¿Un estado palestino sin judíos?

judeaysamariaokEl "éxito" del proyecto israelí de asentamientos en Judea y Samaria que data de 40 años atrás ha creado una realidad que no puede ser ignorada por ninguna postura referente a las futuras fronteras de Israel.

 El hecho de que los asentamientos sean críticos para los intereses de seguridad de Israel o si le son útiles o no, si los asentamientos son ilegales o no, si Judea y Samaria forman parte de la antigua patria del pueblo judío o son la futura patria del pueblo palestino, ya no son las únicas cuestiones que se encuentran hoy sobre la mesa de discusión. Hay una nueva realidad en el terreno, y el campo de la política no es el campo de las aspiraciones mesiánicas, sino más bien un marco conceptual en el que las ideas, los valores y los intereses se encuentran en un mundo real y dan cabida a ese mundo en un intento de poner en práctica lo mejor de lo que es posible.

Quinientos mil "colonos" que viven en los alrededores de Jerusalem, en los tres principales bloques de asentamientos -Gush Etzion, Maale Adumim y Ariel- y en distintas comunidades dispersas por toda Judea y Samaria constituyen un número inmanejable para cualquier esfuerzo de reasentamiento propuesto. Ya sea que esté justificada o no, una propuesta de esta índole únicamente sirve para llevar las negociaciones a un merecido descanso. En una era mesiánica, como consecuencia de una adaptación universal del concepto del año del jubileo, es posible imaginarse a cualquier persona regresando a vivir en la tierra ancestral que le pertenece por derecho. El mesianismo, sin embargo, tiene que ver con el proverbial mañana y contribuye poco para permitirnos redimir la situación del día de hoy.

La pregunta fundamental que los israelíes y los palestinos debemos hacernos, es si queremos y somos capaces de modificar la realidad actual para nuestros dos pueblos. Después de dejar de lado los discursos encontrados acerca de derechos ancestrales y victimización, la pregunta a considerar es realmente muy sencilla: En virtud de nuestra aceptación mutua de la idea de dos estados para dos pueblos, ¿cuántas personas pueden ser realojadas por Israel en un plazo de cinco a diez años, teniendo en cuenta sus legítimos derechos a vivienda y empleo por un lado, y cuáles son los asentamientos que deben ser desmantelados para permitir una patria viable, contigua y digna para el pueblo palestino por el otro?

El globo sonda lanzado por el primer ministro Netanyahu en relación al mantenimiento de ciertos asentamientos y colonos dentro de las fronteras de la patria del pueblo palestino es interesante en su superficie, ya que pretende afectar la ecuación de lo que es posible. Una disminución en el número de individuos que necesitan ser realojados aumenta la posibilidad de la formación de un estado palestino en nuestros días.

De nuevo, independientemente de soslayar la legalidad de estos asentamientos, la pregunta clave es si una política así contribuye a la solución de dos Estados o no. Para responder a esta pregunta, también deben ser abordadas una serie de otras preguntas.

En primer lugar, después de descontar Jerusalem y los tres bloques de asentamientos en los que están establecidos más del 80% de los colonos israelíes, ¿es implementable un proyecto de reasentamiento para el resto? Si la respuesta es afirmativa, la cuestión no es si Palestina debiera ser un estado libre de judíos, sino si Israel tiene derecho a reclamar más tierras del estado palestino. Si la respuesta es negativa, la cuestión nuevamente no tiene que ver si Palestina debiera estar libre de judíos, sino más bien cuál es el número que puede ser realojado, y de qué asentamientos deben ser con el fin de maximizar la viabilidad de la patria palestina.

