La costurera ultra-ortodoxa que determinó el destino de las mujeres judías

avitalokPocas personas recuerdan a Sara Schenirer, una pionera en la educación para niñas judías que, combinando la tradición y lo moderno, salvó a generaciones de mujeres ultra-ortodoxas de alienación y secularismo.

 

 Empieza con una costurera en Krakow al comienzo del siglo.

Y así va la leyenda:

Una joven, su mente tan ágil con los textos judíos como sus dedos con la aguja. Las esposas e hijas judías que entran a su negocio le piden consejos, charlan sobre moda, estilo y sus figuras que nunca serán adecuadas; la costurera se agacha con su cinta medidora y ajusta algunas alfileres.

Luego, escribirá en su diario: "La gente es muy perfeccionista al momento de vestir sus cuerpos. ¿Son tan particulares cuando visten su alma?"

La joven Sara Schenirer, hija de una familia jasidica, había asistido a al escuela pública en Polonia, mientras estudiaba los textos hebreos en Shabat, leyendo las traducciones al yiddish de los comentarios bíblicos que su padre le había dado.

Su educación era similar a la de otras jóvenes judías en su época: la educación judía en Polonia estaba drásticamente dividida por géneros, donde los niños eran enviados a estudiar en cheders y después yeshivas, mientras que las niñas (que antes permanecían en casa con sus madres) empezaron a asistir a las escuelas estatales polacas, alejándose de la religión y acercándose a los "ismos del momento: Comunismo, feminismo, secularismo. Schenirer escribió sobre la disonancia en la comunidad, como "Carolin".

"Se acercan las fiestas judías y los padres e hijos viajan, se acercan a Ger, Belz, Alexander, Bobov, a todos esos lugares que se convirtieron en íconos de la vida religiosa, dominada por la figura del rebe.

"Las esposas e hijas nos quedamos en casa. Tenemos un festival vacío. No tiene contenido judío alguno. Las mujeres nunca aprendieron nada sobre el significado espiritual de las celebraciones judías. La madre va a la sinagoga, pero el servicio hace eco en la parte de las mujeres. Mujeres mayores lloran mucho. Las más jóvenes las miran como si pertenecerían a otro siglo. La juventud y el deseo de vivir una vida plena surge violentamente en las personalidades juveniles. Afuera de la sinagoga, las jóvenes se quedan charlando, se alejan de la sinagoga donde sus madres expresan sus intensos sentimientos. Dejan atrás el llanto de la generación anterior y siguen el deseo de ser libres y poder expresarse. Se alejan más y más de la sinagoga, a la luz bailante de una alegría pasajera."

Trabajando como modista, Schenirer se quedó hasta tarde para estudiar la parashá de la semana y los profetas": "Lo disfruto mucho," ella escribió, "ya que enriqueció mi visión de la herencia judía y su belleza y profundidad de pensamiento. También me interesa la cultura secular: educación, historia, literatura. Admiro especialmente el trabajo de autores polacos y alemanes. Me encanta leerlos."

Schenirer asistía ocasionalmente a charlas en las universidades cercanas, donde muchos jóvenes judíos se juntaban, pero después de asistir a una reunión de la organización juvenil judía llamada Ruth, y ver a los miembros prendiendo velas en Shabar, Schenirer se molestó al ver la ignorancia de las chicas sobre la tradición judía. Decidió dedicarse a la educación de niñas después de pasar Shabat con el rabino Dr. Flesch, en Viena, después de la Primera Guerra Mundial. Inspirada por las palabras del rabino sobre Januca y la heroína Judith, y el poder que tienen las mujeres judías de continuar su legado, Schenirer comenzó a asistir a las clases de Flesch con regularidad, estudiando Tora con la visión del rabino Samson Raphael Hirsch, el rabino neo-ortodoxo de Frankfurt.

Al finalizar la Guerra, Schenirer regresó a Krakow con su familia, con una educación alemana judía un fervor jasídico para construir un nuevo movimiento: una escuela para niñas judías. Su hermano, un destacado miembro de la comunidad jasídica Belzer, trató de desanimarla, insistiendo en que sus chances eran mínimas, pero finalmente decidió acompañarla a reunirse con el rebe de Belzer en Marienbad, hoy en día República Checa. Tras escuchar la idea de Schenirer de una escuela, el rabino le ofreció dos palabras: "Mazel ubrocha". Con la bendición del rabino, y luego otros, incluyendo a Chofetz Chaim, Rav Yisrael Meir Kagen de Radin, Schenirer fundó su escuela.

