Una de las características humanas más específicas es la de crear imágenes. Narrar mitos llega a ser una necesidad vital no sólo para aplacar o propiciar los poderes sobrehumanos, sino también para estimular las mismas dotes creativas y espirituales que llevaron al hombre a inventar sus mitos.
Si no hay una significación y una finalidad más allá de la satisfacción de las necesidades físicas cotidianas, ni el hombre ni la cultura pueden desarrollarse. Para evitar la desesperación que pueden acarrear los avatares de la fortuna y la complejidad de la vida, el hombre necesita dar sentido a sus derrotas y victorias, explicar el nacimiento y la muerte. Los mitos conectan la "realidad" externa con las esperanzas, deseos y miedos de nuestros sueños. Los mitos permiten encontrar un ámbito lúdico dentro de un mundo que, sin ellos, seria aterrador, insoportable, aburrido o frustrante. Por eso, los mitos son intemporales y perpetuos y encontramos formas de pensamiento mítico tanto en culturas antiguas como en numerosos fenómenos culturales del mundo moderno.
Si bien los mitos parecen haber sido planteados originalmente como historias literalmente ciertas, la dialéctica entre la explicación mítica del mundo y la filosófica y científica, ha favorecido el desarrollo de lecturas no literales de los mitos, según las cuales éstos no deberían ser objeto de creencia, sino de interpretación. La lectura simbólica considera que el mito contiene un contenido veraz, pero no sobre aquello que aparentemente trata, sino sobre los contenidos mentales de sus creadores y usuarios.
Todos los pueblos tienen figuras míticas, símbolos vivientes de ideales que forman parte de la identidad común, contribuyen a la cohesión del grupo social y construyen elementos de su memoria trasmitida. Estas figuras pueden formarse sobre fundamentos reales o a partir de historias depura ficción. No importa. Lo que importa es el mito y sus figuras y luego la función del conjunto mitológico en la imaginación y la identidad de un pueblo.
Los pueblos mentalmente sanos son aquellos que viven –activa y creativamente- la dualidad entre el "realmente hubo" y el "no importa si fue así", los que saben que el mito es esencial, pero que al mismo tiempo saben que es importante poder analizarlo desde un ángulo crítico, lúcido y desinteresado. La palabra mitología es usada para referirse a historias que, pueden o no relatar hechos históricos, pero siempre revelan verdades fundamentales y pensamientos sobre la naturaleza humana.
El relato del Exodo de Egipto se transformó en un mito absolutamente fundacional, básico del judaísmo de todas las épocas. En los próximos días, al celebrar el seder de Pesaj, cumpliremos con el mandato de guardar la memoria de la opresión sufrida en la esclavitud en Egipto y el reconocimiento a Dios que nos sacó de ella. Ese mandato es reiterado abundantemente en todas las fuentes judías y se cumple además durante todo el año al hacer el kidush de la cena sabática.
¿Qué podemos leer en este mito? Muchas cosas.
Llama la atención la elección de un mito que marca un comienzo tan humilde del pueblo: un grupo de esclavos que salen en libertad, a diferencia de orígenes grandiosos que se dan otros pueblos en sus mitos. Y también que tiene un marcado contenido ético. Salen de la opresión, que es Egipto, para dirigirse a la libertad. Van de la injusticia a la justicia.
Tampoco la meta es especialmente ambiciosa. ¿Hacia dónde van? A la Tierra Prometida, Canaan, tierra de leche y miel. La promesa de leche y miel se repite muchísimas veces en el Tanaj. Es indudablemente una narrativa de una sociedad agrícola, metáforas familiares al lugar y cultura de ese momento. Pero, ¿es una referencia de gran riqueza, de opulencia? No, está dentro de lo que es la producción estandarte, normal de una tierra medianamente fértil. Es una abundancia moderada, comparada con el poder, la riqueza, la ostentación que Egipto representaba, en la grandiosidad arquitectónica de los monumentos, e incluso en la gastrononía. Hasta los pobres esclavos añoraban "las ollas de carne". Pero la tierra de abundancia de "leche y miel" a la que se dirigían, representa abundancia para todos.
En un segundo nivel interpretativo, señalar a la tierra de Israel como "que mana leche y miel", puede tener una significación alegórica, En Deuteronomio capítulo 8, versículo 9 leemos ¨una tierra donde comerás tu pan sin escasez, y no te faltará nada". La imagen pastoral y agrícola que describe este pasaje, fácilmente puede tomar un aspecto moral: una tierra sin escasez es también una tierra sin opresión.
Desde el cruce del Mar Rojo comienza la marcha por el desierto, el Exodo. No se trataba de deambular sin rumbo por el desierto. Emprendieron una jornada hacia adelante, en el tiempo y en el espacio. Una marcha con un propósito, de transformación, hacia un progreso moral,. Los protagonistas de la marcha son "el pueblo de Israel". Exodo es la historia de un pueblo. Como la marcha que describe, la historia también tiene un propósito. Por eso la importancia de la marcha y la disciplina necesaria para su éxito.
