18 tesis teológico-políticas sobre la noción de rostro de Dios.

vidaok"Le dijo Moisés: Muéstrame Tu gloria. Él le respondió: Yo haré pasar toda Mi bondad ante ti, y revelaré el Nombre de el Señor en tu presencia. Cuando quiera congraciarme, Me congraciaré; y cuando quiera compadecerme, Me compadeceré. Y agregó: Tú no podrás ver Mi rostro, pues ningún ser humano puede ver Mi rostro y seguir viviendo."
(Éxodo 33).

 

 

  1. El rostro de Dios significa, en su esencia primera y única, la muerte del hombre. Existe una imposibilidad del rostro de Dios hacia el hombre. El hombre se encuentra sesgado de ver a Dios cara a cara, incompleto. La imposibilidad de ver más allá del Otro que se presenta como Altísimo, es el límite del hombre ante la historia, es el paso del hombre a la metafísica. Es por ello que la espalda es el límite de Dios al hombre, como la espalda es el límite, es lo no-visto del hombre ante sí mismo.

2. La identidad que el pueblo judío recibe de Dios no se muestra más allá de su espalda. Moisés le habla cara-a-cara pero sin poder mirar su rostro, sino que está abierto a la conversación con Dios. Es la posibilidad, la entrada, al lenguaje; es la palabra-ley, pero no el rostro.

3. La noción de Rostro se construye desde la relación que Dios establece con su profeta Moisés y su pueblo. La imposibilidad de la mirada, y el estado intermedio que esta relación de excepcionalidad convoca, esa borrosidad, es la espalda como límite de la mirada hacia lo divino (lo sagrado) y la figura de Moisés como intermediario, como figura borrosa entre Dios y el hombre.

4. Dios es el primer autor-testigo garante de su propia obra. El gesto con el que ha iniciado su juego es el momento en el que le enseña su espalda a Moisés y en el mismo movimiento le impide el rostro. El hombre testimonia y garantiza, como el lector, la eternidad del juego. El hombre es testigo de la creación que es, la obra de Dios, sin haberle nunca visto el rostro, que sin embargo le ha dado al hombre. "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1:26); en el hombre se revela el juego y Dios-sin-rostro. El hombre da testimonio, al hombre y a Dios.

5. El gesto que aparece in-expresado en todo acto de expresión es Dios. Es la huella de lo ausente; es el más allá de donde viene el gesto-en-el-rostro. Dios ha dejado su huella en la ausencia que resta después del gesto.

6. El gesto de Dios no está en su rostro, sino en el rostro del hombre. Todos guardamos la herencia de su gesto, de su obra –que es nuestro rostro–. En el rostro del hombre se juega la vida ética.

7. Dios es sin-rostro porque en su rostro nos encuentra la muerte. (el fin del hombre). Su creación acabaría con el sólo gesto de mostrarse. El rostro de Dios está imposibilitado, pero de esa manera posibilita la existencia del hombre. Su rostro es la negación del hombre y al mismo tiempo su confirmación como hombre. Dios es Dios y por ello no enseña su rostro al hombre. Al esconder(le) su rostro, lo acepta. Activa la existencia en-la-tierra del hombre.

8. En el rostro queda subsumida la idea de gesto; y en ella, la idea de las máscaras. El hombre es máscara de sí. Su rostro es un rostro oculto tras los gestos que denotan su vida como ser-social. El hombre simplemente biológico y el enfermo terminal son las expresiones de un rostro que pierde sus máscaras. Un rostro animalizado.
9. Cuando Levinas explica que la "prueba suprema de la libertad no es la muerte sino el sufrimiento", es la noción misma de un rostro que se encuentra en el momento lindante a su muerte, en el sufrimiento convertido en estado, la posibilidad de salirse de las máscaras. La prueba de la libertad es poder vivir en estado de pérdida de la máscara; cuando el rostro quede expuesto, la vida se evaporará.

10. Cuando me veo en el rostro de mi hijo, en la fecundidad que es mi trascendencia, veo un rostro que construye sus máscaras.
11. Cuando Levinas nos dice que volvió a su humanidad al ver el rostro del perro (Bobby) en el campo de concentración, estaba mirando un rostro suplicando ser rescatado, un rostro sin máscaras. Un rostro que no es trascendencia, en donde Dios no puede revelarse. En el límite de su propia especie, el hombre se encuentra hombre en el rostro del animal que no es. La inhumanidad nos muestra hombres, pero no humanos, necesariamente.

12. Hay un estado entre el rostro y el gesto, lo indistinguible: "lo borroso". Un espacio intermedio que se ubica entre aquello que me está reclamando su otredad, que me enseña su rostro, y aquello que me significa su propia vida, el gesto que me involucra en sus avatares como ser humano.

13. Lo borroso es aquello que me deja ver los contornos pero no me deja distinguir los gestos. Es el rostro inundado por las lágrimas, las "descargas del ser que se desprende" en palabras de Levinas. Es por ello que la piel arrugada en un rostro es una huella que se ahonda en sí misma, una "presencia que, en todos sus instantes, es un retiro en el hueco de la muerte con una eventualidad de no-retorno. La alteridad del prójimo es ese hueco de no-lugar en el que, el rostro, se ausenta ya sin promesa de retorno y resurrección."

14. Este no-lugar, este hueco de la muerte que se hace presente en el hombre, frente al rostro, es una eventualidad de no retorno. El sufrimiento, la caída de la máscara, la indeterminación de la facción, la borrosidad que aloja la potencia de muerte en el rostro, nos arroja a la eventualidad (la posibilidad) de caer en ese hueco.

15. Pregunta Levinas: "¿Pero acaso la diacronía de la inspiración y de la expiración, separados por el instante que no pertenece ni a la una ni a la otra, no es la animalidad? ¿Sería la animalidad la apertura sobre el más allá... de la esencia?" En el espacio borroso se pronuncia la animalidad, queda allí la vida más misma, por un instante, abierta a la luz. El paréntesis entre inspiración y expiración, el movimiento del tiempo que deja en evidencia nuestro pasado inmemorial, nuestra pura-animalidad. El sitio donde se aloja la esencial.

16. En el gesto que le queda al hombre se retiene lo político. Sin gesto, el hombre, es solamente animal. El rostro desprovisto de gesto es donde Dios se revela en pura-potencia-política. Por ello podemos en-frentarnos a otro hombre, presentarle nuestro rostro a través del gesto, que es la máscara. La política es el gesto que nos saca de la animalidad. El hombre, al límite de su especie, es un hombre sin gesto, un hombre a-político.

17. Exponerse es tener un gesto, es exhibir nuestras máscaras. Por eso "...el rostro es el único lugar de la comunidad, la única ciudad posible", porque allí nos abrimos al gesto. La multiplicación de las máscaras, es una multiplicación de nuestras destrezas políticas.

18. Los muertos sin sepultura en las guerras y en los campos de exterminio son el fin del humanismo. Sin rostro no hay revelación. Sin gesto no hay política. No existe tal animal racional, porque el animal es su animalidad sin rostro, y el hombre es una eterna búsqueda del bien-uso de sus gestos. El animal nunca se expresa al otro rostro. Al Otro en el otro.

1 En una primera versión estas tesis han sido publicadas en: Emmanuel Taub. La modernidad atravesada. Teología política y mesianismo, Buenos Aires-Madrid: Miño y Dávila Editores, 2008.

 

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