Para Rivlin y Shafran: No, el judaísmo no se queda quieto

judasimoreforokRecientemente en Haaretz, el rabino Avi Shafran de Agudat Israel aprovechó la oportunidad para lanzar un desinformado aunque predecible ataque al judaísmo reformista.

 Lo realizó adhiriéndose a la repulsión que ha tenido el presidente electo de Israel Ruby Rivlin durante 25 años a los servicios religiosos progresistas que le resultaron ajenos, afirmando que solo es auténtico el judaísmo ortodoxo. El absurdo de alguien que se viste como noble polaco del siglo diecisiete creyendo que es "la original" la interpretación particular que él hace del judaísmo es algo muy cómico como para molestarse a refutar.


No hay un solo judaísmo. El judaísmo evoluciona, pero no necesariamente de manera lineal, respondiendo a los debates internos, a las culturas externas y a los acontecimientos que están más allá de nuestro control. Casi siempre ha habido múltiples expresiones del judaísmo en todas las épocas, llegando sus defensores a las barricadas unos contra los otros en muchas ocasiones. A lo largo de los siglos, las dinastías jasídicas y lituanas fueron excomulgándose entre sí, rabinos líderes que ordenaron la quema de libros del Rambam, y los ultra-ortodoxos condenaron a los ortodoxos nacionalistas por el reciente anteproyecto de ley escrito en términos que normalmente quedan reservados para aquellos que buscan la destrucción total del pueblo judío. Si bien estos cismas pueden ser odiosos y destructivos, también pueden estimular la creatividad.


El rabino Shafran parece estar haciendo presión para alcanzar una clase de judaísmo absolutista y ahistórica que podrá sonar convincente en su propia cámara de resonancia, pero apenas resiste un examen. La ortodoxia y la ultra-ortodoxia en sí no son para nada monolíticas ni inmutables a nivel interno. Caracteriza al judaísmo reformista la misma heterogeneidad y el mismo dinamismo.


Tal como lo contó en Haaretz Eric Yoffie, ex – presidente de la Union for Reform Judaism (Unión del judaísmo reformista), en 1989 Rivlin concurrió a los servicios de dos sinagogas reformistas de los Estados Unidos, y quedó horrorizado al ver que se sentaban juntos los hombres y las mujeres así como por la jazán mujer, lo cual nunca había visto antes. Rivlin llamó a un periodista del diario de mayor circulación de aquel entonces, Iediot Ajronot, para denunciar al judaísmo reformista como "idolatría y no judaísmo...una religión completamente nueva que no tiene relación con el judaísmo" o, en el relato de Yoffe, una religión similar al cristianismo.
Si bien puedo condenar el uso barato de los medios que hizo Rivlin para expresarse, no lo voy a juzgar por la reacción visceral que tuvo al principio para con un servicio que le resultó ajeno. Me imagino que ver a una jazán mujer, a hombres y mujeres sentados juntos, quizás la música o el uso del idioma inglés, todo lo haya hecho sentir sumamente incómodo. Probablemente, no le haya parecido correcto porque nunca lo había visto antes, y a lo mejor le recordaba de algún servicio de iglesia que hubiera visto en alguna película.


A mí también me causó espanto el primer servicio igualitario en el que estuve y mi primera tefilá con una shlijat tzibur, y recuerdo que me costaba concentrarme. No por los temidos e impuros sentimientos (la separación de géneros crea una tensión sexual mucho mayor que sentarse juntos), sino porque nunca había oído la voz de una mujer que me marcara el ritmo de mi daven [plegaria]. Con el tiempo, desapareció por completo esa sensación de ajenidad, y luego de hacer un poco de examen de consciencia y de estudio de los temas halájicos involucrados, llegué a admitir los servicios igualitarios no solo como algo aceptable, sino como la mejor práctica posible.


Rivlin estuvo sufriendo y sufre de un trastorno que padecen algunos israelíes laicos: el Síndrome del Abuelo. Esto se lo ve en su forma purista cuando, en la bar mitzvá del hijo, esos israelíes eligen tener una aliá la-Torá en una sinagoga ortodoxa en la cual, si no fuera por eso, nunca pondrían un pie allí. No quieren que se sienta incómodo en los servicios el abuelo ortodoxo, o, si no tienen un abuelo ortodoxo, no quieren ofender el espíritu de sus antepasados ortodoxos fallecidos.


Como a ellos mismos les importa tan poco (ven el ritual judío como algo absurdo, como algo curioso, o incluso como algo encantador, pero no como algo de mucha importancia), y como se han expuesto a una gama tan minúscula de la expresión judeo-religiosa, creen que el judaísmo se parece a ese shil ortodoxo al que fueron para Kol Nidrei o para la bar mitzvá de algún pariente, o quizás, para su propia bar mitzvá. Es algo bastante lastimoso para un país fundado por pioneros que se rebelaron contra sus padres para forjar una nueva realidad.

El hecho de retocar el viejo dicho de que la sinagoga a la cual no va un israelí laico es la ortodoxa, como lo retoca el rabino Shafran en la anécdota de I. I. Rabi, refleja la misma y deliberada ignorancia que hay sobre el espectro de la expresión judeo-religiosa que caracterizaba los comentarios originales de Ruby Rivlin, y lo único que hace es reforzar el monopolio de la vida judía que tienen los ortodoxos en Israel. Habiendo docenas de comunidades reformistas y conservadoras en Israel, habiendo pasado décadas de actividad de Biná, Alma y de un sinfín de otros marcos no ortodoxos para el estudio de textos judíos, habiendo programas de televisión semanalmente en los que se invita a artistas no ortodoxos como el escritor Ioji Brandes o como el actor Dror Keren, en los cuales se habla de judaísmo con o sin rabinos ortodoxos, esta imagen de polarización entre los laicos y los ortodoxos no llega a describir la realidad de Israel, y mucho menos la del resto del mundo judío. Los judíos mizrajíes, por su parte, nunca encajan fácilmente en el paradigma ortodoxo-laico.


Habiendo dicho todo esto, no voy a negar que haya una línea de demarcación entre los que se consideran "shomer mitzvot" [observante de los requerimientos de la ley judeo-religiosa tradicional] y los que no se consideran así. Es una línea menos continua que un espectro, pero la mayoría de los judíos saben más o menos dónde están ubicados. Pero el hecho de afirmar, como lo da a entender el rabino Shafran, que los judíos no halájicos no están comprometidos seriamente con el judaísmo, o que no son judíos auténticos, es algo ofensivo, erróneo y que responde a su interés único de obtener ventajas para sí mismo. Yo iría más lejos, y sostendría que los judíos no halájicos cumplen mitzvot (quizás mitzvot un tanto distintas) tanto como sus homólogos ortodoxos, pero ese es otro debate.


Hace veinticinco años, un político llamado Ruby Rivlin arremetió públicamente por una experiencia incómoda que tuvo, y quizás, lo hizo para hacer puntos con sus electores de su país. Si bien defensores como el rabino Shafran aplauden su ignorancia y su negación simplista de la multiplicidad del judaísmo, ciertamente estas no son las piedras imán que queremos para nuestro presidente electo.

Fuente: Haaretz

Traducción al español: Rodrigo Varscher

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos