¿Cuán judío es levantar un muro entre niños jaredíes y laicos?

murodivideokLa dividida escuela de Beit Shemesh no es sino un síntoma de las profundas divisiones que existen en la sociedad israelí, y en la comunidad judía cuya segregación entre las corrientes nos desvió como pueblo.

 Una vez el rabino Shlomo Riskin señaló la siguiente paradoja. Muchas de nuestras leyes dietéticas se legislaron para dificultar (aunque no imposibilitar) el hecho de que los judíos pudieran comer con individuos no judíos, y de este modo dificultar el poder socializar con ellos.

Por ejemplo, no es kasher una comida que haya sido preparada completamente por un cocinero no judío. De esta forma, nos vemos estimulados a comer solo con otros judíos. Pero, señaló, el motivo principal por el cual algunos judíos no comen con otros judíos es por las leyes dietéticas: "¡Tu casa no es lo suficientemente kasher para mí!"

La ley es la ley. Pero el hecho de entender lo que motivó la ley, incluso si no justifica incumplir con la ley, puede ayudarnos a pensar sobre lo lejos que hemos ido en la dirección incorrecta como pueblo: qué tipo de soluciones deberíamos tomar, y adónde deberíamos ir a buscar interpretaciones menos estrictas de la ley y acuerdos religiosos.
No creo que se pueda encontrar una imagen más punzante de lo lejos que ha llegado nuestro sectarismo que la imagen de una reja de metal que divide una escuela a la mitad para separar a los niños ultra-ortodoxos de los laicos.

La historia detrás de la imagen es esta. Una escuela ultra-ortodoxa de Beit Shemesh tenía pocos alumnos. Había una escuela laica en la misma ciudad que tenía espacio libre (al menos según la municipalidad). Entonces, contra la voluntad de la escuela laica, la municipalidad decidió facilitar algo así como una invasión. La escuela ultra-ortodoxa comenzaría a usar el espacio "libre" de la escuela laica y así tomaría posesión de una parte de las instalaciones.

Resulta que el Ministerio de Educación está furioso con la municipalidad, y trató de conseguir una orden judicial que impidiera que la escuela ultra-ortodoxa usara las instalaciones en litigio. Incluso se puso en marcha para cerrar finalmente a la fuerza la ofensora escuela ultra-ortodoxa. Pero la Corte del Distrito de Jerusalén desestimó la solicitud que realizó el ministerio para obtener un mandato judicial provisional, lo cual permitió que las dos escuelas siguieran funcionando por el momento. (Sin embargo, el hecho es que derribaron el muro a petición del alcalde).

Más allá de la historia, y sea cual sea la resolución final que se tome, la imagen que me queda es la imagen de ese muro de metal. Lo único que puedo imaginarme es que esto era así para que cuando los niños ultra-ortodoxos salieran a jugar en la mitad del patio, no tuvieran que ver o, Dios no lo permita, fraternizar con sus pares laicos.

El sistema escolar del Estado de Israel cuenta con cuatro corrientes: la laica, la árabe, la ortodoxa moderna y la ultra-ortodoxa. En parte entiendo por qué esto tiene que ser así. El Estado de Israel tiene una población nativa que no es judía. Obligarlos a que se eduquen en el idioma hebreo sería una decisión políticamente tóxica e inestable. Sería reforzar, entre los árabes-israelíes que están más privados de sus derechos, la desgraciada visión de que nosotros somos sus amos imperiales, que los oprimimos para que se asimilen y abandonen su identidad.

También entiendo por qué es que los padres ultra-ortodoxos y los padres ortodoxos modernos quieren que sus hijos tengan una educación que haya sido especialmente construida. No es que solamente se quiera protegerlos de la influencia exterior dañina, o protegerlos de que nos les inculquen las dudas de religión que, digamos, pueden acompañar a la biología evolutiva que se enseña en las aulas. Al contrario, como padre ortodoxo moderno que soy, quiero que a mis hijos se les enseñe lo mejor de la ciencia y el pensamiento crítico.

Lo que verdaderamente me lleva a querer que mis hijos se eduquen en un marco ortodoxo es que, para ser un adulto judaicamente culto, en la tradición ortodoxa, hay muchísimo que hay que saber. La masa de conocimiento no se adquiere fácilmente después de las actividades escolares. Tiene que ser parte de su currículo central. También hay una cultura que queremos proteger, y queremos aculturar a nuestros hijos.

Pero, sean cuales sean los argumentos a su favor, la segregación de los niños en estas distintas corrientes contribuye a que en Israel en general haya una sociedad segregada. La solución no es simplemente obligarlos a todos a que se unan, puesto que esto constituiría un ataque a muchísimos derechos y libertades. Quizás las escuelas de todas las corrientes podrían asociarse entre sí para ciertas clases, por ejemplo, o para realizar actividades extracurriculares optativas, tales como formar equipos deportivos en conjunto, hacer música y formar clubes de teatro, para construir vínculos y generar confianza a lo largo y ancho de todas las divisiones comunitarias.

Tal como el comentario que hizo el rabino Riskin sobre las leyes dietéticas, esta segregación en el sistema escolar ha desviado muchísimo a la sociedad israelí de su curso. Fueron el cristianismo y el Islam los que definieron su identidad religiosa fundamentalmente en torno a un credo. El judaísmo siempre fue distinto. Fuimos un pueblo antes de ser una religión. Moisés le exigió al Faraón que dejara ir a su pueblo, no a sus correligionarios. Siempre tuvimos la idea de que se podía seguir siendo judío incluso si uno no era creyente.

Extrañamente, la Hagadá de Pésaj define al apóstata como la persona que, al igual que el hijo malvado del relato de los cuatro hijos, se separa de la identidad comunitaria. Un padre que no soporte ni siquiera que sus hijos vean a otro niño judío está escindiendo a ese niño de la identidad comunitaria mayor. A la luz de la Hagadá, son apóstatas, y pasan de contrabando a su religión concepciones particularmente cristianas y musulmanas de lo que debería llegar a ser su identidad judía.

Fuente: Haaretz.com

El rabino y doctor Samuel Lebens es investigador postdoctoral en el Center for Philosophy of Religion en la Universidad Rutgers. También preside la Association for the Philosophy of Judaism.
Traducción al español: Rodrigo Varscher

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