Reinado en el Rabinato de Israel

rabinatoisraelokRecientemente, fui víctima del Rabinato Supremo de Israel. Como rabino ortodoxo que defiende una ortodoxia más abierta e inclusiva, muchas veces atestigüé para miembros de la congregación que quieren casarse en Israel, siguiendo los requisitos del Rabinato. Lo he estado haciendo por 45 años, pero en Octubre, una de mis cartas fue rechazada. De pronto, mi juicio había dejado de ser confiable.

 Finalmente, las protestas por el rechazo hicieron que el Rabinato cambie de opinión y me devuelva la capacidad de atestiguar para candidatos al matrimonio. Este episodio, sin embargo, causó que me concentre en un tema más importante: el control del Rabinato sobre asuntos personales como el matrimonio, y su intrusión en los asuntos de la diáspora. Es tiempo de descentralizar el poder del Rabinato y de darla a las comunidades judías control sobre lo que es o no es aceptable para sus miembros.

La institución moderna del Rabinato Supremo ortodoxo fue creada para la comunidad judía en Palestina por los británicos durante su mandato y se mantuvo cuando se estableció el estado independiente de Israel en 1948. El Rabinato controla la base de la ida judía en Israel: las conversiones, matrimonios, entierros, comida y más.

En un estado democrático como Israel, puede parecer raro que un cuerpo elegido por el gobierno tenga tanto podes cobre los asuntos individuales. Durante un tiempo, el Rabinato parecía servir a todo el pueblo judío. Hoy en día es visto por muchos judíos en Israel y en el exterior como un cuerpo religioso intrusivo y coactivo. Además de exigir la ley ortodoxa para todos los judíos, también exige estándares ultra – estrictos en la mayoría de las áreas que supervisa.

Los eventos recientes son simplemente una manifestación de esto. Dado que no hay matrimonio civil para los judíos en Israel, aquellos que desean casarse deben probar, para la satisfacción del Rabinato, que son judíos. En el pasado, que los apoye un rabino ortodoxo era suficiente. Sin aviso alguno, yo y otros rabinos ortodoxos nos encontramos en una "lista negra" en Octubre; nuestro testimonio ya no era confiable.

Hubiera sido más fácil callarme y evitar la humillación que me causó ese rechazo. Me di cuenta, sin embargo, de que el problema tiene graves consecuencias para los judíos en Israel y en el exterior. Por lo tanto, decidí desafiar al Rabinato públicamente en la prensa con la esperanza de que la consciencia y participación de la comunidad llevarían a una solución. Estaba listo para llevarlo a la Corte Suprema israelí.

El cambio de opinión del Rabinato en mi caso, este mes, fue una señal alentadora, pero el problema está lejos de ser resuelto. Los problemas sistemáticos persisten.

A fines de los 90, publiqué un ensayo articulando mi visión sobre una ortodoxia abierta. Aquellos que se identifican con la visión creen en la divinidad de la Tora y están comprometidos con una observación detallada de las prácticas de la ley judía. Ese compromiso no significa rigidez. Creemos en un judaísmo que le permite a las mujeres estar más involucradas en el liderazgo ritual y espiritual; invita al cuestionamiento religioso; promueve el diálogo entre las corrientes del judaísmo; recibe a todos sin importar su orientación sexual o nivel de observación religiosa; mira al exterior, llevado por el sentimiento de responsabilidad sobre todos.

El Rabinato, en cambio, mira hacia adentro, tomando posiciones extremas, consolidando y extendiendo su poder. En el 2008, limitó el derecho a participar en conversiones en Estados Unidos a una corta lista de rabinos y cortes rabínicas elegidas por ellos. Lo hicieron contando con la cooperación absoluta de una de las principales asociaciones rabínicas de Estados Unidos que le cedió su autonomía y falló en defender a todos sus miembros.

Este fue un paso hacia atrás. Uno de los principales aspectos de la ortodoxia en Estados Unidos fue su descentralización y la proliferación de muchas voces. Sería horrible que la ortodoxia en Estados Unidos vuelva hacia atrás y adopte un modelo jerárquico rígido como aquel del Rabinato israelí.

En un estado judío democratico, debe haber opciones. Por ejemplo, un grupo ortodoxo en Israel, Ne'emanei Tora Va'Avoda, propuso que las comunidades elijan sus propios líderes religiosos y reciben fondos del estado. En asuntos como el matrimonio y la conversión, los estándares de la comunidad serían tomados en cuenta en lugar de dictados por una institución superior.

Esto no significa que los rabinos ortodoxos israelíes estarían obligados a ir en contra de su fe para aceptar todo tipo de conversiones y casamientos como válidos. No se le pediría a ningún rabino que comprometa sus estándares personales de la ley judía. Pero Israel es un estado para todo el pueblo judío. Como tal, debería permitir la opción del matrimonio secular al igual que el religioso.

La represión y la religión no combinan. La elección religiosa beneficiaría a todos. Cuando hay una elección posible, a la religión en general y la ortodoxia en particular les va mejor porque las personas pueden adoptar la religión por su propia voluntad. Una religión impuesta es un deservicio para el pueblo y para la religión.

Fuente: New York Times

Traductora: Mariel Benedykt

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