Darío Sztajnszrajber editó su primer libro "¿Para qué sirve la filosofía?", un trabajo que continúa una particular labor de divulgación que logró llegar a los medios de comunicación. Docente y filósofo, "el innombrable" asegura que es en los lugares "bien cotidianos, donde hay que poner la nariz".
Neuquén > Hace tiempo que el filósofo y docente de la UBA Darío Sztajnszrajber irrumpió en los medios para ofrecer una mirada fresca y descontracturada sobre la filosofía. Tal es así que, para explicar de qué se habla comúnmente cuando alguien se pregunta por el ser, en un capítulo de su libro "¿Para qué sirve la filosofía?", Sztajnszrajber acude a un ejemplo que es casi una herejía para el ámbito académico: el inodoro. Es que, como ya lo anuncia la contratapa de este material, "contra el método y cualquier tipo de sistema, y en un afán por devolverle a la filosofía su espíritu original, '¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición)', recorre la historia de la filosofía demoliendo ideas, hoteles y nuestra propia vida, tras una respuesta que quizá no exista".
Lanzado por editorial Planeta, en ésta, su primera publicación, Sztajnszrajber saca la disciplina fuera de los claustros y lleva la preocupación existencial al seno de lo cotidiano a través de un relato casi ficcional donde un narrador errante recorre el conurbano bonaerense y experimenta situaciones que le permiten llegar a la pregunta filosófica.
Pero esto no es nuevo en una labor que, independientemente del formato que adopte, para él tiene que ver, nada más y nada menos, que con la tarea docente: "No hago otra cosa que lo que hago en el aula. Cuando hago los programas de televisión, la radio o los espectáculos teatrales, de alguna manera lo que estamos haciendo es llevando el mismo acto de transferencia que se produce en el aula a otros formatos", explicó.
Así, desde 2011 realiza en Canal Encuentro "Mentira la verdad", un programa para jóvenes donde, con el discurso filosófico como aliado, Sztajnszrajber problematiza y pone en tensión diferentes supuestos sobre la historia, la belleza, el amor, la felicidad, la identidad y otros temas. El proyecto fue nominado dos veces a los premios Emmy Internacional. Este año estrenó en la misma pantalla "El amor al cine", donde presenta películas de amor y las analiza desde el punto de vista filosófico. En radio tuvo su columna en Rock & Pop, y su propio programa "El innombrable" en Mitre. También 2013 sirvió para que llegara al teatro con "Desencajados", una propuesta inédita donde une música y filosofía, donde Luis Alberto Spinetta, Charly García y Fito Páez dialogan con Platón, Nietzsche y Derrida. Todo eso con una sola finalidad, la divulgación: "hacer del saber un área que llegue a la sociedad y que ayude a esto de construir sentido".
¿Por qué llevar la filosofía a los medios y sobre todo a la televisión, uno de los más masivos?
Porque justamente toda esta realidad esta cambiando manifiestamente, y la televisión ya no se presenta sólo como un espacio de entretenimiento, como algo auxiliar al desarrollo del ser humano, sino que por el mundo de la televisión están pasando cosas importantes. Podríamos decir que se está convirtiendo en el espacio público predominante en el cual suceden las construcciones de sentido de la realidad. O sea, los medios, no son sólo medios -como dice la palabra-, sino que en sí mismos se han convertido en un ágora donde se discute y se debate, pero con una presencia muy fuerte en la realidad cotidiana. Por eso nos parece que es un lugar más que necesario para que se siga construyendo ciudadanía, se siga democratizando la sociedad. En ese sentido, pasa algo muy parecido en el mundo del saber. El saber ya no puede ser pensado únicamente como una actividad para especialistas.
¿Cómo sería, entonces?
No se trata de reemplazar una cosa por otra, sino de abrir una faceta nueva. El saber tiene que seguir teniendo su espacio de investigación, su espacio para especialistas, para la docencia. Pero también tiene que tener su espacio de divulgación y repensar la divulgación no como algo negativo o sin rigor, sino al revés: hay toda una rigurosidad en pensar de qué manera se puede hacer del saber un área que llegue a la sociedad y que ayude a esto de construir sentido.
¿Cómo piensa su tarea dentro de lo medios?
