En Rosh Hashaná: aflicción, temor y esperanza.

Rosh-Hashanah Wallpaper 1024-768okAl comenzar Rosh Hashaná, como muchos de nosotros, soy una confusión de emociones. Tengo rabia y miedo, me aflijo y estoy agradecido, orgulloso y avergonzado y, a pesar de todo, soy optimista.

Tengo rabia por cómo gran parte del mundo, una vez más, convirtió la guerra israelí de auto-defensa en un crimen de guerra.

 

Estoy enojado con la ONU por haber investigado a Israel y no a Hamás, porque gran parte de los medios de comunicación haya caído en la trampa de Hamás y haya culpado a Israel por la muerte de civiles que trató de evitar, estoy enojado con los que critican a Israel que parecen haberse decepcionado por no haber habido más víctimas israelíes, como si eso, de algún modo, habría sido más justo.

 Me aflijo por los soldados caídos. En Israel, un soldado muerto en combate no se vuelve mártir sino el hijo de todo el mundo: un marido, un padre, un novio. También me aflijo por los tres chicos secuestrados, asesinados mientras reían y cantaban los que los secuestraron. Estoy agradecido por la nobleza de las madres de esos chicos, que infundieron su coraje y amor al pueblo de Israel.


Me aflijo por los desastres que, mientras nos defendíamos, nos vimos obligados a infligirles a nuestros vecinos. Me aflijo por los niños de Gaza que murieron y fueron heridos, por cada vida que se vio truncada, por el sufrimiento que permanece.


Temo por el futuro de Israel en una región que se está volviendo loca. Temo por un Israel que se ve rodeado por Hamás, Hezbolá y Al Qaeda en las fronteras y por el Estado Islámico que avanza hacia la frontera jordana, y con un Irán nuclear que es cada vez más real con cada día que pasa, a la vez que Occidente negocia y se demora.
Me aflijo por la continua tragedia del pueblo palestino. Por toda la furia que les tengo a los dirigentes palestinos por envenenar a su pueblo de odio, en Rosh Hashaná pido que Dios nos perdone por lo que hicimos para contribuir al mantenimiento del conflicto y del sufrimiento. En la esfera pública, en un contexto político, mi contrición exige la reciprocidad de los palestinos. En la oración, ante Dios, se me exige que solo me enfrente a mí mismo.

Tengo rabia por el intento cada vez mayor de criminalizar al estado judío, de hacer de los judíos el símbolo mundial del mal nuevamente. Rabia por la manera en que nuestra historia, nuestro relato, la esencia de nuestra identidad, se tergiversa por una campaña de mentiras y medias verdades. Rabia por el hecho de que cuanto más logramos re-arraigarnos en la tierra de Israel, dando a luz una generación tras otra de israelíes nacidos en el país, más se nos niega nuestro arraigo y nuestro carácter de naturales del país.


Temo por el futuro de los judíos de todo el mundo. En este horrible verano, muchos judíos volvieron a descubrir el significado del exilio, de vivir en extrema incertidumbre, con pavor. Temo por el futuro de la gran colectividad judía de Francia, una creativa y diversa comunidad de sefaradim y ashkenazim que hoy cuestiona su viabilidad a largo plazo. Temo por el futuro de la colectividad judía de Turquía, un magnífico depósito de vida judía intacta en un país musulmán, que ahora se ve atacado por un dirigente lunático que exige que "sus" judíos repudien a Israel y cometan un acto de apostasía pública, como precio por seguir siendo ciudadanos respetables. Temo por el futuro de los judíos de Venezuela y Sudáfrica, donde las figuras públicas cercanas al gobierno pidieron que se manifestara la violencia para con sus conciudadanos judíos.
Estoy agradecido por el hecho de que en Israel hayamos aprendido de una vez por todas a defendernos, agradecido por el hecho de que tengamos los medios y la voluntad para frustrar las sangrientas intenciones de nuestros enemigos. Y estoy orgulloso del heroísmo de nuestros hijos que se metieron en los túneles y en las casas con trampas explosivas de Gaza, quienes pelearon no para vengarse, sino para proteger.


En este Rosh Hashaná, siento también vergüenza. Si nos hubiéramos preguntado, hace unos meses, si era posible que los judíos, judíos cualesquiera, secuestraran a un adolescente y lo quemaran vivo, casi seguro que habríamos contestado: eso no. En los días subsiguientes, jóvenes judíos marchaban en las calles de Jerusalem gritando al unísono "Muerte a los árabes". Como si esa muerte no hubiera bastado.


Comienzo Rosh Hashaná comprometiéndome con todo lo que pueda para defender a Israel de aquellos que están fuera de nuestras fronteras que lo odian y lo vilipendian; y también de aquellos que están entre nosotros que expresan su retorcido amor por el pueblo judío con el odio a los demás, los cuales ponen en peligro el precioso milagro de la democracia israelí.


Yo creo que vamos a perseverar. Creo esto porque la historia judía –acontecimientos de los que nosotros mismos fuimos testigos– insiste en que la desesperanza es siempre algo prematuro.


Me resisto al fatalismo que contienen las espantosas palabras: todo el mundo nos odia. Posiblemente, Israel tenga más enemigos activos que cualquier otro país, pero también tiene más amigos activos, y desde luego que no son todos judíos. Este verano, la mayor manifestación en favor de Israel no tuvo lugar en Nueva York o Toronto, sino en una ciudad donde no hay judíos (Calcuta), en la cual millares de hindúes, budistas y sijes afirmaron el derecho de Israel a defenderse. Una de las condenas más enérgicas del vínculo entre el odio a los judíos y el odio a Israel la expresó la Canciller alemana, Angela Merkel, en un mitin en Berlín. Entre los manifestantes había millares de curdos, cristianos sirios y africanos.


Perseveraremos porque los fanáticos judíos de la extrema derecha y la extrema izquierda (aquellos que tienen una respuesta lista para todos nuestros dilemas y que contribuyen, cada uno a su manera, al aislamiento de Israel) constituyen una minoría. La mayoría de los judíos saben por instinto que ser judío significa equilibrar las paradojas: seguridad y moral, realismo y visión, particularismo y universalismo, auto-defensa y autocrítica.


Este año en especial, rezaré para que tengamos la sabiduría de mantenernos unidos como pueblo, a pesar de las crecientes presiones para que nos fragmentemos y nos volvamos unos contra los otros. Rezaré para que tengamos el valor de defender el carácter justo de nuestro retorno a casa de la gran mentira que está dirigida a nosotros, a la vez que reconocemos dónde erramos.
Casi todos los judíos comparten la misma esperanza, la de un Israel fuerte y en paz con sus vecinos. Seguiremos discutiendo sobre la mejor manera de lograrlo, pero como socios, conscientes de que no hay respuestas fáciles, de que ninguno de nosotros puede hablar por toda la sabiduría judía, de que necesitamos las ideas del otro para ser un pueblo entero, de que no podemos prosperar si no somos un pueblo todo.
Shaná tová.

Fuente: Times of Israel
Traducción al español: Rodrigo Varscher

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