¿Son realmente progresistas? El liberalismo y la ciencia del ser gay

gay-price-tel-aviv-2010okAlgunas cosas que considerar antes de felicitarnos por la respuesta liberal que dio el establishment a la "terapia de conversión" que les ofrecen algunos rabinos a los ultraortodoxos homosexuales.

 El hecho de que los inconscientes políticos se lancen a los titulares ataviados de disfraces liberales y chachareen en el lenguaje naturalista de la ciencia no es algo de todos los días. Así luce el liberalismo israelí, el cual, con su solipsista idea central, reside dentro de una fracción de sí mismo para no verse afectado por el resto de la situación: si uno intenta debatir seriamente sobre la interrelación existente entre lo "político" y lo "psíquico" (tal como las consecuencias perjudiciales que tuvo la ocupación y opresión de los palestinos en la psiquis y la sexualidad de los ciudadanos del país; o sobre la relación existente entre la violencia que patrocina el Estado y la violencia presente en las calles de Israel, en las escuelas y en la familia), a uno le va a costar el hecho de poder encontrar siquiera un terapeuta que acceda a expresar su parecer sobre el tema. Pero si uno les da una oportunidad a los psicólogos y a los psiquiatras israelíes para despellejar a la primitiva población religiosa y declararles la guerra a las "terapias de conversión" que les ofrecen a los individuos ultraortodoxos que tienen tendencias homosexuales, uno va a conseguir un comité de expertos que le van a dar recomendaciones prácticas, advertencias a la gente y tendrá "un gran día para la comunidad".

Este mes el Ministerio de Salud le advirtió a la gente que no recurriera a las "terapias de conversión" que tienen como objetivo cambiar la orientación sexual de los individuos de homosexual a heterosexual.

Al adoptar el enfoque del Consejo de psicólogos así como de la Asociación Psicológica de Israel, el ministerio expresó: "Los terapeutas que usan este método crean una falsa impresión del reconocimiento científico del método, aunque en la práctica no existe una evidencia obtenida a partir de la investigación que indique el éxito de algún método en relación a la posibilidad de cambiarse de orientación sexual, y, de hecho, existe evidencia de que puede haber daños".


El psicólogo en jefe del Ministerio de Salud agregó que, si al ministerio le llegan indicios de que un psicólogo está usando una terapia de este tipo, está obligado a ser citado por una audiencia ante un comité de ética o a ser sujeto de queja por conductas impropias de un psicólogo o por negligencia profesional. Las versiones británica y estadounidense de la discusión sobre las terapias que se proponen "corregir" las tendencias sexuales del paciente acabaron con resultados similares.

Todo aquel que siga el drama de la terapia de conversión podrá identificar de manera instantánea a los progresistas ilustrados en esta discusión, en contraposición a los clérigos ignorantes, y podrá dar un suspiro de alivio. Pero las cosas no son tan sencillas, y haríamos bien en añadir algunos puntos de referencia al debate antes de felicitarnos.

En la primera mitad del siglo XX, la sexualidad y el cuerpo de la persona se volvieron objeto de intervención "punitiva", "purificadora" y "correctiva" por parte del Estado.

Asistidos por los sistemas culturales, de conocimiento y de poder, los regímenes liberales así como los regímenes totalitarios se apropiaron del control de las psiquis de los ciudadanos que antes tenía la Iglesia y le adosaron al discurso ideológico del Estado sus cuerpos y su sexualidad. Los profesionales de la salud mental llegaron a ser infames colaboradores de los regímenes totalitarios, dado que la sexualidad se volvió un ámbito de lucha política por el control de la esfera íntima, y de manera implícita se negó el concepto de la psiquis en su versión moderna y dinámica.

Los sexólogos y los psicólogos bolcheviques, por ejemplo, tuvieron debates espeluznantes sobre el lugar que tiene la masturbación en una sociedad revolucionaria.

La "cultura del cuerpo libre" fue un avance particularmente absurdo que se cultivó en la Alemania oriental comunista. El Estado, que reglamentaba todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, los alentaba a que pasaran tiempo en el verano en sitios nudistas, donde pudieran ser libres e iguales. Libres de saborear helados y de retozar desnudos.

El encuentro de dos movimientos modernistas de ideas, el sionismo y el psicoanálisis, estuvo plagado de paradojas que resonaban en el animado discurso de "educación sexual" que tuvo lugar en el naciente Israel.

