Invasión y después

hamas2okHamás logró arrastrar a Israel a la invasión terrestre de Gaza, a pesar de las reticencias de Netanyahu. La revelación de la dimensión de los túneles excavados hacia Israel y la entrada por los mismos de grupos fuertemente armados hasta un paso de poblaciones civiles no permitió otra opción que una invasión masiva con el objetivo de destruir la amenaza.

 El peligro inmediato de que en cualquier momento, especialmente en tiempos de calma relativa, pudieran efectivos de Hamás sorprender y aparecer en medio de una población civil y causar una matanza, es algo que todo el espectro de la opinión pública israelí coincide en que hay que neutralizar.

Para Hamás, atrincherado en los refugios y túneles preparados de antemano, el actual intercambio de golpes bélicos, aún con resultados desproporcionados, es visto como una victoria: la lucha armada es su razón de ser y no sólo un medio para obtener logros políticos puntuales. El transcurrir de los días, causando bajas al ejército israelí y continuando los disparos de cohetes sobre poblaciones israelíes refuerza su narrativa, completamente distinta de la israelí, que hace el diario balance de caídos y daño infligido a cada parte.

Si bien su cohetería ha sido neutralizada y sus túneles de ataque conquistados y destruidos, la última baza de Hamás, la del sufrimiento de la población civil y el gran número de víctimas entre esta, niños incluidos, ha causado una presión internacional sobre Israel, no sólo respecto a la operación militar en sí, sino a la necesidad de negociar con Hamás una salida a la situación, que es exactamente lo que buscaba al provocar a Israel.

Netanyahu, que a diferencia de gran parte de sus socios en la coalición de gobierno no se ha dejado arrastrar por la retórica belicista, tuvo buen cuidado de postular objetivos militares logrables: la destrucción de la infraestructura de túneles de ataque y un daño de envergadura a los aparatos militares de Hamás y el Yihad Islámico. La búsqueda casa por casa, pozo por pozo, de cada militante armado y cada depósito de armas y municiones requiere un precio desproporcionado en vidas de soldados israelíes, y no erradica a Hamás de Gaza.

Si se busca eliminar el enquistamiento de estas organizaciones en Gaza, existen sólo dos posibilidades: por un lado la conquista y ocupación totales de Gaza, y por otra la instalación de un gobierno palestino que dedique sus esfuerzos y las ingentes cantidades de dinero hasta ahora invertidas en armamento en mejorar sustancialmente la calidad de vida de la población.

La primera opción, la deseada por Hamás, es vista como un empantanamiento quizás peor que el del Líbano. No solo el coste en enfrentar una guerrilla de desgaste, sino la responsabilidad política y económica por la vida cotidiana de 1.7 millones de palestinos sin significativas fuentes de ingresos.

La segunda tiene un precio político que muchos en la coalición de gobierno de Israel no están dispuestos a pagar: el inicio de un acuerdo con la Autoridad Palestina que lleve eventualmente a un Estado Palestino independiente en Gaza y Cisjordania.


No sólo el precio del eventual desmantelamiento de asentamientos y el cisma en la sociedad israelí cuenta aquí. Netanyahu, que flirtea con declaraciones acerca de un Estado Palestino, no cree en la existencia en este momento de una fuerza política palestina capaz de llegar a un acuerdo del fin del conflicto entre israelíes y palestinos, y mucho menos de resistir luego de la retirada israelí ante el embate de Hamás y similares, como sucediera en Gaza.

Los nubarrones de tormenta general en el Medio Oriente y el riesgo de erupción en Cisjordania, cuya población era bastante indiferente a la destrucción de Hamás pero se ha conmocionado con la dimensión de las víctimas civiles, no permiten seguir postergando una decisión. Entre opciones problemáticas, Netanyahu parece optar por la menos mala: el desmantelamiento de Hamás y sus capacidades bélicas a cambio de levantar el cerco a Gaza y permitir un esfuerzo internacional de reconstrucción social y económica liderado por la Autoridad Palestina con el respaldo de la Liga Árabe y Egipto a la cabeza.


A pesar del atractivo internacional de esta opción, no es claro el precio que Hamás exigirá en caso de decidir permitirla. Aún destruidas en el corto plazo sus opciones ofensivas, Hamás mantiene el control de Gaza y tiene el respaldo externo del eje Irán-Qatar-Turquía. Conviene recordar que Hamás no salió a esta ronda de violencia para liberar Palestina o incluso Gaza, sino para mejorar su postura en la lucha interna por el poder, cada vez más un reflejo de las sacudidas históricas que vive la región.

Especial para "Tumeser", por Dov Avital

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