En la fiesta de Shavuot se lee "El libro de Ruth". El libro más corto del Tanaj.
Los críticos literarios lo consideran uno de los mejores cuentos cortos de todos los tiempos y Goethe lo llamó ¨la más grande perla literaria de la Biblia¨. Uno de los libros más hermosos y mejor escritos del Tanaj. Una muy bien estructurada historia ingenua, corta y sencilla, imaginativa, que contiene temas de amor, romance, fidelidad, lealtad, solidaridad social, redención.
Ruth se niega a separarse de su suegra. Seguramente la forma en que en el mundo antiguo un extranjero se incorporaba a otro pueblo era bastante sencilla: se arrimaba, seguía las costumbres y religión de ese pueblo y automáticamente se transformaba en un hijo de ese pueblo. Y eso decide hacer Ruth pronunciando las palabras claves del libro en el párrafo más destacado del relato, cuando ante la indicación de la suegra de que se despida y vaya a reunirse con su familia, le contesta: "no me ruegues que te deje y que me aparte de ti, porque donde quiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios." Una profesión de amor, empatía y compromiso con el otro, lo que en hebreo se llama "jesed".
Este libro de la Biblia es llamado el Cantar de los Cantares del Jesed. "Shir ha shirim shel ha Jesed". ¿Cómo podemos traducir la palabra hebrea "jesed"? La traducción más cercana en español sería ¨piedad¨, no en su acepción de lástima o devoción religiosa, sino como amor activo. Jesed es un acto generoso y activo hacia el otro. Representa todo lo que significa el amor. Amor que se puede dar en la pareja, pero también entre semejantes: padres a hijos, hijos a padres, entre hermanos, Y también entre suegra y nuera.
Erich Fromm, en ¨El arte de amar¨, dice que los elementos componentes del amor son: conocimiento del otro, respeto hacia el otro, hacerse responsable de las necesidades del otro. Todos estos componentes aparecen en este relato.
Y ese sentimiento es recíproco en estas dos mujeres protagonistas. Desde el principio del relato Noemí muestra comprensión y amor hacia sus dos nueras, a las que llama hijas. Les desea lo mejor, aprecia que son buenas, entiende que son jóvenes y que lo mejor para ellas es volver a sus familias. La comparación de las dos nueras no es para poner en competencia su calidad moral, ambas son buenas y demuestran afecto por la suegra. Lo que el texto señala es que el sentimiento de Ruth es más intenso, ella ama a su suegra. Conoce el dolor, la soledad y el desamparo de Noemí, entiende lo que ella siente, y se hace responsable de ella. Y cuando se dan las circunstancias, Noemí se preocupa por encontrarle a Ruth un esposo, para que la ampare y pueda tener una familia. Noemí se hace responsable de la soledad y el desamparo de Ruth.
Y el círculo del Jesed se va ampliando. También Boaz, el pariente redentor, se hace responsable de las necesidades de Ruth. Se casa con ella a pesar de ser pobre, extranjera y moabita para peor, y hasta cabía la sombra de la duda de que fuera estéril, ya que era viuda y no había tenido hijos. Y Ruth acepta a Boaz como es él, muy mayor que ella, porque es el pariente que puede ser redentor de la familia de Noemí.
Y si profundizamos un poco, el concepto de amor que aparece en este libro es más amplio aún. Puede verse a las leyes de esa sociedad también como una forma de amor, en el sentido de que el cumplimiento de las mismas es hacerse cargo del bienestar y la felicidad del otro en tanto integrante de la sociedad en que vivo. Gracias a esas leyes, dos personas extremadamente necesitadas, marginadas, casi unas parias sociales como son Ruth y Noemí, van a poder sobreponerse.
Vemos aquí la aplicación práctica de esas leyes. Una de ellas es la obligación de dejar rincones del campo cultivado sin cosechar, y no levantar las mieses que se iban cayendo. Esos restos deben quedar para que los necesitados puedan recogerlo y de esa forma aliviar su hambre respetando su dignidad. La otra es la ley de la redención, por parte de un pariente, de la tierra que el pariente empobrecido había tenido que vender.
Llama la atención que esta narración, que transcurre en una sociedad totalmente patriarcal y machista está protagonizada por dos mujeres: Ruth y su suegra Noemí.
Y el nivel de protagonismo de estas dos mujeres es de una calidad bien diferente al de otras que aparecen en el relato bíblico, incluso Esther, que también da título a un libro. No sólo por eso es el libro más femenino del Tanaj, pues si prestamos atención a la conjugación de los verbos en hebreo, también son las mujeres del pueblo las que las reciben al principio y las que alaban su suerte al final del relato.
También es un libro feminista. Estas mujeres, que están en lo más bajo y desamparado de la sociedad de la época: mujeres, pobres, viudas y sin hijos, no se inmovilizan ante el infortunio y luchan para abrirse camino en la vida. Son mujeres prácticas, que, contra toda las dificultades, no teniendo marido ni hijos que les pudieran proveer de sustento y renegando de todos los prejuicios -antiguos y modernos- de que las mujeres son pendencieras y las suegras y las nueras se odian. Ellas se aman y se apoyan mutuamente para resolver los problemas concretos de la vida: pan, tierra, familia.
Ciertamente la estrategia en que Noemí instruye a su nuera tiene como objetivo conseguirle el mejor esposo posible y el premio final del rescate es un hijo varón, lo cual parece la antítesis del feminismo, pero en la sociedad patriarcal en que vivían, era la única forma posible de salir adelante.
