Memoria y Tierra de Exilio

“Feliz el hombre que con su bastón de anciano recorre la misma arena en la cual caminaba siendo niño” (Claudio Claudiano, Alejandría 370-404)

Pueden ser muchas las razones que llevan a un hombre a abandonar su propia tierra. Para el exiliado o para el emigrante, la nueva tierra está cargada de expectativas y de sueños. Existen muchas formas de exilio, político, económico, espiritual…
Existen muchas formas de viaje.
No hay duda que se parte, casi siempre, con la idea del retorno. Muchas veces volver a las propias raíces se convierte en una lejana o imposible utopía. Para muchos dejar la tierra se vuelve un destino amargo que puede cambiar si la nueva tierra nos acoge y si logramos sentir  que al menos una puerta se abre de manera incondicional y para siempre.

La poesía se ausenta en el exilio, pero la condena se puede convertir en vida si asumimos el rol de peregrinos o de nómadas: “No llevaba conmigo libros, sino tan sólo una manta. En parejo silencio, la proximidad de la muerte se hace sentir de modo tal que parece difícil poder soportar nada mas terrible. Por haber nacido en el desierto, sólo los nómadas pueden resistir una presión de semejante intensidad.
Nosotros no podemos imaginarnos fuera del tiempo y del acontecer. Toda nuestra cultura nos emplaza en el tiempo. Ved los anacoretas, por ejemplo: están más muertos que vivos, literalmente quemados por el silencio. Sólo los nómadas, una vez más, saben transformar ese silencio aplastante en fuerza de vida.” (Edmond Jabés).

Cambio y Memoria

La tierra de exilio cambia, cambian las personas, los sentimientos y nosotros cambiamos con la nueva tierra. En la tierra de origen, las personas que dejamos, quedan “congeladas” en la memoria.
Se forma entre las dos tierras un espacio espectral, un puente que podemos recorrer solo con la conciencia de que cuando partimos, partimos para “siempre” porque aunque volvamos es otro el que vuelve y otra la tierra de nuestros orígenes.

Con el tiempo, los espacios de la memoria se reducen, se vuelven más esenciales. Los sueños se convierten en el espacio privilegiado de la memoria. Deseamos dormir para poder soñar, queremos de esta manera reencontrarnos con el espacio lejano que nos llevamos dentro. En los sueños nos encontramos también con quien nos ha dejado para siempre, en el sueño nos burlamos de la muerte y de la distancia, pero en el mismo sueño, una puente, una ventana o una palabra nos recuerda la realidad la realidad del exilio. Un mundo está dentro del otro hasta que nos despertamos.

Vida y Nostalgia

La esperanza de recuperar el territorio, las palabras, los sentimientos, la esperanza de recuperar el pasado, muchas veces se convierte obsesiva nostalgia, en enfermedad. Un complejo mecanismo nos separa de las personas y del territorio, perdemos el significado de la vida o vivimos solo pendientes del retorno. La realidad del exilio se convierte en una falsa escenografía y el exiliado en un actor que espera que las luces se apaguen para poder dormir y soñar.
Hay momentos en que esperamos un prodigio que nos devuelva mágicamente a nuestra tierra. Las regresiones infantiles son comunes y se desea inconscientemente la seguridad del útero materno, el sueño nos protege, la vigilia nos hiere.

Las dos Memorias

“…hay una memoria mas antigua que los recuerdos…” (Edmond Jabés)

Podemos afirmar que con el tiempo se crea una suerte de doble memoria, cada una con poderes diferentes: la memoria y los recuerdos que formamos en la tierra de adopción y la memoria profunda, con raíces lejanas. La prueba de que estas dos memorias se encuentran y dialogan lo descubrimos en los sueños y claramente en la creación artística.
El encuentro de las dos memorias lo experimentamos también en la vivencia de una relación profunda, en el momento que nos parece que hablamos nuestra lengua, cuando en realidad hablamos una lengua extranjera. Dialogan también las dos memorias cuando no juzgamos la realidad del exilio en manera “separada”, porque esa realidad nos pertenece y nos invita a una respuesta vital y creativa.
                                  
Dentro al Viaje


El viaje tiene siempre un carácter iniciador dentro de nuestro natural proceso de individuación. Una respuesta vital y creativa está directamente relacionada con la posibilidad que nos da el viaje y la nueva tierra de vivir plenamente nuestra individualidad negada o reprimida en la tierra de origen. Quizás se encuentre en este punto las diferencias de vivencias entre quien elige libremente el viaje y quien está obligado a escapar de algo o de alguien que lo oprime. Mas allá de las razones que nos llevan al  viaje, el encuentro o el desencuentro de nuestras dos memorias son parte de la aventura de una iniciación transformadora.


Cambios Existenciales

El exilio trae consigo un cambio fundamental en las dimensiones del espacio y del tiempo. Nos resulta difícil entender que en las dos tierras el tiempo pasa y que el espacio se transforma de la misma manera, nos parece que en la tierra de origen el tiempo se detuviera para nosotros y que tarde o temprano podríamos recuperar el tiempo y los espacios perdidos.
Por una parte escuchamos los diálogos o las afirmaciones de las personas de la tierra de adopción con cierta indiferencia, al mismo tiempo llegamos a experimentar el deseo de asimilación o de adaptación.
Solo en el momento en el que logramos establecer relaciones profundas con personas de la tierra de adopción, los tiempos y los espacios confluyen, de esta manera nuestra mirada “diferente” encuentra en la nueva realidad un espacio vital y creativo. Pero somos siempre nosotros, somos extranjeros, inclusive en el momento del retorno volvemos impregnados de la tierra de exilio, la “mirada de Ulises” enriquece la vida y la obra de quien crea. Vuelve a aparecer la “separación” pero ya no es enfermedad, es la separación necesaria, es la contemplación que precede la creación artística.
El artista es el extranjero por excelencia, lleva consigo un don y una condena escrita en su alma, en sus ojos y en su memoria. Edmond Jabés con su vida y su escritura se convierte en el paradigma del extranjero: “En el cementerio de Bagneux, departamento del Sena, descansa mi madre. En el viejo Cairo, en el cementerio de las arenas, descansa mi padre. En Milán, en la muerta ciudad de mármol está sepultada mi hermana. En Roma, donde, para acogerle, la sombra cavó la tierra, está enterrado mi hermano. Cuatro tumbas. Tres países. ¿Conoces las fronteras de la muerte? Una familia. Dos continentes. Cuatro ciudades. Tres banderas. Una lengua, la de la nada. Un dolor. Cuatro miradas en una. Cuatro existencias. Un grito…”
“…Aquí está mi verdadero origen. Al haber llegado para mí Judío una palabra obsesiva junto con la palabra Dios, hoy estoy ligado a estas palabras al igual que, después de cuarenta años de escribir, lo estoy a mis libros.
Por otra parte, al hacer yo mismo del judío el extranjero tipo –con el mismo tratamiento que tiene el escritor y en general todo creador –la palabra judío de la que me he apropiado ha hecho de mí el extranjero del extranjero…”

                                                              

Edmond Jabés. El Libro de las Preguntas. Madrid. Edit. Siruela. 2005
Edmond Jabés. Del Desierto al Libro. Madid. Edit. Trotta. 2000

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