Haciendo lo que podemos en un mundo no redimido

La obligación fundacional y la responsabilidad de toda nación es proteger a su gente.  Cuando de Israel se trata, esta obligación tiene un giro especial de una naturaleza profundamente secular.  Al salir de 2.000 años de impotencia y 2.000 años de creer que la salvación de Israel está en las manos de Dios, el moderno Estado de Israel eligió vivir según el credo de que Dios ayuda a aquéllos que se ayudan a sí mismos.

En vez de esperar a que Dios repita la historia del Éxodo y otra vez redima al pueblo de Dios con “mano poderosa y brazo extendido,” con el renacimiento de Israel, el pueblo judío ha elegido no esperar más.  Reconocemos que no vivimos en un mundo redimido, en un mundo donde Dios se asegura de que todo se solucionará bien, que todo encontrará su lugar apropiado.  Es un mundo en que los justos no necesariamente prosperan, ni los malvados por definición fallan.  

Si hemos de lograr algo, será sólo el resultado de nuestros esfuerzos a favor de nosotros mismos y aún entonces con ninguna garantía de éxito.  Ser un sionista es abrazar esta realidad, no como una maldición sino como una responsabilidad, cuando no un don.  Ser parte de modelar nuestro propio destino y definir la historia de nuestro pueblo en medio de la incertidumbre de un mundo sin redimir es el privilegio que Israel ha conferido a la vida judía moderna.  

Es fundamental que recordemos lo que antecede mientras evaluamos nuestras acciones y nuestras responsabilidades en la Operación Pilar de Defensa.  En primer lugar, simplemente tenemos que hacer lo que tenemos que hacer.  Lo que toda nación no sólo tiene el derecho de hacer sino también la obligación de hacerlo.  Nuestros ciudadanos no pueden ser aterrorizados, ni nuestros soldados atacados, sin intentos por nuestra parte de evitar esto e impedir que suceda en el futuro.  

Aunque el mundo está lleno de zagueros del lunes de mañana, que cuestionan la eficacia de cada acción mirándolas en retrospectiva, el asesinato selectivo de Ahmed Jabari y la destrucción de la capacidad de usar misiles de largo alcance de Hamas y de la Jihad Islámica, fueron por lo menos un intento plausible de Israel de cumplir con sus obligaciones y responsabilidades como una nación soberana.

Vivir en un mundo no redimido, en un mundo donde los justos no necesariamente  prosperan ni los malvados por definición fracasan, nos obliga a actuar para protegernos y mejorar nuestro futuro.  Sin embargo, precisamente porque el mundo no está redimido, no hay garantía que las acciones que son justas, y aún acciones que son muy prudentes tengan éxito.  En un mundo no redimido debemos recordar que no todo problema tiene una solución, y el hacer lo correcto no necesariamente tiene un resultado positivo.

Sueño con un socio árabe para la paz que quiera unirse conmigo para trabajar en convertir a nuestra región en realmente floreciente.  Como sionista reconozco que mis sueños sólo se convertirán en realidad en la medida que cumpla con mis responsabilidades y me dedique a toda posibilidad para que reine la paz.  Hamas y la Jihad Islámica, sin embargo, no son socios para la paz y cuando promulgan un enfoque de Islam que convierte a la presencia judía y a la independencia en Israel en una afronta a Alá, crean una pesadilla.

En su mundo, las victimas judías son una meta militar legítima, mientras que las victimas musulmanas son un éxito de relaciones públicas.  En su mundo el éxito no es medido en primer lugar por la habilidad de mejorar la vida de su pueblo, sino por la habilidad de soportar al sufrimiento en el altar de una distorsionada versión de la voluntad de Alá. 

Por más dolorosa que sea esta realidad, la responsabilidad de aquél que ha elegido reconocer que nuestro mundo no está redimido es ver esa realidad como es.  No será cambiada por la salvadora mano de Dios, ni será resuelta por una operación militar, limitada o extensiva.  Debemos evitar la tentación mesiánica de creer que nuestro ejército es Dios y que porque nuestra causa es justa, prevaleceremos por definición.

El sueño de ver a Hamas y a la Jihad Islámica agitando una bandera blanca, o a la población de Gaza repudiando las tácticas de su liderazgo es precisamente eso – un sueño.  No es una realidad, y por cierto no una que dará comienzo por medio de una acción militar.  Un sustituto será encontrado para cada líder terrorista que es matado y cada misil que es destrozado será inevitablemente reemplazado.

Para algunos, lo que precede será deprimente.  El peligro de esta percepción es que la depresión es demasiado a menudo terreno fértil para fantasías mesiánicas, a creer que porque debería ser así está en nuestras más hacerlo realidad.  Las fantasías mesiánicas conducen a plantearles exigencias irracionales a nuestros políticos y líderes militares.  En circunstancias así, nos sentimos tentados de ir más allá de nuestro alcance, y políticas inefectivas, sin hablar de políticas y operaciones peligrosas son el resultado inevitable.

Con el renacimiento de Israel, el pueblo judío ha abrazado la realidad y nuestra responsabilidad de hacer lo mejor que podamos dentro de Israel.  Hemos renunciado a la necesidad de la salvación como estándar de éxito y elegido en cambio la belleza, complejidad y responsabilidad de vivir en un mundo no redimido.  Una de las “ventajas” del Medio Oriente es que siempre nos hace recordar lo incompleta que es la realidad.  Éste es nuestro mundo, y nuestra tarea es crear enclaves de decencia, cordura, seguridad, prosperidad,  y sí, hasta de santidad dentro de el.  Es normal querer más.  Sin embargo, si necesitas más estás socavando la habilidad de Israel y del pueblo judío de continuar nuestro viaje.

En nuestro mundo, puedes hace lo correcto, lo necesario, lo prudente, y sin embargo no lograr el resultado deseado.  En nuestro mundo, hay una simple verdad: "No es tu deber completar la obra, pero tampoco estás libre de desistir de ella” (La Ética de los padres 1:21)

Traducido por Ría Okret
Publicado por primera vez en Times of Israel


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