La verdadera razón por la que los judíos ganan tantos premios Nobel

nobelokOlvídense de los genes de brillantez. Los logros judíos en el campo de la ciencia son un fenómeno moderno, pero la pasión que los alimentó se está escapando.

 El Campamento Juvenil Yehuda, un campamento sionista donde pasé parte de mi juventud, twitió esto después de que fueran anunciados los ganadores de los premios Nobel de este año, y me hizo pensar: ¿Sabían que de 8 individuos que ganaron el premio Nobel este año, 6 son judíos, 2 israelíes y 1 es un sobreviviente del Holocausto?

Por supuesto, lo sabía, al igual que los demás.

En las semanas después del anuncio, leí cientos de twits y docenas de publicaciones sobre el desempeño de los judíos en Estocolmo; lo vi en las noticias en la televisión, recibí emails al respecto de parientes entusiasmados y escuché discusiones sobre el tema en la cafetería.

A pesar de que la mayoría saboreaban el triunfo ("Los Super judíos y nuestras increíbles estadísticas de los premios Nobel"), otros eran más reflexivos. Acá en Israel, el hecho de que dos químicos abandonen el Estado Judío porque se dieron cuenta que no ofrecía trabajos para ellos, manchó nuestro orgullo nacional con autocensura.


En otros lugares, rabinos y expertos tratan de descifrar que es lo que hace a los judíos tan buenos en la ciencia.

Dos teorías surgieron. Una es que los judíos tienen extraordinarios genes. Charles Murray, del Instituto Enterprise y coautor de "The Bell Curve", analizó esta teoría hace unos años en un ensayo llamado "Genios Judíos," explicando que algo en los genes causa los elevados IQ de los judíos. Otra teoría es que los judíos adoran consultar libros, como le dijo el experto en economía Rober Aumann a la estación de radio del ejército Galei Tzahal: Las casas judías tienen estanterías repletas de libros. Le hemos dado un gran honor a la lectura en cada generación.

Hay buenas razones para dudar ambas teorías. Por un lado, la excelencia de los judíos en la ciencia es algo nuevo. Cuando el judío Joseph Jacobs se propuso en 1886 comparar los talentos de los judíos con aquellos de otros occidentales, encontró que su desempeño era mediocre en todas las ciencias, excepto medicina. En las primeras décadas del siglo XX, el psicólogo de Princeton Carl Brigham evaluó la inteligencia de los judíos en Estados Unidos y concluyó que "tenían una inteligencia promedio, más baja que aquellos de otros países excepto Polonia e Italia." La excelencia judía en la ciencia es algo que surgió hace unas décadas, especialmente, después de la Segunda Guerra Mundial; es un fenómeno demasiado reciente para encontrarle una causa natural.

La verdadera explicación del éxito de los judíos en la ciencia proviene de otro lugar. El siglo XX empezó con masivas emigraciones de judíos, a Estados Unidos, a Rusia (y luego la Unión Soviética), y a Palestina. En cada una de estas nuevas tierras, los judíos acudieron a la ciencia en grandes números porque prometía una forma de trascender las reglas del mundo antiguo donde los judíos estaban al margen del poder, la riqueza y la sociedad. La ciencia, que está basada en valores de universalidad, imparcialidad y meritocracia, les atraía a los judíos que deseaban tener éxito en sus nuevos hogares. No se trata de que los judíos fuesen inteligentes o estudiosos, sino que es sobre lo que querían ser: iguales, aceptados, estimados; y en que lugares querían vivir: sociedades liberales y meritocráticas.

No soy el Grinch. No tengo nada en contra de pasar una semana por año twitiando, haciendo publicaciones y chateando sobre como los judíos son los mejores en los premios Nobel, y son los mejores científicos, salvo por el hecho de que nuestras felicitaciones impiden que veamos algo importante. Los premios Nobel son una etiqueta. 30 o 40 años después de ser entregados, reflejan la situación que había en el momento. Son una foto de días pasados que se está poniendo marrón.

Lo que me molesta de atribuirle el éxito en la ciencia a alguna de las teorías presentadas antes es que hacerlo sugiere que esta excelencia va a continuar inevitablemente. Lo más probable es que no sea así. Los porcentajes de judíos que obtienen un PhD en ciencia en Estados Unidos ha bajado enormemente en la última generación. En Israel, el gasto en la educación terciaria ha bajado en el mismo período; para los religiosos el interés por la ciencia ha desaparecido. La pasión que llevó a los judíos a la ciencia en números tan grandes ha desaparecido.

Quizá esto era inevitable, quizá no. De cualquier forma, no hay razón por la cual creer que las contribuciones de los judíos a la ciencia van a continuar. En lugar de celebrar el fruto del trabajo de nuestros padres y abuelos, deberíamos preguntarnos si no debemos prestarle más atención al campo que nos dejaron.

Fuente: Haaretz.com

Traductora: Mariel Benedykt

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