Crónica de un judío demasiado errante

Querido lector que busca en estas líneas esa cuota de humor con el que intento bañar mi existencia cotidiana, será decepcionado, hoy no escribiré de humor. Espere, espere, no se vaya, está bien, voy a tratar de meter algún chistecito. No se vaya. Pssss. ¡Estos lectores que la encasillan a una en un género literario!

Lector: Bueno, es que como está la cosa, los temporales, la alerta naranja, el precio de la naranja, las inundaciones, mi canilla que pierde, Uruguay que no gana… Uno quiere divertirse un poco. ¿No? Al mal tiempo… mejor llevar paraguas, aunque con la que sopló los otros días mejor llevar un ancla.
Bueno, bueno, voy a  intentar ponerle onda al tema.

Lector: ¿Y humor?
Sí humor también…. Está bien, hoy escribo de humor, pero la próxima me deja escribir otra cosa.

Lector: Bueno, entonces sigo leyendo.
Porque lo que quiero exponer hoy , es un ejemplo concreto del espíritu nómade del pueblo hebreo. Somos nómades por partida doble, nómades porque nos movemos y porque somos NO MA’ DE de 15 millones de judíos en el mundo (según Wikipedia. Según mi vecina- la Señora Vivafranco-  los judíos somos más 150 millones y dominamos el mundo).
Si en Uruguay uno le pregunta sobre sus antepasados al panadero, Don González, le dirá que sus padres o él mismo  llegó de Galicia. Que sus hijos (ya uruguayos)  en la crisis del 2002 volvieron para España. Y que ahora sus hijos, (que le han dado nietos nacidos en España)  están juntando las cositas para volver a Uruguay por con las políticas de Rajoy es mejor rajay ya.

Pues ahí se termina el trazado de la genealogía  de Don González, el panadero, sobre el mapamundi. Una línea que se traslada de ida y vuelta del Mediterráneo al Río de la Plata y viceversa.

Sin embargo cuando uno se encuentra con un judío en algún rincón del planeta el diálogo discurre por senderos más sinuosos.
Este diálogo que reproduzco a continuación, transcribe un coloquio que mantuve en Madrid con un israelí. (Puse coloquio para no repetir la palabra diálogo, pero la verdad que queda un poco rara: coloquio… co- lo –quio… rara ¿no?)
Lo escuché hablando por teléfono en hebreo y cuando cortó,  no pude aguantar la tentación de decirle : Shalom! Esta conversación que presenciarán de forma virtual, no sólo es verídica, sino que también es cierta, pero sobre todo es la pura verdad.

ESCENAÚNICA

Noche. Interior.  Bar – Café Isidora
YO: (Luego de saludarlo intenté  hablar en hebreo y decir las únicas cuatro cosas que sé… todas juntas). Ahhh…. ¿Ata sabra? ¿Najon? ¡Beseder  gamur! Ani Alejandra! Ani be Uruguay! Naim meod meod meod meoood… ( en ese momento me dio ganas de ir al baño pero me aguanté).
Israelí:¿¿¿¿¿ ???????

YO: ¿Qué no me entedes? Sos israelí y no entendes hebreo, je jeje..¡ no jodas!
Israelí: (en español con acento sabra) A, slija, pegrdón, no me di cuenta que estabas hablando ivgrit. Je jeje…  ¡Es bggroma! Je je je ¡Viva Messi!
YO: ¿Eh? Ah, muy gracioso, claro… me tomás el pelo ¿eh?  ¿Y qué tiene que ver Messi? ¿eh?   Ah... ya sé... por el acento, pensás que soy… ¡NO! ¡No soy Argentina!  Soy uruguaya… u –ru- gua- ya   Ani Uruguaya. ¿tamos?
 Israelí: Ah… Uggguguay. Sí, sí. Yo viajé después del tzhaal, del ejégggrcito poggr Latinoaméggrica…

YO: ¿Ah, y estuviste en Uruguay? 

Israelí: No, estuve en Bgrasil y Agrgentina…

Yo: Aaahhh…
Le dije, comenzando mi exclamación en un decibel alto el cual lo fui bajando en correlativa relación con mi desilusión.  Ya a esa altura,  lo estaba mirando al sabra con ganas de darle un buen sopapo. Pero como es israelí, un hermano judío perdido en un café de Madrid,  intenté ser amable y seguir el “coloquio”.

Yo: ¿Y cómo sabes hablar español? ¿Tus padres son argentinos?

Israelí: No,  apgrendí a hablar español mirando Muñeca Bgrava y Rgebelde Way…  Natalia Ogreiro es la mujer argentina más bonita del mundo.

Yo: (Con rabia)Natalia Oreiro es uruguaya… (otra vez me vuelven las ganas de darle un sopapo).

Israelí (sin hacerme caso):  No, mi padre nació en Polonia y vino después de la shoá a Israel, pero mi abuelo, su padre,  había nacido en Lituania y mi abuela era rusa hija de Alemanes. Mi madre nació en Yemen, pero su madre era de Grecia y su padre de Tánger descendiente de sefardíes de España. Yo nací en el kibutz Iacum pero me mudé a Tel Aviv hace cinco años y ahora vengo a vivir a Madrid con mi esposa que es judía también y que nació en  Holanda pero sus padres…

Yo: Sí, sí… me imagino… por favor no sigas que ya me duelen los pies de tanto recorrido por el globo terráqueo. ¡Y después dicen que lo de la globalización es algo moderno!
Llamé al camarero e invité al israelí con una “birra”, y nos quedamos conversando un buen rato. Allí, en un bar del barrio Malasaña en Madrid, en el mismo corazón de la península ibérica, hablando sobre esas cosas que se dicen las personas que no tienen que explicarse nada, aunque recién se conozcan.  Porque hay algo en la mochila histórica del pueblo judío que nos acompaña siempre. Un retazo del cielo sagrado que alguna vez compartimos allá en los confines de nuestra historia. Un sonido que se repite desde eternamente. Un eco que llega con la fuerza de un shofar a nuestros oídos. Un susurro genético que sólo nosotros podemos percibirlo cuando nos miramos a los ojos, y sabemos que a pesar de todas nuestras diferencias, de todas las nacionalidades, de los diferentes colores de nuestra piel, somos parte de una misma esencia.  Porque al final las huellas que han marcado sobre los terrenos del mundo cada uno de los judíos errantes, son las huellas de todo nuestro pueblo y nuestra célula de identidad.

Lector: No será cédula…
No, célula… es un juego de palabras…

Lector: Ufff ¡Se puso seria al final nomás!


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