Leonard Cohen sobre la Creatividad

leonard2okEl cantautor, poeta y novelista canadiense Leonard Cohen (n. el 21 de setiembre de 1934) se encuentra entre los espíritus más emocionantes del siglo pasado. Habiendo recibido el prestigioso Premio Grammy a la carrera artística (Grammy Lifetime Achievement Award en inglés) y otro sinfín de elogios, a la vez que fue ordenado como monje budista Rinzai, su música ha extendido el canto popular a la esfera de la poesía e incluso a la de la filosofía.

 Para cuando Bob Dylan ascendió a la fama, Cohen ya tenía en su haber varios volúmenes de poesía y dos novelas, en los que figuran Beautiful Losers que tuvo muy buena acogida por parte de la crítica, el cual, como todo el mundo sabe, llevó a que Allen Ginsberg comentara que "Dylan dejó alucinados a todos, menos a Leonard".

Del impresionante compendio de entrevistas de Paul Zollo Songwriters on Songwriting (public library) (el cual también nos brindó a Pete Seeger sobre la originalidad, a Bob Dylan sobre el sacrificio y la mente inconsciente y a Carole King sobre la transpiración vs. la inspiración) viene una espectacular conversación que tuvo en 1992 con Cohen, la cual abarca un gran número de temas y quien comienza considerando el propósito de la música en la vida humana:

"Siempre hay canciones significativas para alguien. La gente corteja, la gente busca a sus esposas, la gente hace bebés, la gente lava los platos, la gente trata de terminar el día, con canciones que nos podrán resultar insignificantes. Pero la importancia que tienen la afirman los otros. Siempre hay alguien que afirma la importancia de una canción llevándose a los brazos a su mujer o pasando la noche. Eso es lo que dignifica la canción. Las canciones no dignifican la actividad humana. La actividad humana dignifica la canción".

Cohen enfoca su obra con una extraordinaria tenacidad que refleja la idea de que la ética laboral desbanca lo que llamamos "inspiración"; algo que expresaron creadores tan aclamados y diversos como el célebre compositor Tchaikovsky ("El artista que tiene amor propio no debe cruzarse las manos bajo el pretexto de que no está de ánimo), la novelista Isabel Allende ("Aparécete, aparécete, aparécete y luego de un rato se aparecerá también la musa"), el pintor Chuck Close ("La inspiración es para los amateurs, el resto de nosotros se presenta nomás y se pone manos a la obra"), el querido escritor E. B. White ("El escritor que espera condiciones ideales bajo las cuales trabajar morirá sin poner una solo palabra en papel"), el novelista victoriano Anthony Trollope ("La creencia que tengo de escribir libros es igual a la creencia que tengo de fabricar zapatos. El hombre que más se dedique, y trabaje con el más honesto de los propósitos, creará lo mejor"), y el diseñador Massimo Vignelli ("No hay diseño sin disciplina"), le dice Cohen a Zollo:

"Yo escribo todo el tiempo. Y cuando la canción comienza a amalgamarse, no hago nada más que escribir. Ojalá fuera una de esas personas que escriben canciones rápidamente. Pero no lo soy. Por tanto, me lleva un buen tiempo averiguar de qué es la canción. Entonces, trabajo casi todo el tiempo.


[...]


Para hallar una canción que pueda cantar, para atraer mi interés, para penetrar mi aburrimiento de mí mismo y mi desinterés en mis propias opiniones, para penetrar esas barreras, la canción tiene que hablarme con cierta urgencia. Para poder encontrar esa canción que me pueda interesar, lleva muchas versiones y lleva mucho descubrimiento...

Mi inmediato reino del pensamiento es burocrático y se parece a un embotellamiento. Mi estado de mente común se parece mucho a la sala de espera del DMV... Por lo que para penetrar esta cháchara y este insignificante debate que ocupa casi toda mi atención, se me tiene que ocurrir algo que de verdad les hable a mis profundos intereses. De lo contrario, me quedo dormido de una u otra forma. Por lo que encontrar esa canción, esa urgente canción, lleva muchas versiones y mucho trabajo y mucho sudor.

Pero, ¿por qué no debe ser duro mi trabajo? El trabajo de casi todo el mundo es duro. A uno lo distrae esta idea de que existe algo así como la inspiración, que viene rápido y fácil. Y ciertas personas se ven agraciadas por ese estilo. Yo no. Por tanto, tengo que trabajar igual que un vagabundo para que se me ocurra el material.

Más adelante, añade:

"La libertad y la restricción son nada más que términos lujosos para aquel que se encuentra encerrado en un calabozo de la torre de la canción. Estas no son más que...ideas. No tengo sentido de restricción ni de libertad. Tengo sentido de trabajo. Tengo sentido de trabajo duro."

