“Este verano me di cuenta de que había perdido mi guerra”III

keretyamigook18 DE SEPTIEMBRE. 5:27. CORREO DE SAYED KASHUA (CHAMPAIGN, ILLINOIS) A ETGAR KERET (TEL AVIV)
Hola, Etgar:
Mira, he leído tu carta al menos dos veces, tratando de encontrar un rayo de esperanza, pero ha sido en vano. Aunque mentiría si negase que me vienen a la mente ideas sobre posibles soluciones cada vez que paso con el coche por esos interminables campos de maíz. (...)

 Aparte de eso, ¿a qué te refieres cuando dices que no hay sitio para todos? ¿De verdad piensas que el problema es que el país es pequeño? No sé, a veces creo que el principal problema radica en el modo de definir este país. ¿Cuáles son sus fronteras exactamente? Cuando hablas de Israel, ¿incluyes también Cisjordania y Gaza? Yo antes pensaba que llegaría un día en el que sabríamos cuáles son las fronteras del país. El Gobierno israelí, que es el que tiene el control aquí, celebraría una ceremonia pública para anunciar cuáles son las fronteras oficiales del país y anunciaría que todos los que vivan dentro de esas fronteras tienen los mismos derechos como ciudadanos. Esto todavía no ha sucedido, y esta semana he vuelto a leer que el país tiene planes de anexionarse 360 hectáreas de los territorios de Cisjordania para destinarlas a asentamientos o terreno estatal o alguna otra denominación que signifique robar tierra palestina para los judíos. Dime, Etgar, ¿hasta qué punto te asusta lo que hace el Gobierno? Es decir, ¿hasta qué punto te asusta que el mundo entero empiece a tratar oficialmente a Israel como a un Estado donde reina el apartheid?

A mí me asusta mucho, muchísimo. ¿Te puedes creer que me sigue importando el país? No me refiero al Gobierno, Dios no lo quiera, ni a su denominación de Estado judío. Me refiero al futuro del lugar en el que he vivido. La verdad es que no estoy seguro de hasta qué punto el país considera siquiera ciudadanos a los árabes que hay en él. Hace todo lo que puede por explicarnos que somos un remanente, un problema demográfico, una quinta columna. Pero yo siempre (...) he afirmado que soy un ciudadano que se preocupa por el país, que como ciudadano que no tiene otro país, el futuro de este lugar es importante para mí y quiero que el país sea un sitio para vivir tan bueno para mis hijos árabes como lo es para los hijos de mis vecinos judíos.

No sabes lo mucho que me asusta el momento en el que ya no pueda decir que soy ciudadano de ese país. En una conferencia en la que participé hace poco, una mujer del público me preguntó si pensaba que el Estado de Israel era un país legítimo. La verdad es que me puse a sudar. "Sí", le respondí. "Es decir, el Gobierno hace cosas terribles que no son legítimas, la ocupación no es legítima, los asentamientos son un crimen, la discriminación contra los ciudadanos árabes es puro racismo y el país se fundó sobre las ruinas del pueblo palestino, la Nakba, por supuesto, y...". Y la misma mujer del público insistió: "¿Entonces? No lo entiendo. ¿Sigue afirmando que el país es legítimo?".
"Pero la gente", intenté responderle, y puede que también decirme a mí mismo. "Mire, hay gente allí y...".

Resumiendo, Etgar, es algo que me preocupa muchísimo. Sé que, en Israel, la gente sigue adelante y grita: ¡cómo podéis atreveros siquiera a compararnos con Sudáfrica! Pero lo que está ocurriendo en los territorios ocupados es una segregación en función de la raza. El hecho es que un colono puede votar, moverse libremente, estar cubierto por la seguridad social y tener un seguro médico, mientras que un palestino no puede; eso es segregación en función de la raza. Y no sucede solo en los territorios ocupados, sino dentro de las fronteras de 1948 cuando hablamos de ciudadanos árabes como yo. (...)

Ni siquiera sé por qué me estoy desahogando contigo y soltándote mis quejas políticas. (...) Ya puedes ver que estoy haciendo lo que cualquier israelí hace cuando, por ser árabe, me pregunta: "Y dime, ¿qué pasa con el Estado Islámico? ¿Qué es lo que pretenden?". Como si, por el hecho de ser árabe, tuviese sin duda que conocer el gen, el misterioso gen que hace que todos los árabes se comporten del mismo modo. Puede estar inactivo, pero nunca se sabe cuándo cobrará vida, es solo cuestión de tiempo. Así que lo siento pero, aun así, Etgar, ¿qué pasa con los israelíes, por qué se comportan así? Hazme un favor, no me digas que es miedo, porque esa es una cualidad que valoro y admiro con toda mi alma, pero el miedo no explica la discriminación, y el miedo no explica los asentamientos en pleno Hebrón o Silwan, y el miedo no explica por qué se permite que una aldea árabe pase sed.

Bueno, discúlpame por soltarte esta parrafada, pero fuiste tú quien empezó con lo del maíz y la idea de que no hay espacio suficiente para todos. Llegados a este punto, pondría una carita sonriente, y la verdad es que quería preguntarte qué opinas sobre las caritas sonrientes y los demás emoticonos. Supongo que pensarás que, siendo escritor, no debería usarlos en la correspondencia electrónica ni en los mensajes de texto porque, a primera vista, es un estilo de escritura mediocre. Pero, por otro lado, pienso en las primeras personas que usaron los signos de interrogación y exclamación, y en cómo los escritores serios las consideraban una especie de traidoras de poca monta por usar dibujos cuando no eran capaces de expresar sus sentimientos con palabras. ¿Tú qué opinas?

Recuerdos para Shira y Lev de su tío de Estados Unidos. Venid a visitarnos, hay sitio para todos.
Tuyo, Sayed

Fuente: elpais de madrid

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