Iom Ha Shoa

Nacida en el seno de una familia de fuertes convicciones republicanas y antifascistas. Diversos familiares se han dedicado a la política. Es Doctora en Filología Hispánica y también en Filología Catalana por la Universidad de Barcelona. Periodista de televisión y prensa. Para televisión ha trabajo en programas culturales y sociales. También ha cubierto conflictos como la guerra entre Etiopía y Eritrea, la guerra de los Balcanes, la primera guerra del Golfo (desde Jerusalén), la caída del muro de Berlín, el asalto al Parlamento Ruso, o el proceso de independencia de los países bálticos. Del 1993 hasta el 2000, diputada en el Parlamento español por la Izquierda Republicana Catalana. Durante años, la única diputada republicana de la Cámara. Ha recibido varias distinciones a través de su carrera entre los que se encuentran Miembro de de Honor de la Universidad de Tel Aviv, Premio Mass MEdia Award y el Premi Scopus otorgado por la Universidad Hebrea de Jerusalem.

En Auschwitz alguien escribió en la pared una pequeña poesía; me dijeron que hablaba del amor.

Quizás la vida es como Benigni la imaginó, bella incluso en el horror. Quizás ese niño pequeño, arrancado de su pueblecito de Hungría, o de su barrio en alguna ciudad polaca, o de la calle alemana donde su familia había vivido durante generaciones, quizás encontró algo de belleza en la ternura que la madre lo abrazaba, en el tren que lo trasladaba, como ganado, a la muerte. Quizás ese hombre que conocí en São Paulo, y que fue obligado a tocar el violín mientras mataban a toda su familia, primero los padres, después los hermanos pequeños, los abuelos, quizás aún conserva, en algún rincón de la memoria, la belleza de la música. Quizás.

Quizás hubo algún instante de belleza en los catres infrahumanos donde se amontonaban espectros vivos que un día habían sido personas, con sus vidas, sus emociones, sus recuerdos. En Auschwitz alguien había escrito, en la pared, una pequeña poesía. Me dijeron que hablaba del amor. Y puede que hubiera algo de belleza en algún momento del corto recorrido, desnudos, hasta la cámara de gas, quizás un recuerdo bonito, el día de la boda, cuando nació el primer hijo, la bar mitzva del mayor, un recuerdo fugaz antes de ahogar el último suspiro. Quizás, en el agujero más negro de la maldad organizada, planificada, con millones de personas convirtiéndose en humo, zas, en pocos minutos, sus vidas, sus historias de generaciones, sus conocimientos, sus anhelos, sus rezos, zas, todo humo y, a pesar de ello, quizás hubo algún momento de belleza. Entre la vida y el humo, puede que Dios tuviera una palabra, y fuera poesía.

Quizás ese médico que salvaba vidas y ahora veía la muerte industrial ante sus ojos, antes de encontrarse con ella, quizás, a pesar de todo, aún creía en la vida. Quizás la belleza estuvo en un momento de piedad, una mirada del guardián, un segundo de humanidad, fugaz, pero real. Y hubo belleza, mucha, en aquel hombre que se negó a comer porque se veía cerca de la muerte y quería que otros vivieran con su mendrugo. En su pueblo de Grecia había sido panadero. Y a pesar de tantos pesares, ¡qué belleza en las fotos del Museu del Holocausto de Washington, centenares de fotos de vida, bodas, fiestas, caras alegres, esbozos de vida que fueron y ya no son, recuperados del naufragio. Aunque están colgadas en unas paredes que tienen forma de chimenea. Y sí, había mucha belleza en aquella abuela que conocí en Cali y que, nada más llegar a Colombia, se había negado a hablar su idioma, el polaco, y nunca había querido recordar el horror. Pero recuperó el idioma cuando explicó la Shoá, décadas después, a sus nietos. Y la belleza de la velita solitaria que, en el Memorial del Niño de Jerusalén, recuerda el millón de niños que murieron en los campos de exterminio.

Sí. Hay belleza en la muerte. Solo porque los que quedaron vivos retornan, del humo, a los muertos. Never forget!

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