Estas mujeres son emprendedoras, toman iniciativas: volver a Belén, salir a espigar para tener lo qué comer, reclamar el rescate que les corresponde en vez de esperar la iniciativa del pariente que no se apuró en ofrecerlo.
¿Quién y por qué se escribió este libro? Ioji Brandes supone que probablemente lo escribió una mujer, una adelantada feminista de épocas antiguas, que tuvo mucha habilidad para manejar los cables de tal manera que eso no se notara y el libro pudiera ser incluido en el canon. Me parece difícil que eso fuera posible. A menudo la bandera de la liberación del o de los oprimidos la enarbola alguien salido de la clase de los opresores, que comprende el sufrimiento de los oprimidos, se identifica con él y, enfrentándose a los de su propia clase se une a los sufrientes. Y seguramente este ha sido el caso.
"El Libro de Ruth" es un relato corto muy peculiar dentro del contexto de los relatos bíblicos. Aquí no encontramos los buenos enfrentándose a los malos, ni peleas entre hermanos ni guerras entre pueblos, no trata de reyes ni sacerdotes, no describe el templo ni el altar, tampoco habla de Jerusalén ni de sacrificios. Todo transcurre entre gente buena y sencilla. Es un retrato deleitoso de la saga de una familia común y de la vida doméstica y laboral en una zona agrícola de Judea, en tiempo de los Jueces.
Y termina la cosecha. Podemos ¨vivir¨ lo que el relator nos dice y no nos dice sobre ese último día: los segadores terminando la tarea, comiendo y bebiendo bajo el cielo estrellado, el olor de las espigas recién cortadas, el cansancio de los trabajadores... Y Boaz despertando en medio de la noche para descubrir a Ruth acostada a sus pies, en una de las escenas eróticas más delicadas del Tanaj.
Y sin embargo, también es mucho más que eso.
Amor, solidaridad, respeto de las leyes sociales. Todo eso pudo habernos enseñado el relato si Ruth hubiera sido una mujer cualquiera, o aún una extranjera cualquiera, Pero ¿por qué justamente moabita?
Para los israelitas, Moab era un pueblo maldito y prohibido. Sin duda se daban casos de hebreos que se casaban con extranjeras. Cuando una cosa está expresamente prohibida, seguro que solía ocurrir. Pero, ¿cómo es posible que el Rey David, el personaje más amado de la historia y la tradición judía, sea descendiente de Ruth la gentil y para peor moabita?
Los orígenes de David no están muy claramente especificados en el Tanaj. Es posible que hubiera rumores en el pueblo de que David tenía una antepasada moabita. Sea que la tuvo o no, este relato nos dice: sí, la bisabuela de David fue moabita, pero miren qué moabita! Y de paso nos muestra que lo más valioso de una persona no es su origen étnico sino sus virtudes morales.
Y prestemos atención a otro detalle. Llegamos a un final casi de cuento de hadas. La heroína se eleva desde la capa más baja de la escala social, redimida por un notable del pueblo, con el que se casa, siendo bendecida no sólo con amor y riqueza, sino con el nacimiento de un hijo que será el abuelo de nuestro tan querido Rey David.
Sin embargo, el camino no es el milagro mágico de la cenicienta clásica. No se trata del príncipe prendado de la belleza de la heroína. El relator bíblico se cuida de no hacer la mínima descripción física de Ruth. Y esto es bastante revolucionario. La belleza física ha sido el arma más poderosa de la mujer en la sociedad antigua y por cierto no ha dejado de tener un papel importante a lo largo de la historia, perdurando aún en la sociedad contemporánea. El arma de Ruth no es la belleza, aunque probablemente la tiene, y fue lo que atrajo la primera mirada de Boaz. No obstante, lo que impresiona a Boaz es la dedicación de Ruth para con su suegra y el coraje que tuvo para seguirla a lo desconocido abandonando su país y su familia. Lo que impresiona a Boaz es la personalidad y la conducta de Ruth. No, no es él que toma la iniciativa de la redención. La experiencia e intuición de la suegra indica a la joven la conducta a seguir, y la nuera sigue el consejo.
Pero no todo es bucólica paz o tierna ingenuidad en este relato. Interpretaciones modernas han calado más hondo en el texto y encuentran en él un reflejo del árido debate, ya en aquellos días, entre dos posturas que abogaban por una ideología opuesta: los separatistas y los pluralistas. Partidarios los primeros de que el pueblo viviera encerrado en sí mismo sin relacionarse los pueblos que lo rodeaban. Los segundos, de que hubiera relacionamiento y cooperación con las naciones vecinas. Y, sorprendentemente, en la época bíblica, la corriente pluralista superó a la separatista, aún en un tema tan delicado como los matrimonios mixtos.
La mayoría de nuestros padres fundadores se casaron con extranjeras y muchas de nuestras veneradas madres fueron extranjeras: Tamar, la nuera de Yehuda, era cananea; Asnat, la mujer de José era egipcia; Tzipora la mujer de Moisés era maidanita; Neamá, la mujer de Salomón y madre del heredero al trono, Rejavaham, era amonita.
Es muy probable que el relato de Ruth hubiera sido, en su momento un manifiesto dirigido a los separatistas recalcitrantes como Ezra y Nehemías, diciéndoles que la bisabuela del David, rey más amado por el pueblo, había sido, no sólo extranjera, sino moabita. Y gracias a esa moabita, los hijos de Judá viven y existen hasta el día de hoy.
Renée C-Epstein
Junio 2014