La guerra en Gaza: Lo que sé y lo que no sé

fotosguerra2okEl miedo es perturbador y desestabiliza la guerra. La guerra, independientemente de sus causas y objetivos, está plagada de incertidumbre y dudas, de riesgos y peligro. En medio de la niebla de la guerra, en medio de la cual nosotros, como pueblo, nos encontramos en este momento, hay muchas cosas que no sabemos. Al mismo tiempo, sin embargo, hay muchas cosas que sí sabemos. Y es importante distinguir entre las dos cosas no sólo por nuestra propia salud mental sino para tener claridad nosotros mismos.

¿Qué es lo que sé y qué es lo que no sé? Yo sé que nuestra gente es fuerte. Siempre supe que nuestro ejército era fuerte y que nuestra tecnología nos ha dado fuerza. Pero nuestro espíritu es más fuerte aún. Nuestro anhelo más profundo es el de una normalidad que es anormal en nuestro vecindario, y la Cúpula de Hierro más poderosa es la que defiende nuestra psiquis y nos protege de la reducción de las expectativas que tenemos de nosotros mismos, a pesar de la espantosa embestida y del terror a los que estamos sometidos. La eficacia del sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro es notable, pero la fuerza de carácter de los israelíes es nuestra verdadera fuerza.

Sé que también somos fuertes en el sentido rabínico, que mide la fuerza a través de la capacidad que uno mismo tiene para contenerse de utilizarla. Sé que esto no es una guerra de nuestra elección. Sé que a pesar de la absurda realidad de misiles y túneles en manos de terroristas quienes han demostrado una y otra vez su voluntad y deseo de usarlos, nuestro gobierno ha estado dispuesto a encontrar – y sigue estándolo – un camino diferente. Sé que cuando se trata de este conflicto, la guerra no es otra forma de política, sino un último recurso que nos vimos obligados a utilizar, porque realmente no había ninguna otra opción sobre la mesa.

Sé que nuestra sociedad es esencialmente una sociedad decente y moral, y que nuestro ejército está comprometido con los más altos estándares de ética en el campo de batalla. Sé, sin embargo, que esto no significa que no se hayan producido errores e injusticias. Se cometieron y se cometen, y cuando ello ocurre, nos exigimos una rendición de cuentas a nosotros mismos.

No sé cómo nuestro Ejército puede combatir en Gaza sin que resulten víctimas civiles. No sé cómo limitar los daños a los no combatientes, cuando sus combatientes se colocan en medio de ellos y consideran la muerte de sus propios no combatientes como una ganancia estratégica y política.

Lo que sí sé es que la Operación Margen Protector es una guerra justa, y como tal, debe ser llevada a cabo. La injusticia de las muertes de no combatientes, cuando son la consecuencia de las acciones ilegales e inmorales de nuestro enemigo, no puede constituirse en un escudo moral para protegerlos, y permitir que sigan aterrorizando a mi país. Sé que cuando nuestras tropas son emboscadas y tiroteadas desde dentro de casas y hospitales estamos moralmente obligados a proteger a nuestros soldados, a pesar de las espantosas consecuencias. Dicho esto, sé que una guerra justa también debe ser llevada a cabo con justicia. Una guerra justa no te da un cheque en blanco, sino que requiere proporcionalidad, cuidado, sensibilidad y sentido del deber para evitar víctimas civiles en la medida de nuestras posibilidades.

Sé que el párrafo anterior es algo evidente para algunos y algo moralmente aborrecible para otros. Sé que para algunos, como yo, la justicia de esta guerra es clara, mientras que para otros es apenas uno más de los crímenes de guerra perpetrados por Israel contra los palestinos. Sé, sin embargo, que al final del día hay poco que pueda decir para convencer a algunos de lo contrario. Una de las características más inquietantes de esta guerra es la brecha moral que existe entre mí y algunos de mis amigos, amigos que no son ni antisemitas ni anti-israelíes, y mi incapacidad de cerrar esta brecha es profundamente inquietante.

Sé que el hecho de que todo país y ejército que se encontraran enfrentados a circunstancias similares actuarían de la misma manera, o tomarían medidas mucho más extremas, no convence a ninguno de quienes critican la legitimidad de nuestras acciones. Por qué pasa esto no lo sé en verdad. Sin embargo sé, porque conozco a algunos de ellos, que no podemos estar jugando siempre la carta del antisemitismo y descartar su crítica moral como una mera fachada de su odio por los judíos. Al mismo tiempo, sé que las acciones paralelas de otros países y ejércitos no son tampoco una justificación para mí. Mi Israel nunca se ha visto a sí mismo como algo normal en este sentido, y sin importar lo que sea aceptable o no en otros lugares, cree que debe actuar según las normas morales con las que puede convivir, y se esfuerza por hacer precisamente eso.

