El “Borges”: qué lo hace extraordinario

borgesokMemoria del amigo. Mil seiscientas páginas ordenadas bajo la forma del diario conforman un libro único en su especie.

En 1931, o en 1932, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires, Jorge Luis Borges, que tenía algo más de 30 años, y Adolfo Bioy Casares, que tenía 18, iniciaron una larga conversación que será asidua y armónica hasta mediados de los años 70, e intermitente y ruidosa desde entonces hasta la muerte de Borges, en 1986.

 El producto más importante de esa amistad personal y literaria (si es que de las amistades puede esperarse algo así: de las literarias probablemente sí) no han sido los libros escritos en común bajo diversos y celebrados heterónimos, ni esas dos obras-tándem, escritas por uno y comentadas victoriosa y convenientemente por el otro ( La invención de Morel , de Bioy Casares, prologada por Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan , de Borges, reseñada por Bioy Casares en Sur ) sino el extravagante Borges de Bioy Casares, un libro singular por lo menos por dos razones (además de la meramente estadística de su tamaño descomunal). Una es de orden formal. Ni memoria, ni biografía, ni diario íntimo en su subespecie "diario de escritor", pero tomando un poco de cada uno de esos géneros vecinos pero encontrados, el Borges conforma finalmente uno nuevo: el diario de un escritor cuya materia no es la vida del propio diarista, sino la de otro escritor. La otra singularidad, que condiciona radicalmente la anterior, se asienta en la autoría del volumen: ¿quién escribe y compone el Borges ? Lo escribe y firma Bioy Casares, eso está claro. Pero lo escribe casi al dictado de Borges. Como si Borges, conociendo la ambición memorialista de su joven amigo y discípulo, en cada una de las repetidas visitas a su casa desde el miércoles 21 de mayo de 1947 en adelante, con su extraordinaria oralidad de la que dan cuenta decenas de registros radiofónicos, magnetofónicos, televisivos, plantara guiones para que Bioy Casares los transcribiera inmediatamente, apenas el visitante cruzaba la puerta para irse. Carlos Mastronardi, el primer gran amigo literario de Borges —del Borges poeta, ensayista, criollista, martinfierrista y caminador de los años 20— había hecho lo mismo, aunque de eso nos enteraríamos muchos años después, después aun de que se publicara el Borges , y con un afán diferente, acorde con el espíritu del gran poeta entrerriano, más analítico y, por lo tanto con un registro mucho menos mimético que el de Bioy Casares.

La prueba: el B de Mastronardi, en su Obra completa . Y eso que escribe Bioy Casares casi al dictado de Borges es, además, editado por Daniel Martino. Es decir, no es que Bioy Casares escribiera —como sí hizo Mastronardi— un diario exclusivo sobre Borges, sino que es Martino quien de un cuerpo enorme de diarios, cuadernos de apuntes, cartas, libretas y anotaciones personales de Bioy Casares, escritos a lo largo de más de cincuenta años, selecciona todas las entradas referidas directa o indirectamente a Borges, que conviven, en el corpus, "con el testimonio de la vida cotidiana y el frecuente examen de cuestiones de conducta" y compone, de este modo, el Borges del 2006, revisado (y leído íntegramente por lo menos dos veces) por el mismo Bioy Casares pocos años antes de morir. Un falsamente distraído dictante, un amanuense adiestrado por el propio dictante en el arte de escribir y un oportuno editor que percibe, con todos los materiales a la vista, el cambio de peso entre la prosa íntima de Bioy Casares cuando escribe sobre sus asuntos (las mujeres, las reuniones en el Jockey Club, el uso del castellano en Barrio Norte, el pase de manos de una estancia, los escritores que no son Borges) y cuando escribe sobre Borges. Y no parece que el cambio se produzca por la modificación del objeto narrado, sino porque, complejamente, el objeto impone su condición narrativa al sujeto narrador. Eso, hasta fines de los años 70, cuando Borges no sólo frecuenta menos la casa de Bioy Casares sino que además, debido a su paulatino deterioro físico, habla menos y el personaje ya no puede ser sostenido por su propia voz. Pero por lo menos 1500 de sus 1600 páginas dan cuenta de la enorme diferencia entre el pujante pulso narrativo del Borges (no dado por la trama ni por el crecimiento del personaje, sino por el estímulo que la lectura de una entrada provoca sobre la lectura de la siguiente) y el otoñal tono anodino de la mayoría de las prosas autobiográficas de Descanso de caminantes o de Guirnalda con amores . Esa complejidad autoral es, a su vez, la que enrarece y hace explotar toda convención genérica y convierte alBorges en un libro extraordinario, único en su especie y por lo tanto, y melancólicamente, en un libro final.

Martín Prieto es ensayista, poeta y docente universitario, autor de una Breve historia de la literatura argentina .

Fuente: Revista Ñ

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