Empezó con mujeres jóvenes, pero vio que sus esfuerzos eran inútiles: Eran demasiado maduras, demasiado distantes y poco interesadas en estudiar la observancia religiosa tradicional. Por lo tanto, intentó con las más jóvenes y, en 1918, juntó a siete jóvenes pupilas y alquiló un cuarto en Krakow.

Las lecciones en ese apretado cuarto, mostrando textos hebreos de estilo lituano junto con otros jasídicos cuyo énfasis era el desarrollo del carácter, fueron muy exitosas. En cinco años, las siete alumnas de Schenirer pasaron a ser siete escuelas, con unas 1,040 estudiantes.

10 años después, en 1933, había 25 escuelas en Polonia, para unos 38,000 alumnos. La idea de Schenirer había llegado a toda Europa y pasó a ser el movimiento Bais Yaakov, llamado por un verso que hace referencia a las mujeres israelitas. Las maestras de Schenirer se graduaron de su propia escuela, siendo entrenadas en un seminario que Schenirer fundó en 1923, donde daba clases Leo Deutschlander.

Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, Bais Yaakov era un movimiento diverso con una gran junta administrativa (en la cual Schenirer eligió no participar); algunas escuelas ofrecían literatura polaca y alemana, pedagogía y psicología además de cursos de judaísmo, mientras que otras enseñaban agricultura a mujeres sionistas que querían mudarse a Palestina. En toda Europa Oriental surgieron grupos juveniles, seminarios de verano y campamentos, con la presencia de Schenirer, su carisma y convicción, incluso después de su muerte en 1935. Se casó mayor y no tuvo hijos, pero las miles de mujeres que estudiaron en sus escuelas hablan de ella como sus hijas, las hijas adoptivas de Frau Schenirer.

Desde ese entonces, Schenirer se convirtió en un ícono mítico, centro de leyendas para miles de niñas ortodoxas en todo el mundo, una matriarca moderna en una historia casi bíblica en la que los rabinos "escucharon su voz". Se dice que su trabajo aseguró la supervivencia de la ortodoxia; se dice que el gran Rav Meir Shapira de Lublin una vez le dijo a una maestra de Bais Yaakov, "Si no fuese por tu trabajo educando a hijas judías, debería cerrar mi yeshiva."

Por supuesto, un siglo después en las escuelas de niñas ortodoxas, nadie nos enseñó de los estudios seculares de Schenirer. Tampoco nos dijeron de los testimonios que dieron de ella, historias que son demasiado incómodas para contar en su biografía, como que se casó de joven y divorció poco tiempo después (algunos dicen que su esposo no era lo suficientemente religioso para ella, otros dicen que fue no tener hijos lo que los separó), que estudió el Mishna en el hebreo original sin traducción en yiddish, que a sus charlas iban tanto hombres como mujeres.

Después de la muerte de Schenirer, los líderes religiosos se esforzaron por describirla como "una mujer modesta y piadosa". Como escribe Shoshanah Bechhofer en el 2005 en su disertación sobre el tema, un "movimiento que representa cambio en la comunidad religiosa que venera la tradición debe celebrar su innovador sin celebrar la idea de innovación." Se decidió que, si la ambición contradice el ideal tradicional de la piedad femenina, la memoria de Sara Schenirer debería girar en torno a la modestia, como una salvadora de las hijas de Israel. Entonces, se convirtió en lo que ella describía en su diario: una mujer envuelta en shawls en lugar de palabras, una perfeccionista "vistiendo al cuerpo" pero no vistiendo al alma – o a la mente.

Puede que lo más radical sobre la memoria de Schenirer es su talento diplomático, un modo de pensar dimensional que tenía, por un lado, la precisión fría de una costurera de Viena, y por otro lado, la pasión de un jasid de Krakow. Una mujer que probó que la ambición y la modestia no son mutuamente excluyentes, que la piedad y educación tienen un lugar, si uno tiene la capacidad intelectual para aceptar ambas.

Schenirer es un símbolo del poder de la mujer, logrando lo inimaginable al asegurar la aprobación de los líderes jasídicos para cambiar la ortodoxia para siempre, dentro de la halaja. En lugar de intentar romper un sistema social y legal, Schenirer trabajó dentro de la estructura de la Tora y las convenciones sociales, convirtiéndose en un emblema silencioso de poderosa influencia.

En lugar de usar un cuchillo o un piquete, Schenirer sostenía un libro de estudio.

Fuente: Haaretz.com

Traductora: Mariel Benedykt

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