La carta secreta de Netanyahu a los iraníes

donnielok16 de octubre 2013

Estimado Presidente Rouhani:
Desde hace algún tiempo, ambos hemos estado hablando mucho acerca del otro y al otro.

 El apoyo de Irán a mis enemigos más acérrimos y su llamada a mi destrucción, basados en un cóctel conformado por una forma particular de la fe islámica y del antisemitismo, han convertido a Irán en objeto de mucha ansiedad y preocupación. Hablo a menudo acerca de usted, tanto aquí en Israel como con nuestros amigos de la comunidad internacional, advirtiendo acerca del peligro al que nosotros y el mundo entero nos veríamos enfrentados en caso de que Irán se convirtiera en una potencia nuclear. Es probable que yo no le guste mucho a usted, pero al menos eso no debería impedirle admitir que mis temores difícilmente sean infundados.

Usted podrá entender que hay duplicidad en mis reclamos y que la preocupación del mundo con usted es inconsistente y un síntoma de islamofobia, porque después de todo, Israel también (según fuentes extranjeras), está en posesión de armas nucleares y de un potente sistema de lanzamiento de misiles. No puedo hablar en nombre del mundo, pero el hecho de que nosotros en Israel no estemos convocando a la eliminación de ninguna de las naciones soberanas del mundo puede ser la causa de esta disparidad.

A decir verdad, yo realmente no le conozco a usted ni sé a dónde su presidencia de Irán llevará a su país. Yo no apreciaba particularmente a su predecesor, y es importante que usted entienda que no exactamente partiendo de cero.

Aclarado esto, le estoy escribiendo porque el hecho de que su retórica se ha alejado de la de Ahmadinejad, y su cancelación de la conferencia anual antiisraelí 'Nuevo Horizonte' de Teherán, que ofrecía una plataforma a los negadores del Holocausto, aunque podría entenderse como una excelente acción en el terreno de las relaciones públicas, han picado mi curiosidad y me han motivado a querer explorar lo que pudiera estar detrás de ello.

Como líder del Estado judío, y como persona que he aprendido mucho de mi tradición, sé que el derecho a la legítima defensa es un derecho moral y un deber moral. Toda vida humana está dotada de infinito valor, porque todos hemos sido creados a imagen de Dios. La tradición judía nos enseña que eso no sólo se aplica a los demás, sino que en primer lugar se aplica a uno mismo. "Ama a tu prójimo como a ti mismo." (Levítico 19) Debo amar a mi prójimo, pero antes debo amarme a mi mismo. Si surge un enemigo que desea matarme, me ha sido ordenado matarlo primero. (Bamidbar Rabá 21:0)

Y por eso no me disculpo por estar dispuesto a defenderme a mí mismo y a mi pueblo, y por estar dispuesto a utilizar medios militares para hacerlo. Dicho esto, mi tradición también me enseña que el uso de la fuerza debe ser una medida empleada como último recurso y sólo en la proporción necesaria para evitar el peligro. (T.B. Sanhedrín 72a y 49a) La justificación del valor de mi propia vida es el mismo fundamento que para justificar la vida de los demás. Todos los seres humanos, y el énfasis está en 'todos', han sido creados igualmente a imagen de Dios, independientemente de su identidad religiosa, nacional, racial o de su sexo.

Mi pueblo y yo somos parte de una tradición que enseña que quien toma una vida actúa de la misma forma que si hubiera destruido un mundo entero, y que quien salva una vida actúa como si hubiera salvado un mundo entero. (Sanhedrín 4:5) Como judío, se me ha ordenado emular a Dios, cuyo atributo es ser misericordioso con todas las obras de Dios. (Maimónides, Las Leyes sobre la Esclavitud, Mishné Torá 9:8). Fue Dios quien, al defender al pueblo judío del tiránico faraón, lo destruyó a él y a sus ejércitos en el Mar Rojo y quien silenció a los ángeles que comenzaron a cantar las alabanzas de Dios. Dios argumentó: "Mi creación se está ahogando en el mar, ¿y ustedes quieren cantar mis alabanzas?" (T.B. Meguilá 10b)

El pueblo judío no busca la guerra, ni tampoco celebramos el derramamiento de sangre, aun cuando sea la de nuestros enemigos que quieren hacernos daño. Mi pueblo y yo queremos vivir en paz, con libertad y seguridad, aquí en nuestra patria. Creemos que es nuestro derecho como pueblo soberano. Aunque durante gran parte de nuestra corta historia hemos tenido que luchar para poder ejercer ese derecho, no somos ni queremos ser un pueblo acostumbrado a la guerra de forma tal que la veamos como algo inevitable.

Y entonces entra usted en la escena, armado, al menos inicialmente, con una nueva retórica. Al principio, mi postura fue gritar "viene el lobo". Con esto quiero decir que usted sigue siendo un lobo disfrazado de oveja. Le he advertido a cualquiera que quería escucharlo, y a muchos que no querían hacerlo, acerca de los peligros de bajar la guardia, ya sea mediante la interrupción de las sanciones económicas o el retiro de las opciones militares de la mesa de discusión. Es demasiado pronto, argumenté, advirtiendo acerca de los profundos peligros de confundir nuestras aspiraciones con la realidad. (Incluso usted probablemente debe haberse sorprendido, por lo menos un poco, por el nombramiento de Irán para un rol clave en la Comisión de Desarme y Seguridad Internacional de la ONU.)

Sigo creyendo y sintiendo que usted debe ser juzgado por sus actos y no sólo sus palabras. Le estoy escribiendo no sólo para reiterar esta afirmación, sino para expresarle mis más profundas esperanzas y oraciones de que sus actos realmente sean diferentes. Le estoy escribiendo para decirle lo contento que estoy porque se han abierto nuevos canales de conversaciones y negociaciones entre usted y el resto del mundo. Cuando las naciones se contactan unas con otras emergen nuevas oportunidades, oportunidades a las que yo, como judío, me adhiero.

Yo no anhelo ir a la guerra contra usted ni deseo que su pueblo sufra ninguna clase de daño o privación. Quiero vivir en paz y seguridad, y eso es lo mismo que también deseo para usted. Existen momentos para la guerra, momentos para luchar. Pero también existen momentos para conversar. Me alegro de que usted y el mundo ahora estén conversando, y estoy agradecido a aquellos dirigentes que han aprovechado la oportunidad. A decir verdad, incluso siento algo de celos. Porque yo también quisiera conversar. No quiero hablar acerca de usted ni a usted, sino que quiero hablar con usted.

Le ruego que acepte mis deseos y bendiciones para una negociación fructífera con el mundo, una que sirva a las necesidades de su pueblo al mismo tiempo que proteja el resto del mundo de un peligro que moralmente estamos obligados a evitar. Hay momentos para la guerra y momentos para la paz, momentos para luchar y momentos para conversar. Espero que utilice los momentos actuales para convertir sus palabras en actos y que lleve a su país por un nuevo camino. Esperamos encontrarnos allí con usted, deseando que podamos transitarlo juntos.

Atentamente,
Benjamin Netanyahu
Primer Ministro
Estado de Israel

Ésta es una carta que yo sueño que sea escrita algún día por el Primer Ministro de Israel. Que veamos llegar ese día mientras vivamos. Amén. – Donniel Hartman

Fuente: Times of Israel

Traductor: Daniel Rosenthal

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