Los israelitas marcharon hacia Canaan. Y Canaan es lo totalmente opuesto a Egipto. Egipto no es sólo dejado atrás, sino que es rechazado, juzgado y condenado, por la injusticia y la corrupción. La fuerza moral está en aspirar a una vida sin opresión y sin corrupción. Y supone que no todo el mundo es Egipto. Sin esa posibilidad, la opresión sería experimentada como una condición inescapable. Rechazo y esperanza son las respuestas apropiadas a la esclavitud en Egipto.
El Exodo es un relato de liberación expresado en términos religiosos, pero es también secular, es decir, un relato histórico de este mundo. La marcha está plagada de dificultades, crisis, luchas, presentadas en forma muy realista, como invitando a que las soluciones de los conflictos no sean sólo obra de Dios, sino de los hombres. Hambre, sed, murmuraciones, impaciencia, reniegan de su líder, quieren volver. En esa marcha aparecen todas las paradojas de los humanos y las contradicciones de las luchas por la liberación. Por un lado quieren dejar Egipto, o eso les hace creer Moisés, por otro lado lo añoran. Quieren ser libres, pero a veces sienten que las exigencias de esa libertad son muy pesadas y quieren escapar de ella. Aceptan las leyes pero no las cumplen. Aceptan el liderazgo pero resisten la disciplina de la marcha. Es un relato realista, en el que aparecen milagros, pero en sí mismo no es milagroso. Los hebreos no son transportados milagrosamente a la tierra prometida, ellos tienen que marchar, caminar, para llegar a ella.
Esto significa un determinado concepto de la historia. El atractivo del mito del Exodo y la repercusión que ha tenido en el judaísmo y en la cultura occidental, se basa en el itinerario y el propósito de la marcha de los israelitas, en la idea de un fin prometido. Exodo es literalmente un movimiento, un avance en el espacio y el tiempo, una fórmula de progresión histórica.
Muy diferente es lo que podemos leer en el mito del mesianismo. La creencia en un Mesías salvador, un redentor enviado por Dios, instrumento humano de la voluntad divina, descendiente de la casa de David, que vendrá a cambiar radicalmente el mundo, a redimir a la humanidad y establecer el reino de Dios en la tierra. Nunca habrá en tu tierra violencia, en tu pueblo todos serán justos, las espadas se convertirán en arado, el lobo y el cordero dormirán juntos , profetiza Isaías. Pero el cordero nunca volverá a dormir tranquilo, teme Woody Allen)
No se trata de ir solucionando problemas sino de terminar definitivamente con los problemas. Dar vuelta el mundo.
El mito mesiánico carece por completo del realismo del mito del Exodo. La idea de un nuevo mundo, en oposición a este mundo, a esta vida, la creencia en que la historia se detendrá, queriendo forzar el fin de los días para en forma violenta e instantánea traer el paraíso a la tierra, es opuesto a la imagen de una comunidad cultivando su tierra, aspirando a leche y la miel y vivir en paz obedeciendo las directivas de su Dios.
Exodo y Mesianismo han impregnado el sionismo, pero dando lugar a diferentes versiones del sionismo.
Para A. B. Yehoshúa, el sionismo de Exodo implica un acto de renunciación al Mesías, a la salvación religiosa y a la visión del Fin de los Días. Esta renunciación se dio más bien en judíos seculares, liberales, a menudo comprometidos con una visión socialista de la promesa bíblica. En cambio, el sionismo mesiánico es una creación de la derecha, del radicalismo político, de los que presagian eventos apocalípticos.
Para Gershon Sholem, el sionismo de Exodo significa actuar dentro de la historia y aceptar los límites de la realidad, mientras que el sionismo mesiánico representa una utopía que niega esos límites.
Grandes desgracias nos ha traído el mesianismo , desde la derrota de Bar Kojba en el 70 e.c. hasta el asesinato del primer ministro de Israel, Itzjak Rabin el 4 de noviembre de 1995.
El camino del Exodo es el duro y continuo trabajo en búsqueda de una vida digna, sin escasez ni opulencia, en libertad y sin sufrir ni ejercer opresión, que es tarea de los hombres -y las mujeres- en un tiempo histórico. El camino mesiánico es la búsqueda de un utópico absoluto, la mano de Dios que en una especie de acción mágica, traerá a la tierra el mundo de los cielos.
Y tal vez el problema no está en el tipo de camino que se elige, sino en los fanáticos de cada grupo. Por eso quiero terminar citando a un representante de cada grupo con los cuales me puedo identificar.
En una ocasión le preguntaron al Profesor Yeshaiahu Leibovich si creía en la llegada del Mesías. Contestó: sí, el Mesías va a llegar, siempre va a llegar.
Y a Michael Waltzer: dondequiera que vivamos, es probablemente Egipto. Hay un lugar mejor, un mundo más atractivo, una tierra prometida. El camino a esa tierra es la travesía del desierto. No hay forma de llegar de aquí a allá excepto unirnos en la marcha.
Por eso, diremos en este Pesaj que la liberación y la transformación de la tierra de Canaan en la tierra de Israel, están todavía desafiando nuestra travesía del desierto.
FELIZ PESAJ