Ante la muerte

Ante la muerte, el silencio.

Ante la muerte, el silencio. La partida. El vacío.

Ante la muerte, un mundo que se deshace. El silencio y la partida. El vacío que penetra en el mundo.

Ante la muerte, no hay resto. No hay palabra que abrace la pérdida. No hay palabra que acompañe la muerte. Sólo gestos: el abrazo; el calor; la lágrima. Huella de existencia. La lágrima. Mapa de presencia en el mundo; herencia y palabra muda.

Ante la muerte, el infinito en todas sus direcciones nos sobrepasa. El mundo se paraliza. Parece, acaso, el mundo cambiar en la pérdida. El hombre se modifica, sin embargo, cambia, la presencia, existente. Estar y partir. El mundo, a pesar del hombre, sigue allí, adelante.

Ante la muerte, el mundo y su silencio. El hombre, potencia del silencio, lucha contra el vacío. La existencia es la lucha por la palabra ante la potencia del silencio. La batalla del hombre contra el fuego: esa llama inhabitable que siempre allí es presencia; y el hombre que atraviesa la llama sin arder. La llama, potencia del silencio, el infinito sobrepasando el cuerpo que habita el mundo hasta que el silencio lo abraza.

Ante la muerte, el mundo de frente. El mundo nunca visto. Aparición. La naturaleza siente la catástrofe de la presencia y de la pérdida. La naturaleza del silencio que se refunda.

Ante la muerte, la palabra es arrancada del mundo. El hombre vacía un lugar, un espacio. La palabra y el silencio se aúnan allí, ante la muerte y la partida. La potencia del mundo es su silencio, su lenguaje inhumano.

Ante la muerte, la oración.

Ante la muerte, la oración comunitaria.

Ante la muerte, el otro, la palabra, se anuda en el silencio y aparece. El otro que recuerda. La muerte es proclamada. Se rememora la vida. Se recuerda la muerte. El otro invoca el recuerdo. Violenta el silencio perdido y lo hace hablar. El otro, en la oración, exclama lo desconocido. Toma el mundo y hace presente. Lo trae a la existencia. Lo revive. Lo transforma.

Ante la muerte, la oración. La oración comunitaria. El kadish. El duelo es un estado de existencia. Presencia que se trae, se aprisiona. Aire que se contrae. La oración, mundo que se presenta: silencio que se agrieta. La oración es un espacio de presencia. El duelo recuerda. La oración rememora.

Ante la muerte, la justica ajena al mundo. La justicia ajena al hombre. La justicia de los justos. La justicia de la morada.

Ante la muerte, un silencio sin palabra. Una espera. La tarea del hombre es darle palabra al lenguaje. La tarea del hombre es exigirle al mundo una presencia. La tarea del hombre es testificar la existencia. La catástrofe del mundo es la tarea del hombre. El mundo tributa su gloria, santifica la presencia de la creación, de la existencia. El hombre, la oración, el silencio, la palabra. El mundo en el silencio que es lenguaje. El hombre que contempla la naturaleza del mundo creado. La presencia que se ha ido. La existencia que se trasforma.

Ante la muerte, en silencio una vez más. La oración y la catástrofe.

Ante la muerte, el recuerdo del nombre. La herencia. El padre y el hijo. La vida hiriendo la vida. La sangre. El vacío de la sangre; de la herencia; del hijo; del padre.

Ante la muerte, otra vida queda. Otra vida le exige al mundo un desprendimiento. Otra vida exige al silencio la palabra. Otra vida le exige a la palabra el lenguaje. Otra vida habita el mundo: la naturaleza, el futuro, su silencio.

Ante la muerte, un silencio en la plegaria se repite. Una palabra sin respuesta. Una clausura. Un mundo que se cierra. La silenciosa oscuridad del mundo. Y las preguntas. Y la plegaria. Y la oración. Y el hombre, de frente, de pie. El hombre, allí.


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