El nuevo álbum de Leonard Cohen ya se ha vuelto su mejor álbum

leonard-cohen1okEl cantante ha tenido mejores canciones, pero su nuevo disco capta sus ideas de manera más clara que nunca.

Imagina, durante un perfecto instante, que eres Leonard Cohen. Luego de pasar por un momento incómodo de ruina financiera, se te exige que salgas del retiro en el que has estado durante décadas (habiendo pasado cierto tiempo allí bajo los auspicios del Mount Baldy Zen Center de los Los Ángeles) y que salgas de gira.

 Nuevamente, te subes al escenario a regañadientes pero pronto descubres dentro de ti mismo una capacidad para presentarte en el escenario que te ha esquivado durante cuarenta años. Quizás sea porque finalmente hayas asumido el hecho de pararte delante de hordas de extraños cada noche y hayas asumido el hecho de compartir poemas íntimos pensados para ciertas mujeres en particular que llevan nombres como Suzanne o Marianne. Ahora tu voz es más grave y tu espíritu se encuentra más serenado, al haber terminado de una vez por todas, tal como lo dijiste de manera tan elocuente, tu manual para vivir con la derrota. Desde luego que es el verso de una canción, y de una canción muy buena. La incluyes en el lanzamiento del 2012, Old Ideas, el primer álbum que sacas en casi una década. Asciende rápidamente en las listas estadounidenses y se detiene en el tercer puesto, triunfando exitosamente al ubicarse a 60 lugares por encima del mejor disco de tu carrera hasta la fecha, el cual se puso a la venta en 1969. En otras palabras, tienes casi 80 años, y quizás, eres más famoso y estás más holgado que en cualquier otro momento de tu vida. He aquí la pregunta: y ahora, ¿qué?


En realidad, es un problema metafísico, o incluso casi un problema koan de la tradición zen: las historias que nos contamos a nosotros mismos siempre tratan sobre el llegar a ser, nunca sobre el ser. Seguimos a nuestros héroes mientras luchan, mientras sufren y mientras triunfan, pero cuando caen en una vida de pequeñas alegrías, les cerramos el libro. Hasta nuestros artistas más introspectivos actúan igual: cárgalos de éxito y es casi seguro que su próximo proyecto tenga un aspecto extrañamente vacío. ¿Cuánta rabia, al fin y al cabo, podría causar de verdad un satisfecho y bien retribuido Eminem? ¿Cuántas inquietudes existenciales de Kurt Cobain podrían sobrevivir a su ascenso al panteón del rock? Si eres Leonard Cohen, entonces lo más probable es que tú también estés corriendo peligro de terminar tu período de fama con un álbum que chisporrotea cuando debería brillar.


Pues tómalo como otra característica de la singularidad de Cohen, que su nuevo álbum, el cual se pondrá a la venta la próxima semana, no muestre ningún rastro de los síntomas mencionados anteriormente. Debido a las habituales perogrulladas (¡una obra maestra! ¡su mejor disco!) que salen inmediatamente de un artista que había pasado la mitad de un siglo resistiéndose hábilmente a los intentos de otras personas por realizar definiciones, piensa en el nuevo álbum, Popular Problems, como el amanecer en Mount Baldy, que te invita a que ingreses a un paisaje escasamente decorado que, no obstante, te proporciona toda la disciplina y todo el espacio que necesitas para meditar las preguntas que realmente vale la pena pensar.


Aquí está, por ejemplo, en "Almost Like the Blues" ("Casi como el blues"), recitando sobre una canción en el piano que se las ingenia para estar serio y seductivo a la vez: "Entonces dejo que el corazón se me congele / Para impedir los problemas / Mi padre me dijo que me eligieron / Mi madre me dijo que no / Escuché su historia / De los gitanos y de los judíos / Fue buena, no fue aburrida / Fue casi como el blues".