La revolución sionista se hincó en acabar con la hipocresía y con las mentiras de la esfera sexual y se hincó en quitarle al desarrollo de los adolescentes la ambigüedad erótica que representaba el estereotipo del judío diaspórico.

Sin embargo, el hecho de liberar al joven judío de los grilletes de la sexualidad burguesa nunca fue un fin en sí mismo. La cuestión de la identidad sexual y de género estuvo siempre acompañada por la ideología colectiva. Durante muchos años el movimiento kibutziano se enorgulleció del montón de escuelas mixtas de chicos y chicas y de su enfoque cuasi permisivo para con el cuerpo.

Ahora, como en aquel entonces, al sionismo le resultó difícil aceptar un concepto de hombre que no fuera cohesivo y esencialista.

En la sociedad israelí, siempre acompaña una emoción especial a los debates puristas de las preguntas como: "¿Quién es judío "de verdad"?" "¿Cuál es la "verdadera" izquierda?" "¿Quién es homosexual "de verdad"?" El psicoanálisis freudiano indica que la sexualidad constituye la subjetividad humana, y que la identidad sexual y de género, al igual que cualquier otro aspecto de nuestra identidad, es una suerte de "acuerdo territorial" entre un despliegue de exigencias, contra-exigencias, fisuras y represiones que la sexualidad (el desconocido dentro del yo) le impone al mundo interior de la persona en las distintas circunstancias de su vida. Cuanto más simplista y vulgar se vuelve la dimensión política de la identidad en Israel –o, si se quiere, cuanto más "reprima" las posibilidades representadas en el pensamiento psicoanalítico en relación al concepto de identidad –más se parece el liberalismo israelí a un "liberalismo de la shmate", incluso cuando levanta los estandartes correctos y baila con los pechos desnudos en los vivos días del Orgullo Gay.

"Sin vicio, no hay degradación"

He aquí una versión abreviada de la carta que le escribió Sigmund Freud a una madre estadounidense que quería que lo tratara a su hijo gay:

"Deduzco de su carta que su hijo es homosexual. Me sorprende sumamente el hecho de que usted misma no mencione este término en la información que da sobre él. ¿Me permite preguntarle por qué lo evita? De seguro que la homosexualidad no es ninguna ventaja, pero no es nada de lo cual avergonzarse, no es ningún vicio, ninguna degradación; no se la puede clasificar como una enfermedad...No se puede predecir el resultado del tratamiento. Lo que el análisis puede hacer por su hijo corre por otra línea. Si es infeliz, neurótico, si se encuentra destrozado por los conflictos, inhibido en su vida social, el análisis podrá concederle armonía, paz mental, plena eficiencia, ya sea que siga siendo homosexual o deje de serlo. Si usted decide que él debe analizarse conmigo (no tiene por qué hacerlo), tiene que venirse a Viena. No tengo ninguna intención de irme de aquí".

La carta fue escrita hace mucho tiempo, en la Viena de entreguerras. Sus contenidos me resultan mucho más serios, mucho más sinceros y significativos que la "nota de advertencia" que envió el Ministerio de Salud a los terapeutas de conversión.

Por cierto, en la Berlín liberal, hacia donde mira la comunidad LGBT, el tratamiento psicoanalítico fue parte de la canasta de servicios que brindaron las organizaciones para el mantenimiento de la salud durante algunas décadas.

Haciendo una generalización algo desmedida, en Israel el psicoanálisis es anticuado, tanto en la academia como en el sistema público de la salud mental.
Posiblemente las facultades de humanidades no perdonen nunca a Freud por no haber sabido lo que una mujer quiere de verdad, es decir, por haber vivido y por haber escrito antes de la revolución feminista.

Quizás los psicólogos de la Universidad Hebrea, quienes desde entonces vendieran la psiquis humana a las ciencias de la mente, vuelvan algún día a intentar comprender a las personas por medio de las palabras.

Hasta entonces, nos las arreglaremos con un comité de expertos que estudiarán con toda seriedad la "efectividad de la terapia de conversión" y llegarán a la conclusión de que "no hay pruebas concluyentes de su efectividad".

Este el precio del grotesco cientificismo que se ha apoderado de las humanidades y de las ciencias sociales en Israel. Incluso cuando llega a las conclusiones acertadas, genera un liberalismo vacío. Liberalismo "basado en la evidencia", desprovisto de ideas significativas.

Fuente: Haaretz.com

Traducción al español: Rodrigo Varscher

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos