Valores judíos son más importantes que demografía

Hace unos años, Sigal Rozen vivía en otro mundo. Estudiaba Literatura Francesa e Inglesa, trabajaba en una empresa de alta tecnología…y seguramente ni se imaginaba que tiempo después, dedicaría casi todas sus horas, quitando seguramente mucho tiempo al sueño en las noches, a ayudar a los trabajadores extranjeros en Israel.

Hace pocos días, en Tel Aviv, compartió con nosotros sus pensamientos y sentimientos.

- Sigal ¿hace cuánto estás en esto, al frente del Centro de Ayuda de Trabajadores Extranjeros?
- Comencé a intentar ayudar a emigrantes de trabajo y solicitantes de asilo hace ya 14 años, a raíz de una serie de artículos que se publicaron en un diario local de Tel Aviv. En aquel entonces había muy pocos africanos de Ghana y Nigeria. Había problemas y nos organizamos varios amigos, decididos a hacer algo para solucionar lo de las detenciones. Nos contactamos con la organización «Kav LaOved» que ya funcionaba, pero al final se decidió que formemos un organismo separado.
Comenzamos a visitar a detenidos en la cárcel. El gran choque fue ver que muchos de ellos habían entrado a Israel en forma totalmente legal, con permisos emitidos por el Estado para trabajar aquí, pero que cuando dejaban el lugar específico en el que trabajaban, se convertían en ilegales.

- ¿Cuando sus visas todavía estaban vigentes?
- El problema es que en Israel un trabajador extranjero que llegó legalmente, sigue siendo legal sólo mientras trabaja con el empleador que lo trajo al país y consideramos que eso crea problemas. Comprendimos rápidamente que tratar de ayudar en cada caso particular no conducirá a nada. Hicimos contactos con abogados, entablamos relaciones con organizaciones del exterior, comenzamos a preparar informes y, gradualmente, nuestro trabajo se tornó en algo sólido y permanente.

- Y estamos hablando de ayuda a refugiados y a quienes vienen a trabajar...
- Parte claro que vinieron a buscar trabajo, pero considero que muchos de los que dicen «vinimos a trabajar», de hecho son refugiados. Es que no leyeron las convenciones internacionales al respecto y no conocen las definiciones formales. Y para muchos de ellos, trabajar es vivir.


- Comento esto, claro, porque las autoridades dicen que, en su mayoría, esta gente vino simplemente a buscar una fuente de manutención, una vida mejor, y no para salvarse de la muerte. Sigal, en todos estos años, conociendo el cuadro general de la situación, seguramente te has topado con luces y sombras… ¿no es así?
- Me gusta esa definición de las cosas. Prefiero comenzar por las luces. Creo que la luz más grande es la sociedad civil en Israel; israelíes a los que les importa; toman iniciativa y hacen cosas para ayudar al prójimo. Hay mucha gente así. El último invierno llegaron muchos refugiados. Eran tantos que la gente de sus propias comunidades ya no podía llevarlos a sus viviendas. Hacía frío. Pues se organizó un grupo de israelíes a través de Facebook; empezaron a llevar comida todas las noches al parque en el que se hallaba esta gente y hoy, de hecho, siguen alimentando, todos los días a 500 personas. Se trata de una iniciativa que se lanzó sin que nadie ayude a financiar; no es siquiera una asociación sin fines de lucro, sino dos personas que emprendieron el proyecto a través de la red social, llevando a la formación de un grupo que hoy ya cuenta con cientos de voluntarios. Y absolutamente todos los días llega comida con esta gente a 500 personas.
Creo que esto es algo que debe ser destacado y que no me imagino que exista en otro país del mundo.

- Sigal; nosotras estamos reunidas ahora en el Beit Haam, el centro comunitario, en el Boulevard Rotschild en Tel Aviv al realizarse un evento en el marco del «Día internacional del refugiado»; y esto está lleno de jóvenes israelíes que vienen a solidarizarse, aprender y ayudar...
- Así es. Pero no sólo jóvenes ayudan. En la Central de Ayuda a Trabajadores Extranjeros hay muchos voluntarios que son ya gente mayor, jubilados que hicieron cosas importantes en su vida; ahora no trabajan, pero tienen aún los conocimientos, la capacidad de organización, el talento y tiempo disponible; y aprovechan ese tiempo para ayudar a aquellos en nuestra sociedad que han sido menos afortunados. Creo que es algo hermoso.

- Otro elemento que parece increíble es la participación de los niños de estos extranjeros, en el sistema educativo israelí...
- Así es. Creo que es algo que no tiene parangón en otros lados. La forma en que el sistema educativo recibe a quienes piden asilo y a los emigrantes por trabajo, muestra que se puede hacer las cosas de otra forma, a la perfección. Si bien Israel suscribió la Convención Internacional de Derechos del Niño, no la convirtió en una de sus propias leyes, pero aún así, el ministerio de Educación halló la forma de introducir a todos estos niños en su sistema educativo y también de financiar otros servicios necesarios para permitir que los niños de los extranjeros puedan alcanzar el nivel de los israelíes. Es que recordemos que llegan niños y a veces ya mayorcitos, jóvenes, que no saben idiomas, ni hebreo ni inglés, sino únicamente las lenguas de los sitios en los que crecieron. A veces llegan adolescentes o mayores aún, que jamás en su vida vieron una escuela; que sólo estuvieron en campamentos de refugiados y vivieron huyendo de un lugar a otro, pero que llegan acá y logran terminar el secundario en hebreo. Es algo impresionante.

- Hay un caso muy singular: la escuela Bialik Rogozin con un alto porcentaje de niños extranjeros...
- Es verdad; y allí hay una cantidad enorme de voluntarios de todo tipo.

- He visto allí también a soldadas enseñando a niños extranjeros...
- Es cierto. Y esto me lleva a hablar de otra de las grandes luces: los soldados de Tzáhal. Casi ningún refugiado - ellos mismos te lo dirán - dejará de destacar su estupor cuando se encontraron por primera vez con los soldados de Tzáhal. No eran los primeros soldados que veían. Si se trata de gente que salió de Eritrea, en su mayoría ellos mismos habían sido soldados; vieron soldados en Sudán y en Egipto; en todos lados trataban de dispararles y matarlos.

- Y además, habían oído en sus países y en Egipto todo lo que se decía de los soldados israelíes...
- Así es. Exactamente. Y todos recuerdan lo que vieron y vivieron cuando llegaron. Muchos me dijeron: «Los soldados egipcios nos disparaban y los soldados israelíes nos alumbraban el camino para que viéramos por dónde pasar; nos ayudaron a llegar; y cuando llegamos nos dieron agua y comida; y si había algún herido grave, hasta traían un helicóptero para evacuarlo y atenderlo». Es un punto muy emotivo que les ha tocado mucho.

- Y hay también sombras…
- Sí; es verdad. Mira, un amigo mío de Sudán del Sur, que la semana próxima regresa a su país, me suele decir que su cumpleaños es el día en que se encontró en la frontera con los soldados de Tzáhal. Y anda dando vueltas con una remera que dice «I love IDF». Es músico; así que ha grabado una canción con loas a los soldados israelíes. Y ahora es expulsado; y por eso lo menciono al hablar de las sombras. No se esperó a que la situación en su país sea tal que la gente quiera volver por su propia voluntad.

- Y el hecho que ahora se lo expulsa, en el caso por ejemplo de este amigo tuyo, ¿cambia su resumen totalmente en cuanto a lo que fue su vida aquí? ¿le hace olvidar esas vivencias?
- No, en absoluto. Es impresionante ver cómo él me consuela a mi. Me dice: «No te preocupes; estaremos bien; es una suerte que todos estos años nos permitieron estar en Israel». Claro que mucho depende del enfoque de cada uno, según la personalidad.

- ¿Cuál es a tu criterio el problema principal, si de sombras hablamos?
- Creo que lo más difícil es que no se revisan los pedidos de asilo, de refugio. En países no desarrollados, es la ONU quien revisa las solicitudess, pero en países desarrollados, con infraestructura que lo permite, el Estado mismo es quien lo hace. Al comienzo Israel se comportó como si fuera un país africano y hasta 2009 dejó en manos de la ONU ese trámite. En 2009 se hizo responsable, pero en forma selectiva, sin dar opción de pedir el asilo ni a ciudadanos de Eritrea ni de Sudán, que son la amplia mayoría. Además, cuando sí revisan, parecería que los equipos encargados de ello no están preparados debidamente y vemos que el sistema no funciona.

- ¿Por qué lo dices?
- En 2011 ocho fueron reconocidos como refugiados; pero hace unos días fue publicado el informe de la Comisión de Refugiados de la ONU en Ginebra y ahí dice que fueron sólo tres. O sea que parecería que el ministerio del Interior no dijo la cifra verdadera.

