¿Cuál crisis del Medio Oriente? Los israelíes ya lo superaron

israel4okPor años, el sentido común decía que mientras que Israel enfrente el desafío externo de la hostilidad árabe, especialmente palestina, no relucirán sus divisiones internas. La izquierda lo usó a veces como argumento: debemos tener paz con los palestinos para poder poner nuestra casa en orden, escribir una constitución, definir el lugar que tiene la religión en el Estado.

 Otros dicen que la amenaza trae como ventaja que evita las peleas internas: las diferencias entre los judíos israelíes (religiosos y laicos, ashkenazim y sefaradim) son tan profundas que si la sociedad logra dar un vistazo a su interior, podría quebrantarse.

En una reciente visita a Tel Aviv, después de haber trabajado en Jerusalén como editor, me impresionó que tan anticuada parece esa noción. En un casamiento al que fui, y por numerosas conversaciones con varios israelíes, obtuve una impresión completamente diferente. Pocos hablan del mundo árabe o palestino que vive en sus fronteras, a pesar del tumulto y los esfuerzos del Secretario de Estado John Kerry, que ha visitado la región en los últimos días. En lugar de concentrarse en lo que es hace años su mayor desafío (como compartir esta tierra con otra nación), los israelíes lo están ignorando, insistiendo en que el problema es insoluble por el momento y menos significativo de lo que el resto del mundo piensa. No podemos arreglarlo, mucho dicen, pero podemos manejarlo.

El casamiento se llevó a cabo cerca del aeropuerto Ben Gurion, donde se establecieron salones para eventos en los últimos años, incluyendo estructuras elaboradas con decoraciones orientales como candelabros, alfombras y altos techos.

Los abuelos del novio emigraron desde Yemen; los de la novia vinieron desde Europa Oriental, un ejemplo del continuo y creciente número de casamientos entre familias sefaradim y ashkenazim.

La música tenía el ritmo típico del Medio Oriente, algunas letras en árabe, otras melodías religiosas. Los cientos que bailaban en la pista, muchos cantando hasta el amanecer, provenían de distintos contextos políticos geográficos y religiosos- desde minifaldas hasta la tziniut de los ultra-ortodoxos. Algunas mujeres te abrazaban; otras se negaban a darte la mano. Todos estaban celebrando. Nadie, especialmente el rabino ortodoxo que llevó a cabo la ceremonia, mencionó que la pareja había vivido junta por más de tres años. Algunos hablaron de política conmigo. Nadie menciono a los palestinos.

Israel actualmente ofrece un conjunto de paradojas: los judíos israelíes parecen más felices y unidos que en el pasado, como si elegir no solucionar su desafío más complicado hace que sea posible shalom bayit – paz en casa. Sí, todas las tensiones internas aún existen, pero la creencia de que no hay solución para su mayor problema ha creado un extraño sentimiento de solidaridad.

En efecto, Israel nunca ha sido tan rico, seguro, culturalmente productivo y dinámico como lo es ahora. El terrorismo está menguando. Sin embargo, no se le está dando atención a las consecuencias de la ocupación. Además, mientras que el balance del poder ha cambiado de la elite europea, Israel muestra tendencias medio-orientales en su cultura popular, música y muestras públicas de religión. Sin embargo, encaja cada vez menos en su región. Finalmente, mientras que la burguesía laica, representada por el partido Yesh Atid de Yair Lapid, ha creado una alianza inesperada con los pobladores de Cisjordania, representados por el partido Habayit Hayehudi de Naftali Bennett, cuyo objetivo es reducir el poder político de los ultra-ortodoxos, la alarma por el fracaso para manejar el problema palestino creció en un lugar sorpresivo: entre los antiguos príncipes del ala derecha del sionismo.

En un café en Jerusalén una tarde, Dan Meridor, antiguo ministro del Likud e hijo de la aristocracia sionista, no podía parar de hablar de los palestinos.
"Estamos viviendo en ilusiones. Debemos hacer todo lo que podamos para acentuar la separación entre nosotros y los palestinos de modo que la idea de un estado desaparezca; pero no estamos haciendo nada," él dijo.

Meridor, mientras tomaba un café en la cafetería cercana a la casa que sus padres compraron muchas décadas atrás en el vecindario de Rehavia, expresaba las mismas ideas que otras dos figuras públicas de familias derechistas: Ehud Olmert, el antiguo Primer Ministro, y Tzipi Livni, Ministra de Justicia y negociadora de paz. Ambos han dado una serie de discursos emotivos rogándole a los israelíes que se tomen enserio el problema con los palestinos. No recibieron mucha atención.

La izquierda israelí sigue ahí, obviamente, pero en insignificantes números. Dos amigos israelíes en Haifa, de donde se fueron decena de miles de palestinos, voluntariamente o no, en 1948, han renovado su casa, incluso preservaron un árbol de limones que está ahí desde antes del estado. Se llevan bien con los árabes que viven cerca. Sus hijos se negaron a servir en el ejército porque están en contra de la ocupación en Cisjordania. Afuera de su casa colocaron una placa que dice que hasta 1948 la estructura era hogar de la familia Khader, un pequeño homenaje a un mundo destruído.

Familias como esa hay pocas. Lapid, la estrella de la política israelí, es un antiguo conductor televisivo que cree que se debe hacer algo con respecto a los palestinos. Sin embargo, en entrevistas no ofrece datos específicos además del hecho de que espera que Kerry los presione para seguir las negociaciones bajo condiciones que hace tiempo rechazaron. Lapid, que habló en su vecindario en el norte de Tel Aviv en una fragante tarde de primavera, estaba relajado y prolijo en su remera de manga larga negra y jeans negros. Mientras, ciudadanos ricos de Tel Aviv hablaban en sus iPhones. Lapid dijo que Israel no debería cambiar su política con respecto a las ocupaciones para lograr que los palestinos accedan a las negociaciones, ni debería Jerusalén convertirse en la capital del estado palestino que él desea. Él no ha contactado a ningún político palestino ni ha hablando públicamente del asunto. Como Ministro de financias, está concentrado en acabar con el déficit del gobierno.

Puede que Lapid sea un novato en la política, pero conoce el ánimo de las personas. Un antiguo miembro del gobierno del Primer Ministro Benhamin Netanyahu dijo, en un almuerzo con bagels tostados y ensalada, que la mayoría de los israelíes consideran al proceso de paz irrelevante porque creen que a los palestinos no les interesa llegar a un acuerdo, especialmente en el contexto actual del mundo islámico. "Debatir el proceso de la paz es, para la mayoría de los israelíes, equivalente a debatir el color de la remera que vas a usar al aterrizar en Marte," él dijo.

Una tarde en Ramallah me dio a entender que los palestinos tampoco se sienten apresurados. Sin embargo, a diferencia de los israelíes, se sienten deprimidos y descontentos por su disfuncional liderazgo. El Primer Ministro Salam Fayyad, dice que los líderes palestinos deben reconocer su fracaso de llevar a cabo lo que prometen. Eso no sucederá. Él les dice a sus amigos que si creyera que los esfuerzos de Kerry tuvieran chance de tener éxito no estaría renunciando.

Todo esto sugiere que no puede haber un acuerdo de paz entre los israelíes y los palestinos si personas externas al problema lo desean más que ellos mismos. Algunos han comparado Israel con el Titanic. Puede que eso no sea correcto, pero uno no puede dejar de pensar en cuál será el próximo iceberg.


Fuente: www.nytimes.com

Traductora: Mariel Benedykt

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