Entre desafíos y esperanzas

Hace años que cuando se está por cambiar de dígito anunciamos que llega «el año de las grandes decisiones». Parecería que la frase no se gasta nunca. Y el 5773, para no perder la costumbre, también es uno de esos.

El tema de Irán, un país que llama a la destrucción de Israel e intenta armarse con poderío atómico, es por cierto la mayor amenaza estratégica para el Estado hebreo. La esperanza es que se pueda frenar su plan nuclear sin operativos militares de consecuencias y derivaciones incalculable y que el Gobierno israelí, que presiona constantemente aclarando que «el tiempo se está acabando», logre canalizar las justificadas presiones al mundo hacia mayores sanciones que puedan convencer al régimen de los ayatolás que podría desaparecer si continúa con su proyecto y no hacia un enfrentamiento diplomático con Estados Unidos, con quien la relación es clave para Israel.

Si la cúpula de seguridad israelí dice que no ha llegado aún el momento de la «hora cero», seguramente hay razones para que el premier Netanyahu considere que un ataque a las instalaciones nucleares de Irán no es, todavía, la única opción.

Una explicación muy interesante al respecto la dio esta semana el General (retirado) Amós Yadlin, ex jefe del Servicio de Inteligencia de Israel y hoy Director del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, al aclarar que si bien en la ecuación «bomba o bombardeo» lo más peligroso es que Irán llegue a tener la bomba atómica, hay que tener en cuenta la posibilidad que un ataque masivo israelí no termine con los planes de Teherán sino que cree nuevos escenarios con los que será complejo lidiar.

Esto, aunque dijo no tener dudas de que Israel es fuerte no sólo militarmente sino también económica y socialmente, para enfrentar todo tipo de desafíos.

Al hablar de esperanzas para el nuevo año, fue aleccionador escuchar estos días a Yadlin en el marco de un congreso del Instituto de Política Anti Terrorista al analizar lo que está ocurriendo en el entorno árabe de Israel. Yadlin afirmó que a corto plazo, los escenarios no parecen traer aparejadas muchas buenas noticias, pero estima que, a largo plazo, lo que está sucediendo puede encerrar grandes posibilidades para Israel.

«Democracia, libertad, igualdad, derechos de las mujeres, gobierno de ley, trabajo para jóvenes; valores por los que piden manifestantes ahora en algunos países árabes, son nuestros valores», recordó Yadlin. «Si bien los jóvenes que protestaron en la plaza Tahrir de El Cairo no son los que están hoy en el poder en Egipto, si los mencionados valores serán, en 10 ó 20 años, los que guíen a ese país, eso es alentador», afirmó. Y agregó: «Otro elemento alentador en la así llamada 'primavera árabe'; es que por primera vez los pueblos miran hacia adentro y ven el problema en el régimen, en la educación, la corrupción, la falta de empleo. Entienden que los problemas no son por los sionistas o los imperialistas y dicen que son «por nosotros mismos», y eso es positivo».

En el plano interno israelí, las esperanzas se nos confunden un poco. Por un lado, quisiéramos que haya respuestas claras y terminantes a todos los temas de alta política y seguridad nacional que aún requieren solución. Por otro, quisiéramos que no se deje de lado la agenda socio económica tan clave para la vida diaria.

Quisiéramos que se dediquen esfuerzos especiales para resolver el conflicto con los palestinos, justamente ahora, cuando la situación está relativamente tranquila (a pesar de las nuevas protestas económicas en los territorios por la carestía de la vida) y que no se espere a un estallido para ver qué se hace.

El que los palestinos hayan rehusado hasta ahora volver a negociar, no puede hacer olvidar a Israel lo ineludible de hallar una fórmula para garantizar que siga siendo un Estado judío y democrático. Con la población palestina de Cisjordania (Judea y Samaria en términos bíblicos) bajo la égida de Israel, sin una solución ordenada que determine fronteras definitivas, se marcha hacia un peligroso estado binacional, lo que determinaría el fin del sionismo.

Los palestinos no quieren ahora un acuerdo que les imponga inevitablemente también a ellos ciertas concesiones. Pero Israel no puede ser preso de ese doble discurso de presiones ante la ONU para reconocer a Palestina como Estado observador y al mismo tiempo su negativa a volver a negociar.

En el nuevo año, quisiéramos ver una firme determinación de parte de las autoridades para frenar a extremistas fundamentalistas que operan dentro de la propia sociedad israelí. Decir que son una minoría, como realmente lo son, no pone fin al problema. Decir que son «unos locos sueltos», no los para ni exime a la dirigencia nacional de hacer todo para detenerlos. Es que no sólo hay pura ideología de por medio, sino crímenes concretos que cometen y por los cuales deben ser penados por la ley.

También Yigal Amir, asesino del primer ministro Itzjak Rabín, actuó bastante solo cuando lo mató, y hace pocos días, su hermano y cómplice Hagai - que estuvo 16 años en prisión por la ayuda que prestó para que se concrete el crimen - osó decir que el asesinato fue en base a la ley judía y en defensa de la misma. Señaló que su hermano lo cometió «por ser un precepto judío». Y con alegar que son unos terroristas desgraciados, no solucionamos nada. Hagai Amir siente que tiene legitimidad para formular sus bárbaras declaraciones. Y en el mismo cesto están quienes pintan grafittis ofensivos contra el Islam, prenden fuego a la entrada de un convento, vandalizan una mezquita o cortan neumáticos de coches del Ejército israelí porque sus efectivos «se atreven» a evacuar a colonos instalados sin permiso en tierras no autorizadas para ello.

Para el nuevo año, la esperanza es que el Gobierno israelí actúe de modo que quede claro que esos elementos son tan peligrosos como los terroristas palestinos o de dondequiera que vengan. Quizás hasta peores todavía, porque alegan actuar en nombre de la verdad de Israel. Y son un verdadero cáncer para la sociedad.

La esperanza es doble: que se los logre amedrentar y detener, y que la sociedad israelí comprenda cabalmente con qué está lidiando.

En el 5773, esperamos que el milenario valor judío de la solidaridad no sea tragado por la crueldad que impone a veces la vida moderna; que el respeto al prójimo necesitado sea un pilar del pensamiento comunitario y que la memoria histórica de que «extranjeros fuimos en Egipto», como leemos la Hagadá de Pesaj, sea una firme antorcha que ilumine los pasos de Israel.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay


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