Elemental mi querido Watson

Sherlock Holmes, la película, traslada el mito de Arthur Conan Doyle a unas coordenadas diferentes. El director inglés Guy Ritchie ha hecho una película brillante. Ha dado una vuelta de tuerca al típico personaje al que estamos acostumbrados, mas cerebral e investigador, ahora pasa más rápido a la acción y se pelea con quien haga falta. Robert Downey Jr. encarna a un Holmes en esteroides al que aporta todo su carisma y buen hacer. Jude Law interpreta a un personalísimo Watson de gran química con su compañero.  El protagonista no sólo ejerce como el cerebral detective victoriano,  sino también como un auténtico “action hero” espetador de “one liners” que para sí quisiera Bruce Willis.  El resultado es sorprendentemente bueno gracias a un trabajado guión repleto de ingeniosos diálogos y secuencias de acción que funcionan como un reloj.

El argumento es muy sencillo: El mejor investigador de la ciudad es contratado por una familia para encontrar a su hija, está en manos de un asesino que controla a la gente con el miedo y el ocultismo. Y cuando Sherlock le atrapa y le cuelgan en la horca este vuelve de entre los muertos para continuar con su gran plan maestro. Una vez más Holmes deberá detenerlo.
De las películas de Ritchie se deben mencionar con interés sus cintas Snatch, cerdos y diamantes (2000) y su más reciente creación RocknRolla (2008), que marcan una autoría de dicho director y guionista, sobre todo con el manejo de varias tramas que en sus películas se acercan o se alejan, hasta lograr que todos los tejidos conformen una sola telaraña.
Ahora, con Sherlock Holmes , ese estilo no es tan manifiesto, pero está ahí, sobre todo cuando el agudo sabueso inglés hace ejercicio de su inteligencia deductiva y va amarrando los hilos de un delito para afinar su conclusión.

Las referencias masónicas son abundantes, pero mezclando otros elementos de brujería, misticismo egipcio o elementos antiguos. Si no se ha visto la película todavía yo recomiendo estar muy atento a todos los detalles, porque los símbolos ocultos abundan. Haciendo que apetezca un segundo visionado tan solo para ir descubriéndolos con más calma.

Superficial, banal, vulgar, estupendamente ambientada si obviamos detalles como la abominable recreación digital de ciertas partes del Londres antiguo en plan videojuego, incluido el famoso Puente de la Torre, y con un vestuario excelente que acierta al librar a Holmes de su gorra de cazador y su capa de cuadros, así como de pipa y lupa, no es rescatable siquiera por la labor de los intérpretes.

La larga tradición de adaptaciones holmesianas a lo largo del cine y la televisión han contribuido a la consolidación de un canon que difícilmente iba a encontrar una feliz réplica para su público más (mal) acostumbrado: buena parte de los espectadores seguirán identificando la fidelidad a la figura de Sherlock Holmes con los filmes protagonizados por Basil Rathbone e imaginando al portentoso personaje de Arthur Conan Doyle como el detective refinado y superdotado en todo campo, antes que como el héroe de acción que se codea con los bajos fondos y se enfrenta a improbables fuerzas oscuras; asimismo, la figura de John Watson, irremediablemente condicionada por ese canon, seguirá siendo esperada por muchos como el doctor estático y eternamente asombrado antes que como el ex-militar de la guerra afgana, jugador empedernido y perfectamente capaz de contrarrestar la eventual petulancia de su colega. Guy Ritchie muestra en su ultima pelicula un Holmes menos conocido, el hombre de acción que se destapa en algunas de las novelas y relatos del escritor escocés, el de la insolente y desarmante capacidad deductiva, pero también el vulnerable y desamparado. 

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