Cuando se le pregunta si en algún momento le resulta disfrutable ese "trabajo duro", Cohen repite la distinción que hace Lewis Hyde entre trabajo y labor creativa y considera lo que realmente significa el trabajo gratificante:

"Tiene cierta alimentación. El físico mental es muscular. Eso le da a uno un cierto progreso a medida que camina por el lúgubre paisaje de los pensamientos internos de uno. Se tiene un cierto tipo de tono para la creatividad que tiene uno. Pero la mayoría de las veces, eso no ayuda. Es el trabajar duro. Pero creo que el desempleo es la gran aflicción del hombre. Incluso las personas que tienen trabajo están desocupadas. De hecho, casi todas las personas que tienen trabajo se encuentran desocupadas. Puedo decir, feliz y agradecidamente, que estoy totalmente ocupado. Capaz que todo lo que significa el trabajo duro es estar totalmente ocupado.

Cohen ilustra aún más el tema de que las ideas no se le aparecen en absoluto con anécdotas encantadoras citando a un amigo de él que es escritor, el cual dijo una vez que la mente de Cohen "no está contaminada ni por una sola idea", cosa que tomó como un gran cumplido. En cambio, hace hincapié en el valor de la reiteración y señala que su obra consiste de "versiones y nada más". Cuando Zollo le pregunta si cada canción comienza con una idea lírica, Cohen responde con resistencia lírica:

"[El escribir] comienza con un apetito por descubrir mi amor propio. Por redimir el día. Así el día no se desaprovecha. Comienza con ese tipo de apetito.

Cohen aborda la pregunta de dónde es que provienen las buenas ideas con encantadora irreverencia, mientras que emite el comentario ahora legendario que citó Paul Holdengräber en la conversación que mantuvo con David Lynch acerca de la creatividad. Cohen repite los comentarios que hizo T. S. Eliot sobre la cualidad mística de la creatividad y le dice a Zollo:

"Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría a ese lugar más seguido. Es una condición misteriosa. Se parece mucho a la vida de una monja católica. Uno está casado con un misterio.

Pero las ideas más conmovedoras de Cohen sobre el componer canciones trascienden la especificidad del arte y llegan a abarcar los universales de la vida. Al abordar el asombro de Zollo ante el hecho de que Cohen haya descartado versos enteros y acabados de canciones, reflexiona sobre la necesaria perseverancia del proceso creativo, esta idea de que antes de que dejemos de hacerlo, tenemos que haber invertido todo de nosotros para que la imagen completa pueda darse a conocer y podamos justificar el abandono, lo cual aplica de igual manera a todo desde el trabajo hasta el amor:

"Antes de poder descartar el verso, tengo que escribirlo...No puedo descartar un verso antes de que se escriba porque es el hecho de escribir el verso lo que produce los deleites, o los intereses o las facetas que van a captar la luz. El corte de la joya tiene que estar terminado antes de que se pueda ver si brilla.
Cohen vuelve a la idea del trabajo duro casi como imperativo existencial:

"Siempre tuve la costumbre de trabajar duro. Pero no tenía idea de lo que era el trabajo duro hasta que cambió algo en mi mente...La verdad es que no sé qué fue. Quizás haya sido alguna sensación de que toda esta empresa tiene un límite, que había un fin a la vista...Que uno es real y verdaderamente mortal.


Al examinar su permanente interés en el propio proceso más que en el resultado, Cohen argumenta hermosamente a favor del arte de renovarse a sí mismo analizando las profundas recompensas y gratificaciones que lo mantuvieron activo durante medio siglo:

"[Tiene] que ver con dos cosas. Una es la urgencia económica. Nunca hice el dinero suficiente como para decir "Che, creo que ahora me voy a comprar un yate y voy a empezar a hacer submarinismo". Nunca tuve esas clases de fondos disponibles para que pudiera tomar decisiones drásticas sobre lo que podría llegar a hacer en la vida. Además de eso, me formé en lo que luego se conocería como la Escuela de Poesía de Montreal. Antes que existieran los premios, antes que existieran las becas, antes que hubiera incluso chicas a las que les importara lo que hacía. Nos reuníamos, éramos, en términos generales, un grupo definido de personas. No había premios, como dije, no había recompensas más que el propio trabajo. Nos leíamos poemas. Estábamos apasionadamente involucrados con los poemas y nuestras vidas estaban involucradas con esta ocupación...

Teníamos en la mente ejemplos de poetas que siguieron trabajando durante toda su vida. Nunca hubo ninguna sensación de asalto en el mercado para que a uno se le ocurriera atacar y salir. Hasta no hace mucho tiempo, ese tipo de sensibilidad no echaba raíces en absoluto en mi mente...Por lo que siempre tuve la sensación de estar en esto para siempre, si uno sigue teniendo salud. Y uno es lo suficientemente afortunado de poder tener los días a la disposición de uno para poder seguir haciendo esto. Nunca tuve la sensación de que hubiera un final. Que hubiera que jubilarse o que hubiera un premio gordo.

http://www.brainpickings.org/


Traducción al español: Rodrigo Varscher

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