Noah

estreno-noe-noah-pelicula-2014okCuando uno acomete una película bíblica no puede obviar "La Biblia" de 1966 ni "Los Diez Mandamientos" de 1956 ni "Jesus Christ Superstar" de 1973. Tal vez "Los Diez Mandamientos" sentó un precedente difícil de ser igualado en cuanto a sus efectos especiales y majestuosidad; creo que sigue siendo un parámetro para cualquier emprendimiento acerca de esta temática.

 La primer consideración en una película bíblica es si lo divino o sobrenatural es un personaje en sí, o no; vale decir, la historia es entre hombres o entre hombres y dios (no digamos "dioses" no sea que nos llamen politeístas). El drama bíblico puede ser narrado desde un punto de vista estrictamente realista o desde un punto de vista fantástico; en el primero hay que profundizar en lo humano, en el segundo hay que reforzar lo fantástico en detrimento de lo real. Dicho en otras palabras: si dios es protagonista, el hombre queda más estereotipado, más arquetípico. De las tres películas citadas, las "judías" pertenecen al grupo en que dios es protagonista y lidiamos con arquetipos; "Jesus Christ Superstar" opta por focalizar en los conflictos humanos y deja a dios y sus milagros por fuera.

"Noah", de Darren Aronofsky (2014) se maneja entre ambos parámetros. Dios no habla pero actúa generando realidades de la nada, igual que en Génesis 1-5, al que la película hace referencia una y otra vez. Noé habla y explica la voluntad de dios en la tierra como si fuera un profeta adelantado, dando su versión e interpretación de la voluntad divina. En la Biblia Noé, como todos los personajes iniciales hasta el patriarca Abraham incluido, se limita a acatar. Al mismo tiempo su vida familiar se ve atravesada, aunque en forma atemperada, por desgarradores conflictos generacionales y casi freudianos que conocemos desde que el mundo es mundo. De hecho, "Noah" superpone varios mitos en una sola narrativa: la creación, el fratricidio, el diluvio, el sacrificio del hijo, y hasta la expulsión del hijo del seno del hogar.

La película se toma una licencia "poética" o cinematográfica recurriendo al repertorio de criaturas creadas por la filmografía "comic" a través de los ángeles de la luz devenidos piedra y barro en una tierra desolada, liberados por su sacrificio personal ante las fuerzas del mal que amenazan a Noé y su formidable empresa. Estas enormes criaturas también explican el cómo del Arca de Noé, uno de los misterios más fascinantes de la mitología occidental: como pudo un hombre y su familia construir semejante nave. Estas criaturas son ángeles y bulldozers, patovicas y oráculos. Seguramente a Cecil B. de Mille no se le hubiera ocurrido "inventar" un recurso así, todo era mucho más literal en aquellos tiempos.

Lo que "Noah" sí tomó de de Mille es la espectacularidad de las imágenes y los milagros divinos. Mucho más realistas por las diferencias en tecnología que han surgido en casi sesenta años, el recurso en sí mismo no ha cambiado: generar el sobrecogimiento ante una fuerza superior inaprehensible. Las imágenes son de una fuerza y una belleza magnificas. Aronofsky no duda en tomar prestadas imágenes que ya son parte del imaginario colectivo de todos los lectores de la Biblia y seguidores de su filmografía: desde Noé y su esposa como siluetas, cuando ella quiere cuidarlo y que descanse (ver María Magdalena con Jesús en "Jesus Christ Superstar" en la cueva), pasando por los últimos sobrevivientes trepados a un montículo antes que las aguas los supere, como en cuadro de Doré, hasta el Arca encallada en la montaña. Como trasfondo, la fuerza de la naturaleza a través del agua, desde la gota premonitora hasta los tsunami que destruyen la humanidad.

En medio de tanto prodigio es difícil construir personajes profundos e individuales. Sin duda Noé es mucho más complejo y conflictivo de lo que nos cuenta el relato bíblico, pero en definitiva está al servicio de un relato cuyo fin es conocido. Si se quiere, Noé trae un mensaje ecológico que en la Biblia aparece mucho más como conflicto que en la película: nuestra obligación es cuidar el mundo, no que el mundo nos sirva a nosotros. Noé se va transformando en un fanático peligroso y temido, hasta que sucumbe a los efectos del vino y purga sus culpas, haciendo la paz consigo mismo y con su familia. Si bien habla todo el tiempo de la voluntad divina, es su tesón y esfuerzo los que llevan la empresa de salvataje a buen puerto.

Antes del diluvio Noé dice que la destrucción será por agua, no por fuego, porque el agua purifica. Como lo señala Joseph Campbell en su libro "Las Máscaras de Dios" (1964), el mito del agua purificadora es común a varias culturas de la Media Luna fértil: desde el Diluvio, pasando por Moisés en el cesto sobre el Nilo (la palabra en hebreo es la misma para la nave de Noé que para el cesto de Moisés, "teivá"), hasta la travesía del Mar por parte de los Hijos de Israel, el agua ha simbolizado purificación y renacer. Noé mismo, como personaje, renace después que las aguas comienzan a retirarse, convirtiéndose en un ser mucho más misericordioso.

Con toda la crudeza que despliega Aronofsky en la primera parte de la película, no escatimando en muertos ni en el detalle de sus muertes, al final parece mostrar la misma misericordia que Ilá le adjudica a Noé: nos ahorra los cadáveres diseminados por doquier de una humanidad ahogada. Los vemos ahogarse, pero no la vemos flotar ni derivar a las orillas que el nuevo mundo va descubriendo ante nuestros ojos. Ahora es, por fin, un mundo verde, fértil, y multicolor: arco iris.


"Noah" se inscribe en la tradición hollywoodense de películas épicas con actores taquilleros, donde prima la historia y el mito por sobre la dimensión humana de los hechos. En este punto "Noah" trata de tomar un rumbo propio y nuevo, pero no lo consigue del todo. Sin embargo, como dijera mi hijo, "la película tiene sus cosas, pero es intensa". Por cierto que sí. O, como decíamos cuando éramos adolescentes, "es para pensar". Tal vez hasta un poco más: "Noah" tiene su lado conmovedor, perturbador. Es una experiencia cinematográfica en el mejor sentido de la expresión.

 

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