Los agricultores israelíes se las ingenian para lidiar con las estrictas leyes de la “shmitá”

shmitaokLos agricultores se sirven de resquicios legales y de ingeniosas soluciones provisionales para seguir cultivando durante el año judío de la "Shmitá", como es el caso de las tierras que se vendieron a George Shtraykhman, que no es judío.

 De acuerdo a la Biblia, los agricultores israelíes deben darles un año de descanso a las tierras cada siete años.

Entonces, ¿cómo hacen los productores de hoy en día para conciliar la antigua práctica espiritual con la necesidad de alimentar a los 8 millones de ciudadanos que hay en el país?

La mayoría comercializa su producción gracias a una ingeniosa solución provisional: le venden las chacras por un determinado tiempo, que se valorizan en 33 millones de dólares en conjunto, a un vendedor telefónico de 25 años de edad, que no es judío, llamado George.

"Soy dueño de todas esas tierras y ni siquiera tengo un apartamento", bromeaba George Shtraykhman, un inmigrante de San Petersburgo, Rusia.

El año séptimo sabático, denominado "shmitá" en hebreo, comenzó el mes pasado con el Año Nuevo judío y se extiende por todo el otoño del 2015.

Aunque solo una minoría de la población israelí se rige por la estricta ley judeo-religiosa, casi todos los agricultores que son judíos e israelíes optan por seguir la orden bíblica, en parte para no perder la compra de sus clientes ortodoxos.

El rabino Iaakov Ariel, quien contribuyó con la redacción de los detallados folletos instructivos que brinda el Gobierno para agricultores y hortelanos, indicó que la práctica sirve como recordatorio espiritual.

"No somos dueños de la tierra. El universo tiene un soberano", indicó Ariel.

"De los 6.700 agricultores judíos que hay en Israel aproximadamente, solo unos 50 ignoraron las normas religiosas, mientras que solo unos 450 abandonaron sus chacras este año en total", indicó Efraím Antman del Ministerio de Servicios Religiosos de Israel.

Casi todos los demás optaron por George Shtraykhman.

Le vendieron las chacras al Gobierno, y el mes pasado, con galletitas y jugo de naranja, el Gobierno le vendió las tierras a Shtraykhman, lo que lo convierte al vendedor telefónico, que no es judío, en uno de los terratenientes privados más grandes de Israel.

Técnicamente hablando, la venta, que dura un año, es vinculante desde el punto de vista legal. En la práctica, es algo simbólico. Ni siquiera se llevó a la casa una copia del contrato.

Shtraykhman, quien tiene raíces judías, dijo que había pasado un tiempo en un seminario religioso cuando se mudó a Israel y que había estudiado la posibilidad de convertirse formalmente al judaísmo.

"Al final decidí que no era para mí porque me gustan las hamburguesas con queso", dijo refiriéndose a las normas de la dieta judía que prohíben mezclar los productos lácteos con los cárnicos, "y porque no todos tienen que ser judíos. Puedo ser una buena persona y ya está".

Tuvo buenos vínculos con un rabino del seminario, quien le presentó al rabinato superior de Israel por el tema de la venta. Dijo que "había pagado" 2.000 shekels, o 540 dólares más o menos, por la tierra, y que un funcionario que participó en la ceremonia le había regalado un dinero.

Algunos agricultores emplean otra ingeniosa solución para evitar labrar la tierra: hacen uso de la hidroponía, que hace que los productos agrícolas no se cultiven en el suelo sino en aguas enriquecidas con nutrientes.

Guilad Fine, de 40 años, un agricultor religioso de la pequeña comunidad desértica de Benei Netzarim, cultiva lechuga romana y col rizada orgánicas en unos abrevaderos blancos y claros que están conectados a una parrilla automatizada que hace circular el agua enriquecida para alimentar las plantas con los nutrientes que necesitan.

Su invernadero cumple con las pautas específicas que certifican los productos como productos kasher para el año sabático: los abrevaderos no tocan el suelo y la tierra está cubierta con una oscura lona impermeabilizada.

"No hay relación entre la tierra y la raíz", indicó Fine. "Por tanto, estamos cumpliendo con la shmitá de cierta forma al no tomar provecho de la tierra".

Los judíos más devotos no aceptan estos tecnicismos legales, mientras que prefieren importar los productos agrícolas del exterior o de los agricultores palestinos.

Lo que los tranquiliza a los consumidores judíos más piadosos de Fine es el hecho de que, a pesar de todos los esfuerzos que hizo para satisfacer los requisitos bíblicos, las normas bíblicas quizás no apliquen completamente al lugar en el que se encuentra.

Su invernadero se encuentra ubicado en un rincón del país que está rodeado por una planta rodadora entre la punta meridional de la franja de Gaza y la frontera con Egipto.

Según la tradición religiosa, es una zona que no estaba bajo el control de los judíos hace 2000 años durante la época en la que estaba en pie el segundo Templo de Jerusalén, lo cual en parte la exime de cumplir con la ley bíblica.

Fuente: http://www.ynetnews.com/articles/0%2c7340%2cL-4584480%2c00.html

Traducción al español: Rodrigo Varscher

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