Los israelíes deben renunciar a sus fantasías acerca de los ultra- ortodoxos

Superficialmente la cuestión de aplicar el servicio militar obligatorio a la hasta ahora eximida comunidad haredi es acerca de la igualdad.  Todos los ciudadanos deben compartir no solamente los bienes y beneficios que una sociedad distribuye si no que también deben ponerse al hombro una justa parte de las cargas y las responsabilidades.  Creo, sin embargo, que el centro del debate es mucho más profundo.  No es acerca de la igualdad si no de la identidad – la identidad de Israel como un estado judío.

Dejando de lado los sentimientos de alienación de la empresa sionista, una alienación que ha estado constante y dramáticamente disminuyendo durante las últimas décadas, la esencia de la  posición de la comunidad haredi está motivada por dos valores centrales.  El primero es que el estudió de la Torá sobrepasa a todo – que la supervivencia judía, tanto física como espiritual continúa gracias a los pocos selectos  que reconocen la primacía de la Torá y su estudio.  El segundo es que la clave para supervivencia judía depende del aislamiento y no de la integración con el mundo moderno.  Para la comunidad  ultra- ortodoxa la alienación de Israel no es el resultado de su fracaso en vivir de acuerdo a los estándares de  halajá sino que postula un ethos que rechaza vehementemente ambas ideas.  En consecuencia, su sagrada misión no es cambiar al Estado, pero por lo menos asegurarse su habilidad de continuar sirviendo como la  fuerza seminal que asegura la supervivencia judía e israelí.

Acerca de esta cuestión, la sociedad israelí no ortodoxa tiene su propia Torá.  A diferencia de cuestiones de ritual judío y estatus personal que la población judía no haredí está dispuesta a ceder a los ultra-ortodoxos como resultado de su apatía y de un sentimiento de incompetencia, en esto tienen una posición judía principista, que se encuentra en la base de su creencia en la esencia judía central de la empresa sionista y el Estado de Israel. “Vivirás según ellas.”   Ser un judío es abrazar la vida con todas sus complejidades, ritmos y desafíos y responsabilizarse de crear y moldearla de una forma que habilite tanto la supervivencia y  como una vida de valores.  Este abrazo a la vida crea una nueva conversación tanto con nuestra tradición como con el mundo moderno con sus millones de oportunidades y desafíos, Israel es más completamente judía y su supervivencia física y espiritual es directamente dependiente de la habilidad con la cual iniciemos este nuevo camino.  

Para una de las comunidades, la Torá es más pura cundo está en su propio mundo y cuando está desconectada de las influencias del Nuevo Mundo.  Para la otra una Torá así tiene, en el mejor de los casos un valor marginal, un memorial a un pasado que necesitaba ser reemplazado para que el judaísmo y el pueblo judío viviera otra vez.  Para una, usar a la Torá como un vehículo para evitar responsabilidades económicas y militares es una  desacralización de la Torá. Para la otra, la esencia de “el estudio de la Torá sobrepasa a todo” se expresa precisamente de este modo.

Las dos comunidades podemos discutir y rechazar la validez de la otra.  Debemos reconocer sin embargo que no vamos a convencernos la una a la, puesto que cada lado define a su posición como una cuestión de supervivencia, que determinará el sentido y la viabilidad de nuestra vida colectiva.  

¿Cómo se procede en un momento así, en el que el compromiso no es visto como un estado más elevado de la existencia social sino un estado inferior?  Aquí, me parece que el rol de la legislación es profundamente limitado.  No existe un punto medio y una legislación que extraerá sangre o será ignorada no es de interés para nadie.

 ¿Qué puede entonces hacer una sociedad como la nuestra? Primero, a pesar de nuestro profundo desacuerdo, la mutua negación de la legitimidad del otro sólo va en detrimento de la nuestra empresa nacional.  Nos guste o no debemos reconocer que hay dos valores centrales y dos narrativas centrales que explican la esencia de la judeidad de Israel y la clave de su supervivencia.  En segundo lugar la comunidad ultra-ortodoxa, que es tan dependiente de la sociedad israelí mucho que es mucho más grande, tendrá que asumir la profunda alienación y rechazo de la sociedad israelí de su posición y después decidir pragmáticamente modos en los que puedan tomar una parte mayor en las responsabilidades de la sociedad sin violar sus valores centrales.  El Talmud nos enseña que si uno agarra demasiado no ha agarrado nada, pero si ha agarrado un poquito ha agarrado algo.  Un enfoque de todo o nada no le sirve a la Torá, ni suporta le rol de liderazgo que tanto desean.

Finalmente, la sociedad israelí en general tiene que renunciar a su fantasía de que pueden obligar a los ortodoxos a hacer el servicio militar o a entrar al mundo moderno  por medio de la legislación.  El servicio militar de los ultra-ortodoxo está fuera del control de la sociedad israelí y sus cuerpos o comisiones legislativas.  Lo que sí puede hacer, sin embargo, es decidir a cuantos estudiantes de Torá están dispuestos a subvencionar durante cualquier período con el dinero del estado.  La sociedad israelí puede cesar de subvencionar y de aplacar a una ideología que rechaza profundamente y que ve como destructiva para el futuro de Israel.  

Tenemos dos visiones del judaísmo y de nuestro futuro.  Es una lucha cultural e ideológica de la cual depende el futuro de Israel.  Ninguno de los dos lados renunciará a su posición ni desaparecerá como resultado de coaliciones políticas o legislación.  Una nueva conversación debe comenzar, no entre las dos comunidades, sino dentro de cada segmento de sociedad mientras determinamos nuestras líneas rojas y las formas en que podemos integrar nuestras s a una sociedad israelí diversa.  

Esta columna apareció primero en el Times of Israel
Traducido por Ría Okret


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