Arik Einstein, el héroe de la cultura israelí.

ataudokHabía tres Arik en mi infancia, que fue hace mucho tiempo: Arik Sharon, sobre quien leí con admiración en el libro de Dan Margalit sobre la Unidad 101, que recibí como regalo de cumpleaños; Arik el que imita a los animales, Arik Amir, que imitaba un león, un mono, o un chacal en los cumpleaños y que vivía en un apartamento en la esquina a dos edificios del bar de Tnuva y con cuya hija jugaba a las escondidas en el barrio; y Arik Einstein.

 Cuando ya no fui un niño tuve el honor de entrevistar a Einsten para Haaretz. Ahora escribo "el honor" porque por semanas después de la entrevista yo andaba por ahí como si estuviera borracho pero no de vino. Me enamoré de Arik, en realidad. No paraba de hablar acerca de él ni de la experiencia de haberlo conocido.

Eso fue en el otoño de 1984. En el Kol-bo Shalom hubo una manifestación porque Ofra Haza vino a firmar autógrafos, Israel estaba ya inmersa en el barro y la sangre del Líbano, y Einstein había sacado un disco, su 23º: "Pesek Zman" (Pausa o Tregua). Él ya tenía 45, yo 31, un reportero menor, y caí presa de su encanto. Durante tres horas estuvimos en casa de un amigo suyo, no en la suya, por supuesto. Evadió muchas de mis preguntas, pero de todos modos me enamoré. Ahora que releo la entrevista desde las profundidades del archivo vuelvo a enamorarme.

Yo quería que volviera a actuar en vivo. Quería decirle acerca de su alejamiento de Uri Zohar. Quería hablarle de Shmulik Kraus, y sobre todo, quería se volviera un cantante de protesta. Él permaneció firme.

"Alguien que trabaja desde el llano contribuye más, en mi opinión, que Joan Baez que canta contra la guerra. El hecho de que yo sea más famoso no me da derechos. Por dios, ¡porque una persona es famosa por sus canciones tiene el derecho de opinar? Si sintiera que puedo lograr algo, sería más fácil protestar y gritar. Pero temo cometer errores"

No estuve de acuerdo con él entonces y tampoco lo estoy hoy; pero su modestia y su honestidad hicieron su efecto entonces como ahora, con su toque mágico einsteniano.

Murió el lunes por la noche, una muerte casi como la de Rabin, con el mismo anuncio dramático en el mismo patio del mismo hospital; con las mismas velas en la calle y con el mismo duelo popular y movilizante, auténtico y verdadero hasta el dolor; con la misma sensación de orfandad, sin mayor sentido en ambos casos.

No quedamos huérfanos entonces con Rabin ni quedamos huérfanos ahora. Sin embargo, es doloroso.

Solamente fue un cantante y en el principio de su carrera la legendaria Sylvie Keshet escribió sobre él en Haaretz: "un nuevo virus se propaga entre la población. Ha atacado especialmente a chicas entre 14 y 17 años de toso los tamaños. Es de apariencia alta, delgado, pelilargo, ojos marrones, parpadea sin mirar. Canta sobre un escenario y tiene la "jutzpa" (desparpajo) de ser modesto. Se llama Arik Einstein."

Sólo era un cantante, pero aun así este duelo nacional, la tristeza, es profunda, profunda en las miradas. Será, por un momento, una tentación para Israel. Cuan hermosa es Israel cuando llora un cantante y poeta, cuando llora un héroe de la cultura y no otro tipo de heroísmo

Traducción: Ianai Silberstein

Fuente: Haretz.com

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