- Y tu dices que no puede ser, que no es lógico que sólo esa cantidad pueda ser reconocida...
- Claro. En el informe también dice que la ONU había revisado algo más de 150 casos para los que pidió a Israel su reconocimiento, pero fueron rechazados. O sea, había otras 150 personas que la ONU consideraba que debían ser reconocidas como refugiados, pero a cuyas peticiones Israel dijo «no».

- Y en tu opinión eso quiere decir que Israel no revisa bien los casos…
- Así es. Creo que no hay otra explicación. A menos que tengan una orden explícita de actuar de esa forma.

- ¿Otras sombras?
- El hecho que entre los políticos hay quienes incitan contra los trabajadores. No debería haber ni uno que haga cosas así, que hable en forma indebida. En otros países del mundo en los que también hay refugiados, que claro que también ocupan lugares de trabajo de la población local, aumentan la densidad de la población, hay casos de odio que vienen de abajo. Aquí sentimos que lo que ha pasado vino de arriba; por algunos políticos que hablaron como hablaron.

- Y realmente, cuando una diputada del Likud, Miri Regev, dijo que «los sudaneses son un cáncer que hay que extirpar de nuestro cuerpo», y el ministro de Interior, Eli Yishai de Shas, dijo que «casi todos los extranjeros son criminales», incitaron y azuzaron…
- Por supuesto. Durante más de siete años no hubo aquí ni un problema; todos vivieron en calma, en paz. Y por esas cosas, empezó a ser más legítimo gritar «¡Negro, a casa!».

- Creo que hay algo importante que debe ser mencionado, que tu misma recalcaste en otro encuentro reciente con la prensa, en el que yo participé: que la reciente ola de animosidad y algunos actos de violencia contra los africanos, también comenzaron a raíz de dos casos de violación cometidos por ciudadanos de Eritrea. Y aunque eso no justifica ni ataques a otros no involucrados, ni generalización, creo que es importante recordarlo; eso encendió la llama.
- Es cierto. Ya antes había habido otros crímenes, pero esos dos casos de violaciones muy violentas, muy pegados en el tiempo, causaron una conmoción muy grande.

- Israel no expulsa ahora, no devuelve a sus países de origen, ni a los sudaneses (del norte) ni a los eritreanos, porque la ONU ha determinado que corren peligro de muerte si vuelven. En principio ¿consideras que Israel tiene derecho de expulsar a todo el resto, a todos aquellos que entraron ilegalmente al país?
- Sí; así es.

- Desde tu punto de vista ¿está perfecto que vengan cientos de miles de personas de África? Te lo pregunto porque se habla del deseo de preservar el carácter del país, su condición de Estado judío; y por otra parte hay quienes dicen que Estado judío no es sólo demografía sino valores… ¿Cuál es tu opinión al respecto?
- Entiendo el deseo, tanto de las autoridades como de la sociedad, de preservar la mayoría judía, pero contrariamente a los que no quieren ni siquiera a los refugiados, cuyas vidas están en peligro, mi sensación es que si se quedan eso no será lo que atente mortalmente contra nuestra demografía. Sin desmerecer la importancia de la demografía judía, también los valores judíos son importantes. Y si hay choque entre las dos cosas, para mi los valores son más importantes.

- Las autoridades dicen que millones quieren venir de África a Israel...
- Creo que intentan asustarnos. Es verdad que multitudes quieren venir, pero no pueden porque cuesta mucho. Sólo una pequeñísima parte logra llegar. No es que pueden llegar millones. Creo que si permitimos que se queden los que ya están aquí, no pasará nada. Si llegan cientos de miles, entonces será legítimo dirigirnos a los países del mundo y decir que somos un Estado pequeño, rodeado de enemigos, y necesitamos que nos ayuden en el marco de lo que se conoce como «burden sharing», o sea compartir la responsabilidad; por la cual terceros países recibirán parte de los que están aquí. Ahora no debemos decir que no podemos más porque hemos reconocido como refugiados a 157 y dado permiso de residencia temporaria a otros 500 de Darfur.

- Sigal; para terminar… ¿Qué opinión te merece la construcción del muro en la frontera entre Israel y Egipto, destinado, entre otras cosas, a frenar la infiltración ilegal?
- Creo que Israel, como todos los países del mundo, tiene derecho de cuidar sus fronteras. Si para eso es necesario construir el muro, pues está bien. Eso servirá también para impedir que entren armas, drogas y muchas cosas negativas que no queremos aquí.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay


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