No hago otra cosa que lo que hago en el aula. Cuando hago los programas de televisión, la radio o los espectáculos teatrales, de alguna manera lo que estamos haciendo es llevar el mismo acto de transferencia que se produce en el aula a otros formatos. No deja de ser una tarea docente, y eso es lo que en general hago y lo que me gusta hacer. En general, cuando me preguntan en algún formulario la profesión, digo docente, no profesor de filosofía. La docencia es algo más amplio y me parece que el arte también es docencia, en el sentido de que lo que genera es un acto de desacomodamiento para que alguien pueda, en ese desacomodo, repensar el lugar en el que uno cree estar parado. Y, en otro sentido, todo esto que va apareciendo, lo hace obviamente con sus particularidades, sus registros, sus géneros, pero no todo es muy distinto de lo que estamos haciendo en el aula.
Me parece que también por eso funciona bien, porque a todo el mundo que se acerca a esto que hacemos le pasa lo mismo que le pasaría a alguien en un aula si se enganchara con una clase de filosofía. Así como hay muchos docentes que están reinventando la materia filosofía en el aula y convirtiéndola en algo interesante, ya no en una materia de museo, del mismo modo se genera esto mismo en los medios masivos. En general los medios masivos están pudiendo generar productos que hacen de todos estos saberes ya no una cosa para viejos, aburrida, que a nadie le importa, sino que la toman como contenidos que realmente pueden generar interés en una población más amplia.
¿Esto de llevar la filosofía a la vida cotidiana es un poco la vuelta al origen de las preguntas filosóficas?
Es cierto que hay un origen de los saberes que tiene que ver con otro propósito. Nacen de la cotidianeidad y con una necesidad de poder ayudar a pensar las cosas, a encontrarles sentido y justificación a muchas de nuestras acciones. Porque la filosofía no es algo que baja del cielo, un tesoro que uno encuentra enterrado, para nada. La filosofía surge con las preguntas, en la curiosidad de cualquier persona que se ve imbuida en la rutina de la vida diaria y, sin embargo, de repente pone la mirada de costado y se pregunta por qué. La pregunta de la filosofía es el por qué, y es una pregunta que esta muy manifiesta en la vida cotidiana. Ahora bien, es cierto que el saber empieza a complejizarse, sumado a un mundo que es muy distinto de ese donde surgieron las disciplinas. Porque, en el mundo griego, donde no había luz, por ejemplo, la noche era otra cosa. Entonces, las preguntas tenían otra agudeza, otra fuerza. Y, entonces, a lo largo del tiempo, sobre todo con la Modernidad, se van volviendo estas disciplinas algo más especializado. Y por eso está bueno poder pensar en la posibilidad de recuperar ese origen más popular, más cotidiano, pero sin por eso ignorar todo lo que se desarrolló durante todo este tiempo. Uno lee a Kant, que es de una complejidad muy fuerte en sus planteos, y sin embargo sus ideas, lo que intentan es posibilitarnos una concepción de la realidad bastante simple, en el sentido de que lo que busca es darnos a entender de qué manera es el ser humano en realidad el que elabora conceptos para comprender lo real, y no al revés. No es el ser humano que como espejo refleja las cosas tal como son; sino que, al revés, el ser humano opera activamente construyendo las cosas. Lo pude resumir, y en el fondo lo que Kant intenta explicar es una idea muy simple, intenta acompañar nuestra forma de entender el mundo. Pero, bueno, no se puede renunciar a esta simplicidad, ni a la complejidad de su desarrollo, hay que encontrar un punto medio.
¿Cuándo diría que un debate se transforma en filosófico?
Habría dos posibilidades. Si nos ceñimos a algo más técnico, podríamos decir que es cuando intervienen aquellas temáticas o autores que de algún modo son parte de la filosofía. En lo más conceptual, los debates filosóficos son los debates existenciales. Se vuelve filosófico un problema cuando lo que se trata son estas cuestiones. ¿Y qué son las cuestiones existenciales? Son aquellas que justamente suceden al costado de la cotidianeidad y se dedican a problematizar los fundamentos de todo lo que hay. A la filosofía no le interesa el cómo, sino el qué. Comprender por qué las cosas son de una manera, cuando pueden ser de otra.
Antes mencionó las épocas y cómo fueron cambiando los cuestionamientos. En ese sentido, y cómo parte de una sociedad que vive cada vez más acelerada y busca "recetas rápidas", por ejemplo en la autoayuda, ¿hay lugar para ese tipo de cuestionamientos y reflexiones?
