Cuando los ultra-ortodoxos defienden la libertad religiosa

ultraortoxversusliberalesokCuando los ultra–ortodoxos empiezan a hablar de derechos, deben ser cuidados con lo que desean: Los derechos no son simplemente un slogan, sino que podrían implicar que los haredim tengan una conversación nacional sobre la democracia israelí.

En un artículo que apareció hace poco en la prensa ultra-ortodoxa, el autor para niños Chaim Walder comparó al nuevo Ministro de Finanzas israelí Yair Lapid con Hitler. A pesar de que tras la controversia que generó, se retractó, insiste en que los ultra-ortodoxos en Israel son una minoría privada de sus derechos, enfrentando a un régimen totalitario. El gobierno israelí actual, él escribe, quiere privar a los ultra-ortodoxos de "derechos básicos como pagos, descuentos en los impuestos, comida para nuestros hijos."

Hace dos semanas, en una protesta de los ultra-ortodoxos en Nueva York, otro conjunto de derechos, esta vez de libertad de expresión y religión, fueron invocados por aquellos que no quieren servir en el ejército para dedicarse al estudio de la Tora: "Ir a la cárcel con orgullo antes que unirse al ejército sionista" decía un cartel; otro simplemente proclamaba "Libertad religiosa".

A pesar de que las conversaciones sobre los derechos de los ultra-ortodoxos pueden ser consideradas como un desarrollo positivo, aquellos que lo hacen deben tener cuidado con lo que desean. Los derechos vienen con responsabilidades; es decir, los derechos son posibles en una sociedad que exige algo de sus ciudadanos.


No solo en los sueños, como escribe W.B. Yeats, pero con los derechos empiezan las responsabilidades. Además, una cultura de derechos liberales, el mayor logro político de la modernidad, se construye sobre una esfera pública libre. El siglo pasado, el político científico inglés Isaiah Berlin describió a los derechos liberales como "libertades negativas", la libertad de un individuo de cultivar su vida privada sin interferencia del gobierno. Las repúblicas clásicas basadas en modelos atenienses y romanos están basadas en "libertades positivas" y la participación conjunta para crear una esfera pública común. El gran pensador y escritor de El Paraíso Perdido, John Milton, lo llamó "theres publica", literalmente la "cosa pública" o el bienestar común.

Pero los pensadores liberales que siguieron a Milton, empezando por Thomas Hobbes, John Locke y luego John Stuart Mill, empezaron a preocuparse por la presunción de valores comunes. A pesar de que las libertades positivas siempre están presentes, en la aspiración de unirnos para crear una identidad cultural compartida, los peligros que imponen llevaron a los pensadores liberales a defender las libertades negativas, y a una esfera libre de algún valor. Tengo mi especio personal, mi apartamento, shil, página de Facebook, para expresar mis creencias y aspiraciones personales.

Como consecuencia, la esfera pública está cada vez más vacía de contenido, especialmente contenido religioso, convirtiéndose en un espacio de "comercio". Ese es el precio por defender las libertades que Berlin llama negativas.

La libertad negativa, aquella sin la cual no se puede vivir en Israel hoy en día, me permite decirle a mi vecino que me deje en paz, respete mi privacidad, y que no pueden convertir la esfera pública en una versión de sus valores personales, especialmente de sus ideales religiosos. Los derechos entonces, no son un concepto para sacar a colación cuando conviene, algo para poner en un cartel en una protesta: Tiene una historia particular y, hoy son parte de una cultura política específica.
Entonces, los ultra-ortodoxos que invocan los derechos, Chaim Walder entre ellos, deberían ser cuidadosos con lo que desean. Pagos para mantener a niños y descuentos en los impuestos para la vivienda y educación no son derechos, pero son parte de modelos de bienestar social, que son sujetos a negociación. Además, pueden tener el derecho a estudiar Tora, pero no el derecho a que su estado subsidie dicho estudio.

Además, aquel que invoca los derechos debe tener en cuenta la separación entre la esfera pública y la privada. Pueden expresar su idealismo religioso, pero en la esfera privada, y no al costo de otra persona. Es decir, una vez que empiezan una oración "Tengo el derecho a...", estoy recurriendo a una cultura de derechos y una esfera pública que es neutra y libre. Con eso viene el reconocimiento "Vos también tenes derechos," y lo que es más importante: "No voy a imponer mis valores en vos."

Si uno quiere invocar esos derechos, sería difícil defender al mismo tiempo la separación entre hombres y mujeres en los ómnibus públicos como la línea 402 entre Bnei Brak y Jerusalén, así como el control sobre el matrimonio y el divorcio, o insistir en que espacios públicos como el Muro de los Lamentos sean controlados por la autoridad religiosa. No se trata únicamente de que con los derechos vienen obligaciones, alguien tiene que pagar impuestos y cuidar las fronteras, sino que los derechos vienen con el reconocimiento de que los demás también pueden hacer los mismos reclamos.

Sin embargo, como escribe Stanley Fish, no hay tal cosa como "discurso libre", dado que incluso las democracias liberales prohíben, por ejemplo, gritar "fuego" en una sala de cine llena de gente. Entonces, tampoco hay tal cosa como una esfera pública completamente libre y neutral. Lo estadounidenses, después de todo, se toman una semana de vacaciones en Navidad, no en Januca. También hay límites, hasta en la sociedad más libre, para lo que uno puede decir y hacer. Un lugar completamente neutral, en este sentido, es un mito.


Tomando esto en cuenta, los ultra-ortodoxos pueden querer participar de una conversación nacional sobre la paradójica democracia israelí. Tal conversación podría considerar si hay cosas en las que acordamos sobre el estado judío.

Puede que se llegue a la conclusión de que los principios de identidad religiosa y nacional no estén tan lejos de la tolerancia liberal. La relación entre ellos, sin embargo, va a requerir conversación e incluso negociación.


Los posters que se levantaron en la protesta en Nueva York muestran un mundo en pleno cambio, uno en el que todos invocan sus derechos, incluso los ultra-ortodoxos. Para todos nosotros la pregunta sigue siendo la misma: Como se podrá con una esfera pública libre y derechos individuales convivir con las aspiraciones persistentes que sienten muchos israelíes de una comunidad y conexión, en un estado que representa los ideales de nuestras tradiciones e historia común.

Fuente: Haaretz.com

Traductora: Mariel Benedykt

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