Protesta social candente

Por lo general, la celebración del primer año de vida es un momento de conmovedora plenitud para los creadores de una "criatura", ya se trate de un tierno retoño o cualquier otro emprendimiento con el que estemos comprometidos aunque no llore ni use pañales. Pero cuando la "criatura" que lo cumple es la "protesta social" uno no sabe si reír o llorar. Lo que sí está claro es que más que un momento para la celebración es un momento para el cuestionamiento. 

En realidad, más allá de la confianza y la esperanza que pueda inspirar este movimiento social, a mí personalmente me despierta un gran asombro. Las imágenes de los jóvenes líderes israelíes, Dafni, Stav, Itzik y cía, que un año atrás se instalaron espontáneamente con sus carpas en el Boulevard Rotschild, tal vez la zona más "telavivense" del Tel Aviv de hoy, se toparon dentro del caleidoscopio de mi cerebro con los rostros apocados de unos pocos jóvenes con los que me encontré más de treinta años atrás, cuando recién llegada al país acudí a la "manifestación" convocada por el Centro de Estudiantes de la Universidad de Tel Aviv para protestar ya no me acuerdo por qué. Proviniendo de la revuelta América Latina el sonoro cachetazo de la indiferencia israelí quedó sellado.
No hay caso, el correr de los años nos convierte, queramos o no, en fieles testigos de la historia que pasa más o menos desapercibida, según cual sea el ritmo de los cambios. En Israel, las transformaciones que experimenta la sociedad son tan marcadas y veloces que sin ser un gran observador uno puede prácticamente palparlas.

De todos modos, si bien en julio-agosto del 2011 las manifestaciones convocadas por estos jóvenes congregaron a cientos de miles a lo largo y ancho del país (aunque si quisiéramos ser fieles a la realidad deberíamos hablar de angostura), cabe destacar que en su mayoría eran miembros de la clase media los que levantaban la voz, alentados por los ídolos musicales más populares que ayudaban con sus shows gratuitos a engrosar las filas de los militantes.

Aún no está claro cómo sigue esto. La propuesta del año pasado generó una Comisión gubernamental presidida por el profesor e investigador de origen argentino Manuel Trajtemberg que elaboró un informe que incluyó una serie de recomendaciones. En base a este documento el gobierno tomó algunas decisiones que apuntaron a bajar el costo de vida en Israel en general y fundamentalmente del perfil de los manifestantes, aumentar la oferta de viviendas, etc. etc.  Como siempre, algunos las aplauden, otros las critican.
En las últimas semanas los líderes retomaron las riendas de la protesta y comenzaron a organizar nuevas manifestaciones que comenzaron con un tinte más débil que el del año pasado. Después de un par de semanas de acción todas las miradas estaban orientadas hacia la noche del sábado 14 de julio, la fecha del primer aniversario, pero un acontecimiento trágico e inesperado acaparó toda la atención: Moshé Silman de Haifa, de 57 años, se prendió fuego "en honor" a la protesta social en medio del acto central que se llevaba a cabo en Tel Aviv minutos antes de que finalice. 

Al momento de escribir estas líneas Silman está internado en estado de gravedad, con quemaduras en más del 90% de su cuerpo y todo el país acompaña consternado la evolución de su estado. Solo el tiempo dirá qué incidencia tuvo, si acaso la llegase a tener, esta tragedia personal en el proceso que vive la sociedad israelí. Pero hay algo que creo que ya estamos en condiciones de afirmar: la indiferencia ya no vive más aquí.

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