Israel 'Chick Chack'


La idiosincracia israelí y la latina tienen en común mucho más de lo que aparentan, pero hay un aspecto en que la diferencia es, casi, abismal: el ritmo. En Israel se vive "chick chack". Esta expresión coloquial es onomatopéyica, o sea que la única manera de entenderla, realmente, es prestándole atención a su sonido. Más que rápido quiere decir a las apuradas.

Este estilo se manifiesta en casi todos los ámbitos, la rapidez con que se abren (y se cierran) negocios y empresas; se construyen edificios; la gente se hace amiga; el proceso de integración de un bebé a una guardería; los inmigrantes aprenden hebreo; los políticos cambian de partido, etc. etc.

Para un latino, acostumbrado a reflexionar detenidamente antes de actuar – preferentemente, mate en mano – no sólo respecto al signficado y las implicancias que tendría la actitud cuestionada para uno, sino como la interpretarían sus padres, hermanos y analista (poniendo el énfasis en la palabra "interpretarían" y "analista") el pragmatismo israelí, responsable en gran parte del ritmo de vida acelerado, es en muchos momentos, un hueso duro de roer. (Para leer más sobre el pragmatismo israelí, ver post del 5/5/2007en en mi blog Desde Israel).
Pero en muchos otros, es una bendición. Por ejemplo: cuando en medio de un trámite burocrático, falta un documento y el empleado nos dice, "no importa, me lo traés otro dia". O que la diferencia en una letra, en la manera en que un mismo nombre está escrito en dos documentos, no sólo no representa un incoveniente insalvable (como sucedería en muchos países de Latinoamerica) sino que nadie se de cuenta y el trámite avanza. O cuando uno empieza a trabajar "ya mismo" y después de un mes se acuerdan que todavía no llenamos ningún formulario...

Pero la velocidad no es un pic-nic. Este año uno de los íconos del ritmo acelerado, el popular conductor de televisión Dudu Topaz, encendió una luz roja en cuanto a las consecuencias nefastas que puede acarrear.

Topaz se convirtió en símbolo de la aceleración porque durante años, cuando estaba en la cúspide de su carrera de animación y fue consagrado como el "Primero en Entretenimiento", usaba una muletilla (que quedó incorporada al idioma) para agregar adrenalina a sus dinámicos programas: "¡No tengo tiempo!" "¡No tengo tiempo!". Topaz gritaba su lema a viva voz. Uno naturalmente lo asociaba al concepto de que en la tele, el tiempo vale oro.
Lo que nadie imaginaba es que finalmente Topaz, en plena decadencia, años después de haberse deleitado en la cumbre, terminaría suicidándose en prisión, a la que llegó por haber mandado agredir a ejecutivos de la televisión.

La alternativa de que el caso Topaz sea un presagio de mal agüero de lo que puede llegar a pasarnos, si seguimos aferrados a su mítico lema, es agobiante. Prefiero la opción de que su tragedia nos haya ayudado a aprender la lección, de que el tiempo vale oro, pero la vida vale más.


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