Lo acontecido en Gaza muestra que se evaporan los beneficios de la política de Netanyahu de apelar al trauma judío

fingazaokNetanyahu utiliza dos corrientes contradictorias de la psiquis israelí: el trauma del Holocausto de ser impotente y la creencia en utilizar la fuerza como la única solución. Pero, luego de lo de Gaza, ¿los israelíes se están volviendo menos receptivos?

 Si hubiera un sitio web que rastreara los elementos de la psiquis nacional israelí, de la misma forma en que los sitios financieros muestran las gráficas de los indicadores de las bolsas, observaríamos que en Israel el índice de victimización por el Holocausto sigue ascendiendo a largo plazo.

Existe un índice que está relacionado, el cual hace un seguimiento de la creencia en la capacidad que tenemos como israelíes de solucionar nuestros problemas nacionales, que continúa siendo irracionalmente alto. Sin embargo, si hubiera una aclaración debajo de la gráfica, la misma nos indicaría que corresponde que se le hagan los ajustes periódicos hacia abajo, hacia la realidad.

Y si se trazara la gráfica de un tercer índice, la popularidad del primer ministro Benjamín Netanyahu, la misma se asemejaría a la versión acelerada de una burbuja financiera: un fuerte, repentino e irrazonable aumento al comienzo de la guerra en Gaza seguido de una brusca disminución.

Pero también hay una relación entre este indicador y los otros dos: Netanyahu construyó su trayectoria haciendo uso de las dos corrientes paralelas de victimización y de exagerada confianza en el poder. Al principio, le fue útil la inesperada guerra del sur. Pero, al alargarse esta, ya no pudo satisfacer las fantasías en las que se había confiado.

En primer lugar, un dato sobre el índice del Holocausto: tal como informara en el día de ayer Ori Kashti, el Ministerio de Educación israelí se propone incrementar la proporción de estudio que se le dedica en la educación secundaria al Holocausto. Esa no es tarea sencilla, dado que ya hay una gran parte del currículo existente que le dedica a ese tema, sin mencionar la ingente inversión que se ha hecho en lo que se ha vuelto el viaje de rigor a Polonia de 12° año [liceal] por el Holocausto.

Destinar más tiempo al tema del Holocausto podría suponer un mayor estudio de sus implicaciones universales, de la obligación a cuestionar la autoridad y de la obligación a luchar contra el racismo. En la práctica, implicará estudiar en menor medida la historia general de las largas y fructíferas épocas de fertilización mutua que ha habido entre la cultura judía y las culturas no judías. En lugar de eso, los alumnos recibirán una mayor formación en sentir el Holocausto como una realidad inmediata y aterradora. Pero esto constituye solamente una extensión de la tendencia ya existente: paradójicamente, a medida que pasa el tiempo desde el Holocausto, la educación israelí le dedica cada vez más energía a la transmisión del estrés post-traumático a la próxima generación.

Es enorme la variedad de las respuestas israelíes particulares. Como sociedad, sin embargo, Israel muestra los clásicos síntomas del estrés post-traumático: estar permanentemente alerta al próximo peligro, el cual será percibido como el primer y abrumador peligro que hubo. No solo el chirrido de una motocicleta suena a veces como una sirena anti-aérea, la respuesta instantánea a un aluvión de cohetes significa instintivamente que estamos amenazados de ser aniquilados, que una vez más estamos completamente solos en el mundo y que la fuerza es la única solución.

Este es un motivo, pero no el único, por el cual los israelíes que hacen mayor hincapié en la victimización judía son a menudo los que están más convencidos del hecho de que solo podemos solucionar nuestros problemas militarmente. No se puede llegar a acuerdos con los nazis –así sería el pensamiento, siendo a veces algo explícito y a veces implícito – hay que derrotarlos por completo.

Un video de una campaña electoral israelí del año 2009 que se ha estado difundiendo recientemente por la web demuestra tal pensamiento: en él aparece Netanyahu situado en Ashkelon, adonde había sido lanzado desde Gaza un cohete esa mañana. "Tenemos que actuar", declara él. Y la única medida efectiva es "destruir el régimen de Hamás en Gaza". Su contrincante, Tzipi Livni, fue parte del gobierno de Kadima que no consiguió hacerlo en la Operación Plomo Fundido, dice, "pero finalizaremos la tarea". Es muy sencillo: Desencadenen las tropas nomás.

Netanyahu vive la doble fantasía de ser impotente y de tener poder ilimitado más que cualquier otro político israelí desde la época de Menajem Beguin. Mientras que el propio Beguin escapó del Holocausto, Netanyahu representa el trauma de segunda mano. "Es el año 1938 e Irán es Alemania", resumió su percepción de nuestros enemigos, entre los cuales se rehúsa a hacer distinciones. Las amenazas militares que realizó contra Irán expresaron el híbris que constituye el polo opuesto de la fantasía. El tono contradictorio de Netanyahu de temor perpetuo y de demasiada seguridad en sí mismo le ha resonado a gran parte de la población israelí. Él dice lo que ellos piensan.

No obstante, este verano, sus errores de cálculo y los de Hamás nos condujeron a la guerra de Gaza. No hay ningún indicio de que Netanyahu tuviera una estrategia planeada más allá de la esperanza de que el apalear a Gaza reestableciera la calma. A diferencia de sus palabras como candidato hace cinco años, como primer ministro sí comprendió que realmente no sería tan fácil "destruir el régimen de Hamás".

Al comienzo, sus vacilaciones poco típicas les causaron una buena impresión a sus contrincantes habituales, mientras que el apaleamiento aumentó las esperanzas entre sus electores de siempre. De ahí la burbuja que ha habido en cuanto a su nivel de aprobación: 82 por ciento al comienzo de la operación terrestre. Según una encuesta de esta semana, la cifra ha caído a un 38 por ciento. El número de víctimas ha hecho que fuera difícil poder elogiar su autocontrol. No obstante, no proporcionó la victoria militar que él mostraba como algo tan fácil.

Quizás, bajo el impacto de estos sucesos, un Netanyahu derrotado articule los límites del poder. Yo creo que eso es mucho pedir. Sin embargo, los índices de la psiquis nacional señalan que hay confusión. Este es un espacio para que otros líderes, o posibles líderes, apelen no a nuestro trauma sino a nuestra razón.


Gershom Gorenberg es el autor de "The Unmaking of Israel" y de "The Accidental Empire: Israel and the Birth of the Settlements, 1967-1977". Sígalo en Twitter @GershomG.

Fuente: Haaretz

Traducción: Rodrigo Varscher

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