Yo sé que la justicia requiere que en una guerra asimétrica, el más poderoso de los actores use los recursos a su disposición de forma proporcional. Al mismo tiempo sé que el hecho de que Israel sea el más poderoso, no puede significar que el uso de la fuerza sea injusto, y por el contrario, que la falta de poder proporcional de los palestinos no puede proporcionarles la licencia moral para aterrorizar y asesinar a mi pueblo. Sé que el número desproporcionado de bajas militares y víctimas civiles es en sí mismo moralmente irrelevante. Sé que la eficacia de la Cúpula de Hierro de ninguna manera disminuye la intención asesina de los ataques con cohetes, ni que la habilidad de mi ejército en evitar las víctimas civiles exonera la brutalidad intrínseca de los túneles del terror de Gaza. Como resultado de ello, sé que no estoy obligado a esperar un ataque "exitoso" por parte de mi enemigo antes de estar moralmente justificado, y de hecho obligado, a actuar en defensa propia.

Sé que a veces, por desgracia, la guerra es necesaria. Pero también sé que nuestra habilidad y nuestro poder desproporcionado nos pueden llevar a creer que se pueden encontrar soluciones y contener el conflicto, si es que no resolverlo, sólo por la fuerza. Sé que nuestro deseo de normalidad y estabilidad puede causar que se busque esa campaña militar que resuelva el problema "de una vez por todas". Sé que esta tentación puede potencialmente hacer que en el futuro utilicemos nuestra fuerza como un primer recurso y no como el último. Potencialmente esto puede llevarnos a que utilicemos nuestra fuerza injustamente.

Sé que al final, sólo resolveremos el conflicto entre israelíes y palestinos, y que ambos pueblos lograremos la estabilidad y normalidad que deseamos y la justicia que nos merecemos a través de un compromiso y de negociaciones políticas. Al mismo tiempo, no sé cómo sería una resolución de este tipo y cómo podría lograrse en el ambiente actual. Sé que nuestra realidad está lejos de ser estable y que la existencia de Israel es profundamente precaria. Como resultado de ello, sé que todo compromiso y toda iniciativa política jamás deberán llevar a la ingenuidad en materia de seguridad. Sé que una de las lecciones más importantes de esta guerra es el requisito moral de ser cada vez más cuidadosos en proteger las legítimas preocupaciones de seguridad de Israel.

Sé que tenemos muchos enemigos en el mundo, pero lo que ha quedado claro es que también tenemos muchos amigos. Sé que en medio de la niebla de la guerra, ser pesimistas y ver el vaso medio vacío es algo natural, y en consecuencia, creemos que todo el mundo está en contra de nosotros. Sé que esto no es verdad, y sé que es muy importante que lo recordemos. Si bien debemos estar preparados para estar solos, no es necesario que estemos solos. La comunidad internacional es a menudo una palestra alienante, pero no es una a la que debamos renunciar. Aunque debemos ser fuertes, nuestros amigos – a veces nos apoyan y otras nos critican – son aliados esenciales para permitirnos alcanzar y cumplir con nuestros objetivos.

Sé que esta guerra va a llegar a su fin. No sé cuándo ni en qué etapa, y cuál será el costo para israelíes y palestinos. Sé que cuando ocurra, israelíes y palestinos tendremos que preguntarnos a nosotros mismos y los unos a los otros: "Y ahora, ¿qué?" Sé que esta guerra hará que esa etapa sea más difícil. Sé que esta guerra ha aumentado dramáticamente la ira, la hostilidad y la desconfianza. Sé que tengo un discurso sobre esta guerra, pero también sé que los palestinos también tienen uno. Sé que nunca podremos conciliar estos discursos. Sé, sin embargo, que tendremos que aprender a reconciliarnos entre nosotros. Y aunque rezo por ello, no sé si podremos.

Sé que una vez que la guerra termine, tendremos que volver a evaluar seriamente las necesidades de seguridad de la sociedad israelí. Todos nosotros tendremos que quitarle el polvo a las certezas de nuestras posiciones políticas previas y volver a evaluarlas a la luz de lo que hemos aprendido. Al mismo tiempo, sé que cuando termine la guerra, cuando la niebla se disipe, tendremos que analizar seriamente nuestra sociedad. No es el momento adecuado para que el asesinato de Muhammad Abu Khdeir esté en nuestra pantalla de radar. Pero una verdadera rendición de cuentas sobre el mismo aún tiene que ser realizada. El lenguaje vengativo que surgió de manera tan amplia y dramática después de los asesinatos de nuestros tres adolescentes y el comportamiento racista de las turbas todavía debe ser abordado.

Sé que ahora estamos unidos en apoyo de nuestro país, en apoyo a nuestros soldados que están en peligro para que nosotros podamos estar seguros. Sé que la unidad y la solidaridad de la guerra no son duraderas. Sé que enfrentamos verdaderos desafíos para proteger no sólo nuestras fronteras, sino para recomponer nuestra sociedad. Los cismas y la violencia, en hechos y en palabras, entre la izquierda y la derecha, entre judíos y árabes, deben ser curados. Yo sé que son un peligro para Israel, no menor que los misiles y los túneles del terror.

Sé que el camino que tenemos por delante es difícil y precario. Sé que está tan lleno de miedo e inestabilidad como el camino de la guerra. No sé si nuestra sociedad tendrá la fortaleza y la sabiduría para recorrer este camino con la misma habilidad y tino que exhibimos cuando enfrentamos a nuestros enemigos externos. Sé que tenemos que encontrar la fuerza para hacerlo. Rezo para que podamos hacerlo.

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