El odio que empieza con los judíos no termina ahí

sacksokLa novelista Rebecca West dijo una vez que los judíos, por haber sufrido tanto, tienen un "alma insorprendible". En el 2000 nuestra hija, en ese momento una alumna universitaria, fue a una protesta anti-globalización en Londres que pasó a ser en contra de Estados Unidos, luego de Israel y luego de los judíos. "Papá, nos odian," dijo en medio de sus lágrimas.

 Escuchar esas palabras en Inglaterra en el siglo XXI me demostró que tenía un alma sorprendible.

Los judíos de Europa han sido atormentados en las últimas semanas por las protestas sobre la guerra en Gaza, que también se convirtieron en algo más viejo y más oscuro. Más de un siglo después del juicio de Dreyfus, los gritos de "muerte a los judíos" han sido escuchados nuevamente en las calles de Paris. Setenta años después del Holocausto, se escuchó en Alemania "gas para los judíos". El mes pasado en Inglaterra los incidentes antisemitas estaban en el nivel más alto de los últimos 30 años. Hay señales de peligro, no sólo para los judíos sino para Europa.

Después de la experiencia de nuestra hija, vi a los eventos moviéndose rápidamente. En agosto del 2001 en la conferencia internacional de las Naciones Unidas contra el racismo en Durban, Israel fue acusado de los cinco pecados cardinales contra los derechos humanos: racismo, apartheid, diferencias étnicas, intento de genocidio y crímenes contra la humanidad. Días después vino el 9/11, y casi inmediatamente una encuesta mostraba que el 40 por ciento de los pakistaníes creían que había sido llevado a cabo por el Mossad, el servicio secreto de Israel.

El nuevo antisemitismo es distinto al viejo. En el pasado los judíos eran odiados por su religión, luego por su raza, Ahora son odiados por su país. No tuve que esperar mucho para ver como el odio viejo y el nuevo se encontraban. En abril de 2002 nuestra familia estaba en Italia festejando Pesaj, que suele caer cerca de Pascua. En Israel un grupo de terroristas palestinos habían tomado refugio en la Iglesia de Natividad en Bethlehem. El ejército israelí, evitando entrar a una iglesia, puso soldados afuera para esperar a que los terroristas salieran. Demoró varias semanas. Un día abrimos el diario italiano La Stampa y vimos una caricatura del infante Jesús en su cuna con un tanque israelí apuntando hacia él. Decía: "Espero que no me quieran matar de nuevo."

Unas semanas después el Catholic Herald de Inglaterra publicó una disculpa por la forma en la que habían reportado el evento. Inicialmente, habían criticado a los israelíes. Sin embargo, una vez que los terroristas se habían ido, los cristianos volvieron a la iglesia y descubrieron que habían destruido biblias, robado los artefactos religiosos y escondido 40 bombas para matar a aquellos que les habían brindado refugio. El diario admitió que había juzgado mal la situación.

Son estas malas interpretaciones y la suposición de que si muere gente es culpa de Israel, lo que nos convence de que se trata de algo más que la pasión por la política. En los 12 años que pasaron desde ese evento, la situación ha empeorado. Criticar a Israel no es ser antisemita, pero demonizarlo sí.

Esto importa porque el antisemitismo no se trata sobre los judíos. Se trata sobre como la sociedad trata al Otro, a aquel que no es igual a nosotros.


Por más de 1,000 años los judíos fueron la presencia no-cristiana más significativa de Europa. Ahora son la presencia no-musulmana más significativa en el Medio Oriente. Los judíos eran odiados por ser diferentes, pero ser diferentes es lo que constituye nuestra humanidad. No somos iguales entre nosotros, cada uno es irreemplazable. Una nación que no tiene lugar para diferencias, no tiene lugar para la humanidad.

El odio que empieza con los judíos nunca termina con los judíos. No fueron únicamente los judíos quienes sufrieron por Hitler y Stalin, ni son los judíos ahora los únicos que sufren por la búsqueda de poder que se disfraza como religión. Los cristianos son atacados en más de cien países: confrontados en Siria, expulsados de Mosul, eliminados de Afganistán, asesinados, decapitados y atacados en otros lugares. Cientos de musulmanes están muriendo diariamente, el 90 por ciento en manos de otros musulmanes. Los bahaíes, budistas, hindús y sijistas también han sufrido sus propias tragedias. Los yazidíes están en el borde del abismo. El mundo está inundado de odio entre las divisiones religiosas.

El occidente malinterpretó al siglo XXI. Esta no es una época de ideologías seculares. Es una era de desecularización. Nuestro mayor desafío no es político, económico o militar. Es espiritual. Nadie lo esperaba, por lo que no lo supimos enfrentar. Lo que rescató a Europa de su período de guerras religiosas, en el siglo XVII, no fueron armas, sino ideas: aquellas de Milton, Hobbes, Spinoza y Locke que hicieron la base para la libertad religiosa y la sociedad libre. Hasta ahora, el siglo XXI ha sido marcado por una serie de invenciones tecnológicas, pero no nuevas ideas.

Este es el desafío de nuestro tiempo, y va a llevar una generación entera enfrentarlo. Primero, debemos defender juntos la libertad religiosa y el Artículo 18 de la declaración universal de derechos humanos de la ONU. Sin la acción de occidente, esto no va a pasar.

Segundo, debemos contar con el compromiso de los líderes de las grandes fes para asegurarse de que todas las minorías religiosas de cada parte del mundo gocen de sus derechos. Ninguno de nosotros va a ganar si trabajamos solos: ni los judíos, ni los cristianos, ni los musulmanes. La víctima no puede curar el crimen.

Hay mucho trabajo espiritual para realizar. Necesitamos coraje teológico. El peligro histórico del monoteísmo ha sido la disposición de los creyentes a dividir la humanidad entre los redimidos y los infieles.


Para prevenir esto, Génesis, que tienen en común el judaísmo, cristianismo e islam, dice que cada ser humanos, sin importar su color, clase o credo, está en la imagen de Dios. Nuestra humanidad compartida es más importante que nuestras diferencias religiosas. Hasta que estemos preparados para tomarnos esto seriamente, la gente va a seguir matando y siendo crueles en nombre de Dios. Y Dios mismo va a llorar.

 Fuente: http://www.rabbisacks.org/

Traducción: Mariel Benedykt

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