Primero que nada, es un verso gracioso: ¿Cohen fue elegido? Depende de a cuál de los padres se le pregunte. Pero si es una broma, es una broma cósmica: la mismísima naturaleza de ser elegido, el motor espiritual que ha tenido el judaísmo hasta el momento durante milenios, es que nuestro momento trascendental en las estribaciones de la montaña vino sin instrucciones. ¿Quién fue elegido? ¿Para qué? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Podemos nosotros ser no elegidos? ¿Nuestros hijos son elegidos por defecto? Dios nunca lo dice, a la vez que nos deja preguntándonos hasta la eternidad qué significa haber sido elegido. Mientras tanto, lo que podemos hacer es hacer suposiciones e inventar historias –y canciones– que estén buenas, que no sean aburridas, y que se acerquen lo mayor posible a las puras y emotivas convicciones de algo como el blues, una forma de arte tan trascendental como la que tenemos.


Esta manera de componer canciones es más difícil de lograr de lo que uno podría llegar a pensar. Cualquier otro artista que se mire al espejo y se vea a sí mismo en su apogeo podrá haberse tentado a convertirse, como lo dijo un periodista israelí de rock, en el Shimón Peres del rock ´n´roll, que reparte perogrulladas y disfruta de la comodidad de sus laureles. Pero Cohen es notablemente realista. Estando más delgado ahora que nunca, se expresa con humor y con encanto, pero sigue tan comprometido como siempre con el rol que lo hizo significar tanto para muchísimos de nosotros, a saber, el del cronista de las secretas partículas de verdad y belleza que la mayoría de nosotros, por nuestra dureza de mollera, no asimila.


"Lloré por ti esta mañana / Y volveré a llorar por ti", nos dice en otra nueva canción. "Pero no estoy a cargo de la angustia / Así que no me preguntes cuándo / Sé que la carga es pesada / Mientras cargas con ella a través de la noche / Algunos dicen que está vacía / Pero eso no quiere decir que sea liviana". Es la misma profunda observación que ha expresado en canciones anteriores ("Anthem" ["Himno"] se me viene a la mente en especial, con sus versos sobre el hecho de que existe una grieta en todo, siendo así como penetra la luz), pero en este caso es una más magra y más enérgica. El mundo, nos recuerda Cohen, está fundamentalmente desgarrado, y es fácil perder la fe ante la eventualidad de la redención o, lo que es igual de terrible, exigir una constante y triste vigilancia. En lugar de eso, las canciones de Cohen están para mostrarnos cómo vivir en un estado de deshonra mientras nos mantenemos llenos de ilusión y una media sonrisa en nuestro rostro. Aún seguimos teniendo problemas, pero les corresponde a los profetas como Cohen aprender a difundirlos.


Y como profeta que es, es un profeta completamente judío. Está aquí para decirnos que la salvación es posible, que es nuestra tarea, que no todo es tan bueno como se dice, y aun así permanece latente la posibilidad. "Me ato los cordones / Pero no quiero correr", canta en "Slow" ["Lento"], la primera canción del álbum. "Llegaré allí cuando llegue / No necesito que comiencen a disparar / No es porque esté viejo / Y no es lo que hace el morir / Siempre me gustó todo lento / Llevo lo lento en la sangre". Podría estar hablando sobre hacer el amor o sobre el fin de los días, pero eso no importaría para nada. Su punto es el mismo: no hay un momento transformador, no existe extasiarse, no existe nada más que la profunda, pero profunda alegría que llega con el aprender a vivir la vida tal cual es, un quebrado aleluya. Esto no constituye negar la posibilidad de que exista Dios: es simplemente definir nuestra relación con él en términos más realistas, lo cual, a la larga, es mejor para ambas partes. Y no es negar los intentos de alcanzar la grandeza: como viene a recordárnoslo este magnífico álbum nuevo, como el propio Cohen que es una prueba viviente, solo un pueblo que había deambulado por el desierto durante 40 años y que esperó durante miles de años para retornar a su patria ancestral puede saber que las grandes cosas les llegan a los que esperan. Lo lento lo llevamos en la sangre.

Fuente: Tablet Magazine
Traducción al español: Rodrigo Varscher

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