S.O.S: VACACIONES CON LOS SUEGROS. Primera parte

Vamos a hablar de una vez y por todas las cosas que sólo los cómicos de Stand up se atreven a decir: las relaciones con los suegros son siempre territorios minados. En la superficie el pasto y las flores crecen en armonía al son de la 9ª. Sinfonía de Beethoven… (Tic, tac, tic tac… les doy tiempo a los lectores para que la busquen en You Tube y confirmen que es el famoso canto de la alegría…) Pero bajo la superficie se esconde la amenaza subrepticia. Todo comienza una tarde de domingo cuando el susodicho o susodicha, presenta al candidato/a sus progenitores. Es un momento de mucha tensión para todas las partes porque a pesar de que estemos en pleno siglo XXI  hay cosas que no cambian, y dentro de una familia judía típica, cambian mucho menos.

POSIBLES PENSAMIENTOS EN EL DÍA DE LAS PRESENTACIONES

Las cosas que puede que piense el padre de la novia:

    1.    ¿Este será de los Goldman – Goldman $$$ , o de los Goldman – Homeless ☹?
    2.    Este tiene una cara de nabo que no puede más… pero bueno, con tal que la nena no quede solterona.

Las cosas que puede que piensa la madre de la novia :

    1.    ¿ Será goi?
    2.    ¿Será gay?
    3.     ¿Será ashkenazim?
    4.    ¿Tendrá dinero?
    5.    ¿Tendrá estudios?
    6.    ¿Será gay?


Las cosas que puede que piense el padre del novio:
    1.    ¿Esta será de los Goldman – Goldman $$$ , o de los Goldman – Homeless ☹?
    2.    Esta tiene pinta de engordar 30 kilos después que se casé, pero bueno… con tal que me de muchos nietos.

Las cosas que puede que piensa la madre del novio :

    1.    ¿Será goi?
    2.    ¿Sabrá cocinar knishes?
    3.    Seguro que se mudan lejos y ya no lo veo nunca más a mi bebé.
    4.    Esta tiene pinta de que a mis nietos se los va a llevar siempre a la otra abuela
    5.    Sniff, quiero ver a mis nietos.
    6.    ¿Será goi?


Una vez superada esta terrible prueba, el romance se sucede con normalidad. Se cumplen todas las tradicionales etapas: noviazgo, compromiso, casamiento y aburrimiento, perdón quise decir y arrepentimiento... ah no, tampoco... bueno, no importa. Lo  que nunca puede faltar son las típicas vacaciones en familia.  Y es ahí, precisamente, donde todo el background del cónyuge se pone en manifiesto de la forma más bestial. Es una experiencia digna de un reality show de la BBC.
Es también en donde uno comprende con mayor certeza de donde vienen esos vicios que hemos detectado en nuestro período de convivencia con nuestro tortolito.  

Para resumir y no aburrir al lector, citaremos algunas situaciones extremas, en futuras ediciones comentaremos otros casos.

Pareja 1: Matrimonio mixto y varios jamones en nombre del señor.

Él es el hombre de tu vida y ha colocado -en la casa en la que cohabitan- una hermosa mezuza traída de Jerusalén, donde pasaron las últimas vacaciones. Él sabe que los hijos serán judíos, y está de acuerdo con que a sus pequeños se les haga el brit (auch) .
Todo es armonía en el hogar en el que conviven  la Janukia con el arbolito de Navidad.
Son las vacaciones y toca pasar con tus suegros, (los padres de él), en la casita de Solimar. Al principio todo bien, buena onda, viva viva la familia.
Entonces, primer momento Kodak: tu suegra te entrega un regalito inocente: una figurita de la Santa Patrona del Hogar, María Auxiliadora. En sus ojos ves que no hay maldad en el gesto, sino todo lo contrario.  Así que le agradeces con un abrazo, pensando dónde vas a colocar la figurita en cuestión. En la terraza, atrás del helecho…  debajo del helecho. Al final lo que importa es el hecho, no el helecho. La realidad es que la “santa” terminará en la repisa del comedor, porque tu pareja te reclamará  que la pongas a la vista( porque su madre cada vez que viene de visita pregunta: “¿dónde está la Santa Patrona del Hogar?”).   A fin de cuentas, él dejó que pusieras la mezuzah en la puerta.
Para algunos matrimonios mixtos la Santa Patrona del Hogar ha sido causa de divorcio. (Muy efectiva no es la figurita).

Pero volvamos al fin de semana con los suegros.  Llega el asado y el lechón con su nariz porcina te saluda en la mañana. No es que seas lo kosher hecho persona, pero ver a un cerdo así, de forma tan evidente, te hace tragar un poco de culpa gastronómica.
Al mediodía se llena la casa de primos, tíos y amigos. La diferencia sustancial que notas con las comidas familiares es que hay poca comida pero muchas botellas de todo tipo de beberajes. Tu vaso siempre está lleno de vino cortado con Coca Cola lo cual sumado a la falta de comida te va mareando sin remedio.

El problema es cuando llega la hora del almuerzo y vos, en un repentino ataque de teshuva, decidís que sólo vas a comer ensalada.  En la mesa se hace un silencio de cementerio.  Sonido de grillos. Crick crick. Todos te miran y acto seguido miran a tu pareja que balbucea algo como: “los judíos no comen cerdo…”.  CHAN.  Segunda oteada inquisidora.  CHAN-. Detectas un rápido cruce de miradas que intentas ignorar mientras le das a la lechuga con cara de vaca pelotuda. Seguramente tras varios vinos, los presentes se ponen a cantar a boca de jarro y sin embocarle a una nota,  varias canciones del repertorio popular (a desalambrar, comandante che Guevara, etc.) Vos intentas animar con un ABA NAGUILA, pero nadie te sigue.  Lo peor es cuando comienza la ronda de chistes que rozan lo xenófobo contra todo tipo de colectivos: gays, negros, gallegos, y claro judíos. Cada vez que cuentan uno de los últimos te miran y te dicen: “en buena onda, ¿ehhh?”  Y vos sonreís preguntándote a qué hora servirán el postre. Olvídate. No habrá postre, ni masitas, ni helados, ni las millones de kilo calorías que consumimos las mujeres del pueblo hebreo en vacaciones. Así que cuando nadie te ve, agarras la bici del primito y te escapas al centro del balneario en busca de un poco de glucosa que te devuelva el ánimo al cuerpo. Mientras chupas el helado chocolatoso y miras la estatuita de María Auxiliadora que está en tu bolsillo, te das cuenta que al final, son divertidos, no tienen culpas, te aceptan como una más de la familia, y que sobre todo son felices de saber que su hijo es feliz.  Y eso es lo más importante.

Nota: En futuras ediciones daremos otros ejemplos con lo que ganaremos el odio de una mayor población, lo cual nos llena de culpa como no podía ser de otra manera.

 











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