En segundo lugar, la cuestión fundamental no es si Palestina será un estado libre de judíos sino libre de israelíes. Los ciudadanos que eran israelíes, ¿aceptarán ser ciudadanos palestinos judíos en el estado palestino? Es aquí donde el asunto se torna complicado y la conversación superficial en un doble discurso. Es moralmente obvio que un estado palestino libre de judíos es un concepto reprobable. Un estado-nación incapaz de permitir una minoría étnica es un emprendimiento odioso y racista. Estoy seguro de que una mayoría de palestinos les darían la bienvenida a los miembros judíos de Neturei Karta como ciudadanos en su estado. Lo que está en discusión no son los judíos sino estos judíos específicos.

En el discurso palestino no hay distinción entre "los colonos". Son definidos o percibidos como individuos cuya misión en la vida es la negación de los derechos nacionales palestinos. Es comprensible que estas personas no sean bienvenidas. Seamos honestos con nosotros mismos, y vayamos más allá de la retórica de una Palestina libre de judíos: ¿qué colono israelí estaría dispuesto a considerar tal posibilidad? Ellos no son los cientos de miles de personas que se trasladaron a la Margen Occidental, a diferencia de Judea y Samaria, con el fin de encontrar una vivienda asequible y comunidades de apoyo en las proximidades de los centros económicos de Israel.

Son personas para las que es más importante la santidad de la Tierra de Israel que su ciudadanía en el Estado de Israel. No son miembros de un grupo anti-sionista, haredi, porque tales grupos no viven fuera de los bloques de asentamientos. Son ardientes nacionalistas mesiánicos que creen que la redención de Israel depende de nuestro dominio sobre todo el territorio. Son personas que creen que un estado palestino es contrario a la voluntad de Dios y que va en detrimento de los sueños mesiánicos de Israel. El hecho de no querer a gente así como conciudadanos no es un acto de antisemitismo, sino de cordura nacional.

Ha llegado el momento de ser realistas. Ha llegado el momento en que Israel se pregunte si tenemos un socio para la paz o no, quién es, quién quiere llegar a ser, cuáles son nuestros valores fundamentales, y qué es lo que estamos dispuestos a hacer para tratar de adaptarlos a la realidad actual. Es posible que a pesar de nuestras mejores intenciones y de los esfuerzos internacionales, el cumplimiento de estas aspiraciones no sea posible hoy en día.

Nosotros, sin embargo, sólo sabremos esto verdaderamente cuando presentemos formalmente nuestro plan para una solución de dos estados, un plan claramente diferente de una declaración de vago interés. Un plan así deberá comenzar con un extenso resumen de por qué la solución de dos estados está en la agenda israelí del presente, y no simplemente en la de algún día en el futuro. Las proclamaciones en cuanto al amor de nuestra nación por la paz han perdido credibilidad. Deben ser sustituidas por articulaciones detallados y apasionadas de nuestro deseo de no seguir ocupando a otro pueblo, de nuestro deseo de que la justicia y los derechos que reclamamos para nosotros mismos también sean suyos, que estamos comprometidos con el derecho internacional, y no sólo cuando sirve a nuestro intereses, y que la patria del pueblo judío sólo es un valor en la medida en que sea democrática y valore los derechos de los demás.

Tenemos que superar el trauma de la Segunda Intifada y comenzar a reconectarnos seriamente con lo que realmente queremos como nación y como pueblo. Tenemos que predicar con el ejemplo y plantear una visión clara del camino que estamos dispuestos a seguir. Qué precios, dificultades y peligros estamos dispuestos a aceptar e imponer a nuestros ciudadanos con el fin de ser lo que queremos ser. Nada de compromisos mesiánicos y de castillos en el aire que pongan en peligro nuestra supervivencia o que no sean implementables en nuestro tiempo. Nada de políticas que simplemente sirvan para reforzar nuestro discurso de que no tenemos ningún socio para la paz ("Ellos quieren una Palestina libre de judíos") sino políticas que desafíen y permitan a los palestinos ser esos socios.

Ha llegado el momento de que seamos realistas y presentemos un plan para el presente, para remodelar nuestras vidas hoy mismo.

Traductor: Daniel Rosenthal

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