presenta el futuro, sobre cuán envenenado se muestra este de odio, sobre cuán espeluznantemente despótico se presenta, sobre cómo se va a la deriva el futuro, sobre lo difícil que es hasta comenzar con sus vidas aquí para los decentes jóvenes que tienen la intención de formar una familia, tanto para judíos como para árabes.

Luego ella hizo la pregunta. Tanto la pregunta que hizo ella como la respuesta que yo di me desequilibraron, la cual surgió sin haberlo dudado por un instante:

«En una escala del 1 al 10, ¿cuánto quieres a Israel?»


«Diez».

«Sabía que ibas a decir eso», dijo. «Yo también».

¿Qué tiene este lugar? ¿Qué hay en la calidad de los vínculos, en los extraordinarios lazos de familia y de amigos, en el indescriptible e innegable sentimiento por la tierra que corre por las venas, el cual se introduce absolutamente en todos los que viven aquí?

Conozco a muchas pero a muchas personas que realmente quieren a Israel, y casi todos ellos son izquierdistas.

Conocen todo lo escandaloso y todo lo detestable de este lugar. Han examinado todo con lujo de detalles. Algunos se ganan la vida con eso. La gran mayoría se encuentra trabajando, de un modo u otro, para invertir la corriente.

No conozco a ninguno de ellos que entienda cómo funciona esto. De dónde proviene el amor.

Constantemente, muchos de ellos, por no decir casi todos, reciben cartas con contenido agresivo, los miran mal y les hacen chistes racistas con tono burlón. Desde la extrema izquierda de "Una Palestina para los palestinos" y desde la extrema derecha de "Un Gran Israel para los judíos". Les dicen que nadie piensa como ellos. Les dicen que, si no le gustan cómo están las cosas aquí, deben irse. Incluso algunos se van.

Sin embargo, cuando efectivamente se van, ese sentimiento, destilado y aun así imposible de comprender, tiende a filtrarse nuevamente hacia el lugar donde no se lo puede ignorar.

Esta semana me di cuenta de que había comenzado a entender. Lo que me ayudó a comenzar a ver esto de manera más clara fueron las palabras de los israelíes palestinos.
«¿Podrías creer que aún me importa Israel?», le escribía hace poco el escritor y columnista del periódico Haaretz Sayed Kashua a Etgar Keret en un fascinante y revelador intercambio de cartas que causó sumo revuelo, publicado por la revista The New Yorker.

«No me refiero al Gobierno, Dios libre y guarde, ni a su designación como estado judío», prosiguió Kashua. «Me refiero al futuro del lugar en el que viví».

Hasta hace poco tiempo, un jerosolimitano, Kashua, cuyas raíces se encuentran en la ciudad árabe de Tira en el centro de Israel, señalaba en The Guardian en el mes de julio ("Why I have to leave Israel" ["Por qué tengo que irme de Israel") que el año sabático que había programado estar en los Estados Unidos se había convertido, en potencia, en una estadía más permanente.

En una carta que le describe detalladamente a Keret sobre el racismo y sobre la discriminación que existe en Israel contra los ciudadanos árabes, al propio Kashua parece sorprenderle lo que escribe luego: «Pero ¿lo creerías? A pesar de que me digo a mí mismo "¡Pero la gente!", sé que hay gente allí (en Israel) que son mis amigos y los amigos de mis hijos, mis vecinos, mis compañeros, en esencia buenas personas, honestas a los ojos de Dios, que son personas muy bien».

Muchas de las mejores personas que haya podido conocer viven en Israel: judíos, árabes, mezclas e inmigrantes. Muchos de los que más quieren a este lugar son izquierdistas. Los he oído hablar sobre lo que quieren ver aquí y sobre las cosas por las que trabajan, a pesar de todo, a pesar del lavado de cerebro y de la desinformación y de las estupideces que se dicen a nivel oficial, a pesar de esos piadosos que se ponen por encima de la ley y que no les importa un comino la democracia, a pesar de las veinte familias de Israel que se sacan los ojos por lo tan pudientes que son, quienes ganan todo y quienes son los dueños de todo, incluso del gobierno y de aquellos que en apariencia lo dirigen.

«La situación no es fácil, pero eso no constituye ningún motivo para abandonar el principio de justicia», escribía el comentarista Oudeh Bisharat esta semana en una columna de Haaretz titulada "The two-state solution lives" ("La solución de dos estados vive").

«Una vez le preguntaron al poeta Antar Ibn Shaddad, al más valiente de todos, qué significa tener coraje. Contestó diciendo que el coraje quiere decir resistir por una hora más».

"El pueblo palestino no tiene otra alternativa que resistir".

Nadie conoce Israel, y a los judíos israelíes, como los ciudadanos palestinos del país. Los judíos que aman a Israel y que odian la ocupación tienen mucho que aprender de ellos.

Los judíos que aman a Israel y que odian la ocupación son héroes. Los judíos que aman a Israel y que luchan contra el racismo, contra la desigualdad de oportunidades, contra las limitaciones en materia de derechos humanos son héroes. Los judíos que aman a Israel y que trabajan por la partición de las tierras, por la autodeterminación de los dos pueblos y por un futuro de justicia son héroes.


No tienen otra alternativa que resistir.

Fuente: Haaretz.com

Traducción al español: Rodrigo Varscher

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