España no mira cuando cruza la calle

La inquisición, la tarjeta de residencia, los hábitos de tráfico de los peatones españoles y los repatriados uruguayos  se unen en este artículo como dentro de una licuadora de ideas extrañas.

 O más bien esto es una columna de opinión. Columna que no es ni dórica ni jónica, pero que es  tan políticamente incorrecta que ya adivino algunas de las cartas que me llegarán a mi email: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. . Se preguntarán porque el 27, pero es que la dirección de mail anterior ya estaba ocupado.

Hoy tenía que ir al Consulado de Uruguay en Valencia  para renovar mi pasaporte. En el camino,  yendo en coche, he observado algo que vengo percibiendo desde que llegué. Los españoles no miran al cruzar la calle. Ellos esperan que vos les salves la vida y te des cuenta que están cruzando. Es verdad, ¡lo juro! La mayoría cruzan sin mirar.  Esto se me hace una gran metáfora del modus operandum de este gobierno español y también de los anteriores.

Van por la vida sin mirar mucho lo que puede venir.  Y cuando un auto (llamado crisis) los atropella,  no entienden desde donde vino el golpe.  El  espíritu ibérico tiende más a la fiesta y a pasarlo bien con los amigos que a conductas más germanas, frías y calculadoras. En cierta manera hay algo de personalidad infantil en esta sociedad que se divierte mucho,  hasta que le sacan el caramelo y entonces… llora.

Por eso cuando fui al consulado uruguayo, al entrar me sentí feliz.  No sé bien porque pero quizás era ese aroma  a yerba lavada y burocracia celestes.  A melancolía e intelectualidad gris y lluviosa. ¡Una maravilla! Se me colmó el corazón de nostalgia de aquellos días que recorría la intendencia de Montevideo de un piso al otro sellando hojas y equivocándome de ventanilla. Con que gusto dije “Buenos días”  a la empleada pública for export que tenía las raíces crecidas y los lentes con cadenitas. Todo eso  bajo la atenta mirada de una efigie Gervasio Artigas.

La bandera uruguaya ondeaba en el balcón cual retazo de los cielos de los cielos, bañada por un sol extranjero. El sol de la Madre Patria que nos conquistó.
Es extraño dejar por un rato de sentirse un paria, un extranjero. Sentir que bajo tus pies las raíces vuelven a plantarse en un suelo que te pertenece. 

Fuera de esos pocos metros cuadrados hay un mundo diferente. Los chistes, los acentos, los aromas, los recuerdos de la infancia de los demás no son los míos. Los dibujitos animados que miraban ellos son otros. Las golosinas que comían en la puerta de la escuela no son las mismas.

 Y ¡ojo! Me encanta España. Es un país hermoso con gente divertida y buena.  Tengo grandes amigos españoles, inteligentes, generosos  y solidarios. Pero el exilio- voluntario o no- siempre tiene un poco de desgarro. Hay un poco del alma que quedó colgada de un alambre de púa al embarcar en el aeropuerto.

Y esa pequeña herida se abre ahora, con la política de este gobierno del PP que tiene una línea muy clara contra el extranjero.  Un pequeño ejemplo: desde hace algunos meses  les han quitado la tarjeta sanitaria a los ilegales. Esto se esconde bajo la excusa de que los ilegales generan gastos y no aportan dinero. Aunque eso está claro que no es cierto. Puede ser que no paguen a impositiva, pero pagan impuestos cada vez que compran, cada vez que ponen nafta al coche, cada vez que comen.  También los permisos de residencia están siendo denegados por excusas tontas.  No importa sin son ilegales o no. La verdad es que este gobierno de Rajoy quiere una España de españoles. Como (salvando las distancias) alguna vez la Reina Isabel quiso una España de católicos y expulsó a judíos y musulmanes.

El rey turco, envió a la Reina Isabel un barco para que pusiera allí a todos los judíos comerciantes que expulsaba, y le manifestó que estaba cometiendo un gran error, ya que la economía de España y la cultura sufrirían por esa decisión tarde o temprano. Y así fue.

Porque a pesar de que el sol nunca se ponía en el Reino de Castilla, a nivel cultural España sufrió un largo invierno. Cuando toda Europa vivió el renacimiento, España se quedó a oscuras. 

La inquisición ha sido en España implacable en su  esfuerzo por cercenar toda posibilidad de que un judío siguiera su tradición en secreto.  
 España no ha aprendido que el contacto multicultural hace crecer a las naciones. Este es el mismo país que dejó a América Latina casi sin población autóctona cuando conquistó estas tierras.  Convivir con otras culturas no es su fuerte. La verdad. Y no hablo de la gente de la calle, sino más bien, de políticas de gobierno de derecha, como la del señor Rajoy, que demuestra en cada una de sus decisiones con respecto a los inmigrantes una saña que roza lo  xenófobo. 

Por eso hoy cuando fui al Consulado de Uruguay, casi no había lugar para sentarse. Todos estaban allí para entrar en el programa de los repatriados.  La crisis sumada a esa sensación de sentirse sapo de otro pozo, de ver políticas que no integran al extranjero y más bien lo rechazan, impulsan a muchos uruguayos a regresar a su país.  A buscar consuelo en los brazos del paisito.

Muchos uruguayos critican a los que vuelven.  Es fácil juzgar desde la rambla tomando una Patricia con los amigos mirando a la gente pasar.  Estos repatriados, en muchos casos, mandaron mucho dinero a sus familias cuando fue la época de las vacas gordas ibéricas.  Y hoy, con la frente marchita y las sienes plateadas cantan “volver”.  Porque como escribió Homero  alguna vez: Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta. El otro Homero (Simpson ) dijo: h, la gente puede venir con estadísticas para probar cualquier cosa. El 14% de la gente sabe eso.

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