Creo que la filosofía es básicamente una interrupción del utilitarismo de la vida cotidiana: busca poner en cuestión todo lo que nos rodea. En ese sentido, lo que hace es desacomodarnos, porque nadie podría vivir con tranquilidad su vida cotidiana haciendo filosofía. Al revés, la filosofía es un martillazo, es un terremoto. Viene a decirte: "pará, todo puede ser de otra manera". Todos estos ámbitos, donde uno se maneja de manera segura y estable, empiezan a resquebrajarse. En ese sentido, creo que hay mucha propuesta que se disfraza de interruptora de los valores de la utilidad, pero en el fondo son cómplices. Me parece que hay algunos discursos ligados a la autoayuda, lo que se conoce como el fenómeno de la nueva espiritualidad, que en realidad terminan ofreciendo recetas rápidas basadas en el mismo principio de la utilidad. Entonces, así como en la cotidianeidad todo tiene que servir para algo, todo tiene que tener una utilidad manifiesta entre comillas, del mismo modo estos discursos vienen a dejarnos tranquilos, a conciliarnos con que las cosas tienen que ser así.
Funcionarían como una suerte de placebo...
No son discursos de ruptura sino de justificación, vienen a darnos una palmadita en la espalda diciendo: "bueno, sí, nos tocó un mundo de utilidad que no puede transformarse, pero quedate tranquilo que igual va a estar bien". Esos discursos, que son muy seductores y que, por otro lado, te habilitan un espacio realmente de conexión diferente -porque eso no hay que negarlo, habilitan la posibilidad de una zona distinta de la cotidianeidad-, no dejan de ser parte de todo este mismo dispositivo. Entonces terminan justificando esa realidad que supuestamente cuestionan.
Y en esto de los "lugares seguros" ¿cuál sería el supuesto más "peligroso" en el que vivimos actualmente?
Hay una cuestión muy propia que marca la realidad de nuestro tiempo, que es lo que se conoce como la sociedad del hiperconsumo. Me parece que hay una presencia omnipotente de consumismo que va construyendo nuestra subjetividad. Para decirlo de manera más simple: se convierte en el nuevo sujeto, el sujeto humano se vuelve sujeto de consumo. Es interesante siempre pensar esa dualidad del concepto de consumo: uno consume en la medida en que se va consumiendo. Entonces se pone de manifiesto que el consumo evidencia lo efímero de todo lo que uno hace, pero que lo hace en función de la necesidad del otro. Me interesa mucho remarcar la condición transitoria efímera, incluso fragmentaria, de la existencia. Ahora, otra cosa es que esa situación efímera sea en función de la necesidad y el deseo de otro, que hace de nosotros un objeto para su despliegue. Me parece que en un sistema donde el poder se juega en esos lugares mas naturalizados de manera cotidiana en las cosas que consumimos, en esas verdades naturalizadas en las que uno se encuentra y piensa que no pueden cambiar, uno de algún modo baja la cabeza y empieza a acatar la concepción del tiempo que nos rodea y que hace que la existencia se vuelva algo productivista: los vínculos están absolutamente encorsetados en instituciones que lo que hacen es despojarlos de su propósito originario, como nuestras relaciones afectivas con las parejas, los hijos, los amigos. A todas esas situaciones en las que se utilizan o cotidianizan formas o dispositivos -que pareciera que por efímeros hay que aceptarlos tal como son- me parece ultranecesario oponerles la idea de que todo eso, en realidad, está siempre sujeto a necesidades e intereses concretos de estructuras que hacen de nosotros parte de su desarrollo.
Se trataría de poner todo entre paréntesis.
Hay una famosa idea de Foucault, cuando sale a cuestionar al sujeto que se cree dominante y constructor del sentido de la realidad, que juega un poco con las palabras y nos habilita esta idea de que el sujeto en realidad está sujeto, sujetado a fuerzas que lo trascienden y lo hacen ser parte de su propia necesidad. Por eso me parece que los primeros lugares donde hay que poner la nariz y oler qué esta funcionando de una manera diferente son esos lugares bien cotidianos que uno da por hecho. Hay una definición que dice que la filosofía es el análisis de lo obvio. ¿Qué es lo obvio? es aquello que funciona sin cuestionamiento. Entonces, por ahí, cuando algo funciona mal es fácil la filosofía. Lo interesante es hacer filosofía cuando algo funciona bien, cuando todo está acomodado y responde a lo que se suponía que tenía que responder. Ahí es donde más hay que poner, entonces, la desconfianza.
Fuente: http://www.lmneuquen.com.ar/