¿Quién es judío? ¿Quién soy yo?

judaismomasTodos hablamos hebreo, pero no hablamos el mismo lenguaje; no somos judíos por falta ni por mérito, solamente gracias a nuestros padres.

Estaba seguro de ser judío, pero últimamente me surgieron dudas.


Nací de una madre judía. También tenía un padre que en las festividades judías me llevaba a la sinagoga de la mano. Tenía una camisa blanca para Shabbat y las fiestas, y en esos días Rehovot era un asentamiento agrícola.

 Ya no soy un niño. Ya no tengo un padre que me lleve de la mano. Hace tiempo que Rehovot no es un asentamiento agrícola. El blanco de mi camisa no es tan brillante como solía serlo. Ya no voy a la sinagoga en Rosh Hashana, cuando suena el shofar con sus sonidos distintivos: la larga tekiya, las tres partes de shevarim y las nueve partes de terua.

¿Por qué últimamente el shofar me parece una trompeta? ¿Cómo pasó que dejamos de ser hermanos y aquellos que eran tan cercanos y queridos se distanciaron? Todos hablamos hebreo, pero no hablamos el mismo lenguaje. Nos quedan pocas ideas y valores en común.

Hace no tanto tiempo coexistíamos. La voz de la sangre de nuestros hermanos nos llamaba desde la tierra y calmaba las voces de los vivos. Ahora, los legisladores han decidido disolver la unión. Nuevamente, insisten en legislar la Ley Estatal Judía, lo cual pondría en la escalera de Iaacob: Judío arriba, democrático abajo.


Decidieron que los dos no pueden convivir juntos. No hay nada que se pueda hacer, dicen, además de imponer una jerarquía: La democracia deberá ponerse de lado para hacer más espacio para el reino de sacerdotes y la nación sagrada. Ese es el significado del proyecto de ley, y no se puede hacer mucho al respecto.

Nací judío porque mi madre era judía. Mi padre también aparenta estar complacido en la foto de mi circuncisión. Qué afortunado soy, un judío circuncidado acá y en todo el mundo. Nunca se me ocurrió cambiar mi identidad, así como aquel danés no cambió la suya a pesar de haber algo podrido en su país. Por otro lado, nunca me impresionó mi árbol genealógico. Después de todo, todos los niños nacen para formar parte de alguna nación, y aprenden a ser felices al respecto, al igual que yo. No elegimos nuestra identidad, la obtenemos por herencia; así que, ¿por qué tanto orgullo?

No somos judíos por falta ni por mérito, solamente gracias a nuestros padres. Es por eso que es importante apreciar al desconocido que vive entre nosotros, que nos eligió entre todas las naciones del mundo. La Tora enfatiza sus derechos, porque son más judíos que los judíos. La conciencia le gana a la herencia, y la identificación es más fuerte que la sangre y el semen. Ojala fuésemos judíos por elección y convicción en lugar de serlo por ley.

Somos como alguien que heredó un viñedo: No limpiamos la tierra, ni la desechamos, ni plantamos en ella. ¿Quién sabe cómo se verá cuando se lo dejemos a la próxima generación, después de que la Ley Estatal Judía entre en efecto y cause que las uvas se pudran?

¿Quién querría vivir en un estado que besa las mezuzot en cada puerta pero se niega a admitir a aquellos que entran sin importar su fe religiosa o su visión del mundo? ¿Quién querría vivir en un estado donde la etnicidad es un volcán activo donde los bordes son peligrosos, especialmente para las minorías? ¿En un estado que no está contento con su imagen y necesita de la validación de los demás? ¿En un estado donde los cuerpos del gobierno dependen de la ley judía? ¿Quién elegiría vivir en la sociedad de judíos para quienes la democracia es tan dolorosa como la psoriasis? ¿Por cuánto tiempo más podemos poner una cara atrás de la máscara de gas?
Si estos son los judíos, entonces ¿quién es judío? Entonces, ¿quién soy yo?

Fuente: Haaretz.com

Traductora: Mariel Benedykt

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos